Isabel y Pablo. ¿En qué nos hemos equivocado? Y no es el nombre, rey Fernando. Isabel no se cambió de camisa hasta que no recuperó para el cristianismo las tierras del Sur. Eso nos contaban para explicar lo taciturno y tenaz de su real carácter. Nuestra madrileña Isabel podía ser de Castilla. Eso sí, sin promesas que impliquen falta de higiene, y sin embargo iguales en la bravura..
La Presidenta es del "Madríz" y de Chamberí, del de verdad, del de vestirse de chulapa. Clavel en ristre, ensartado entre la oreja y los rizos, o en lo algo del moño. Tomar cañitas y arreglar el mundo en el bar de abajo. Nos guste o no, Isabel tiene cojones, con perdón. Con mentalidad del deportista, que si le dicen que corra, corre. Que cien flexiones, cien. Por lo que sé, tiene la virtud del escuchante. Y si no sabe, pregunta. Te guste o no, esa es la reina madrileña. Ha desbancado a la novia del torero.
Pablo, que no es el rey Fernando, está a otra cosa. Cierto que heredó mucho marrón, pero a priori no dio la talla. Son Mariano era mucho, aunque le acusaran de holograma. Encima tenía a la chiquitita atenta, que no perdía ripio. Pero Pablo, que si había copiado en la carrera, máster, trabajo fin de curso. ¡Qué más da! Como si le hubiera tocado el carné de conducir en los bucanero. No hay que copiar si no sabes hacerlo. Si llevas chuletas no te pueden pillar. Pablo parece buen chico, sí, pero da esa sensación de poco curtido que no se le ha quitado ni dejándose una barba que no le pega nada. Quizá aconsejado por aumentar sus diferencias con Alberto y para demostrar edad y que no era imberbe, dejó de afeitarse. Sin éxito. No se puede ir siempre disfrazado.
Y es que tienen enfrente señores, a los magos de Weberliplace. Carrasparra Cartapacio me disuelvo en el espacio. Es una temeridad querer ganar con artes que no se controlan, el favor de los tuyos. La habilidad en el manejo de la información y la prensa siempre ha estado en manos de otros. La izquierda española siempre ha sido más hábil, será por su pasado clandestino, se enteran de todo. Hasta de lo que no es. Será. Pero la derecha española, se dirime siempre entre su sentimiento de culpa y un complejo que les hace derivar al centro, donde no pertenecen. Ese querer ser modernos es absurdo, no se aceptan como son. Por eso crecen los extremos. Por esa aburrida disputa del centro. Soy apolítico es mejor que ser de centro. Déjense de bobadas. No se trata de ganar partidos, sino de defender principios e ideas. No se puede caer bien a todo el mundo.
Aquí el único que no se despeina es el abogado del Estado. El sí que sabe. Mientras, la izquierda maneja los hilos en la recámara y se recrea ante el descalabro. Lo izquierda, que enarbola sin merecerlo más que otros, la bandera de la ética y la superioridad moral, debido quizá a conflictos ya caducos, y mientras, la derecha se desmembra guiada por el mismo diablo. Caen por el precipicio de la ineptitud y las miserias. Se deja guiar por los más bajos instintos, los más perversos. ¿Cómo se puede ser tan torpe? ¿A quién se le ocurre sacar los trapos sucios propios así? ¿Quien te ha aconsejado Pablo? ¿Qué cantos de sirena han llegado a las orillas de los azules? Por otro lado, ¿A quién se le ocurre hacer negocios siendo pariente del jefe? Por muy necesarios que fueran. No se trata de ser honrado, también hay que parecerlo. Nadie hace más daño que el que más te conoce cuando es envidioso, ambicioso y torpe. Cruz de navajas en Génova. Mientras tanto en Ferraz se ríen de Janeiro, se frotan las tibias, que si saunas y negocios plásticos, subvenciones, ellos se lo guisan, ellos se lo comen. Gritan más fuerte. Se manejan. Para todo hay que valer.
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