¿Qué nos pasa a los españoles? Vemos la bronca en el parlamento británico y los ojos nos hacen chirivitas. Miramos hacia ese pueblo cuya democracia consolidada nos hace latir la vena verde de la envidia ¿Qué nos pasa a los españoles? Vemos el alboroto y lanzamiento de pelucas en los ilustres bancos y se nos hace la boca agua. Miramos a los británicos entre admirados e inútiles, como al hermano mayor al que nunca alcanzamos. Su manejo de la libertad y oratoria les permite diferenciar en dos la palabra discusión. Separan con finura el debate del enfrentamiento. Se discute en el sentido británico de la palabra, se argumenta. Oh, la lá. Es la magia que solo ocurre en la Pérfida Albión. Ellos sí que saben. Me pregunto repetidamente si es que en realidad no les entendemos bien y son humanos a pesar de hablar tan bien inglés. Asombrose un portugués de que los niños en Francia, desde su más tierna infancia hablasen tan bien francés. Lo mismo.
Para consolidación de democracia, la nuestra, la española. A ver cómo salimos de ésta. Un voto mal votado. Las lenguas coloradas conspiran si será intencionado o se trata de torpeza. Las azules argumentan ineptitud de la Cámara, su presidenta, pucherazo.
Lo importante no es el problema en sí. Lo de que de verdad importa y es donde se ve la categoría de los personajes involucrados en un embrollo, es sucede repuesta. Ahí está en quiz de la cuestión, la altura y categoría de la persona. Cómo se responde ante el problema, ante la catástrofe, ante el desastre. El hombre auténtico emerge de esa situación dramática. El hombre auténtico sale ganando del conflicto, airoso su perfil se intuye al final del camino, donde la bruma aún es espesa.
En realidad la imagen que dio nuestro Congreso de los Diputados en una votación sobre una ley era la de un grupo de hooligans. Los abrazos y los vítores eran propios más de una goleada que el festejo por la aprobación de una ley o del asunto que se debatía. Pocas intervenciones son más importantes para un diputado que la del voto y hay que votar bien.
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