Es torpe el mensaje del llamado ministerio de igualdad. Esa foto en plan anuncio de colacao con unas señoras que teóricamente están avergonzadas de su cuerpo y deben de dejar de estarlo e ir a la playa. Parece una imagen de los ligones de suecas de los setenta. Si bien es cierto el problema de canon de belleza y las trampas de las tallas. Esa talla única imposible, por ejemplo. Absurdos que ayudan a la anorexia y la desazón a nuestros adolescentes y no tan adolescentes; esta gente del ministerio no se ha pasado por la orilla, por el Levante. Por el sur. Por el norte, donde, salvando las distancias que el buen gusto y la estirpe mantienen, especialmente en rincones elegidos, el espectáculo en la arena es el mismo. ¿A quien le importa? Intentan buscar un problema donde no lo hay. Encima, lo etiquetan de violencia sexual, al tiempo. No es eso. La violencia, la discriminación, el desprecio, el sexismo, el maltrato, el bulling, existen y hay que ocuparse y educar para que no ocurran. Pero ponerlo al nivel de exhibir vergüenzas en el mar, para mí es no sólo una estupidez si no que una burla al problema real.
Seguidores
29/08/2022
¿A QUIEN LE IMPORTA?
28/08/2022
DEMOLER LAS PRESAS
27/08/2022
PUDOR
26/08/2022
PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DEL GOBIERNO DE ESPAÑA
El señor presidente de la República del Gobierno de España no existe. Y no
me creo que se equivoque en ese detalle una periodista acostumbrada a leer
textos mucho más complejos. En ese puesto el locutor es un veterano, digo yo,
Como reacción al supuesto gesto erróneo o calculado por parte del rey
Felipe de no levantarse ante el paso de la espada de Simón Bolívar, ya dijeron
algunos "Ojalá pronto a España la represente una presidenta o un
presidente de la República votado por los ciudadanos". No se levantó en la
entrada, sí a la salida. ¿Error de protocolo o falta de información? No existen las casualidades. Otra cosa no,
pero el rey y la reina, (aunque me cueste decirlo) se lo saben. Y hacen lo que
tienen que hacer. Se aprenden lo que les dicen y quedan estupendamente allá
donde vayan. Hasta los más encendidos oponentes a la monarquía, una vez que los
conocen, quedan seducidos por su buen hacer, que hay quien confunde con
encanto. La buena educación es lo que tiene, que siempre va un paso por
delante. No te equivoques, a ellos no les has impresionado. Están trabajando.
Cumplen con su papel de diplomacia. Hasta en los pequeños detalles. Son los que
hacen fluidas las conversaciones. Llevan la voz cantante. Facilitan los
eventos, son la argamasa que une las conversaciones en las enormes mesas llenas
de flores y desconocidos. Tienen el chiste, la gracia o la camaradería si es
menester sacarla a relucir por sí hay algún candidato a sublevado a bordo.
¿Se imagina alguien a Macron sin reaccionar si le llaman rey de Francia? Se
organiza la mundial. O a la reina Isabel que la presentaran como Primera
Ministra. Ni en tiempos de Teresa o Margarita. O que le hubieran coronado rey a
Trump. No hace falta seguir.
No me creo que sea casual que los dos eventos, que distan entre sí menos de
un mes, y acontecen en el mismo país, hayan sido casuales. Y encima que el mal
llamado presidente de la República de España se ría. Eso hay que llevárselo
aprendido de casa. Hay que tener cintura para decir un chascarrillo y que nos
riamos todos. Hasta hace un mes me juego corderos contra pajaritos que nadie
sabía de la espada de Bolívar, hoy fuente de conflicto y motivo de indignación.
Hoy nos podemos presentar todos a Wikipedia a rellenar datos, más que de
Excalibur sabemos. ¡Ay Arturo! ¡quien te tuviera de rey!.
25/08/2022
LA PANDEMIA NO HA EXISTIDO
Mi madre, para muchos la doctora, decía que la pandemia había llegado para matar a los viejitos. Que era una suerte de peste, que seleccionaba de modo "natural" a los más fuertes. Y dejaba en el camino a los más vulnerables. No especificaba ella si el virus era creado por la mano del hombre o no. Siempre mueren los más débiles. Claro.
Miro, que no leo, las noticias. La pandemia no ocupa las portadas, menos mal. Ha dejado sitio a la guerra. Que, a excepción de los pobres ucranios y los pobres rusos, que al final son hermanos, o primos, que pelean bajo batuta, a excepción de su dolor diario, el mundo solo está preocupado por el gas y el frío o el calor indeseado. Falta de provisiones, pero eso se ve más allá del horizonte. Ya lidiaremos ese toro cuando entre en la plaza. A falta de bombazos han llegado los fenómenos naturales. La sequía. La sequía que desentierra pueblos hundidos, huellas de dinosaurios, cadáveres. A saber lo que nos depara la sequía, además de sed y no poder lavarnos tanto las manos. Porque con la crisis energética ya no podemos ventilar y con la falta de agua la higiene se va a resentir. Total, que a ver si vuelve el bicho. Que lío.
No. La pandemia no ha existido. Lo que antes eran muertes para quedarse en casa, ahora es normalización de la vida. Ya se puede y deben cerrar puertas y ventanas. No hay que hacerse test a no ser que estés fatal. Pero muy mal. Si das positivo y no tienes fiebre, o trabajas en remoto, o te pones mascarilla y vas a la Oficina o donde te toque. Si has estado en contacto con un positivo, no tienes que hacer nada. Pa'lante. Estoy exagerando. No me sé las normas bien. Es más o menos. Lo que digo es que han cambiado los criterios. Con un porcentaje altísimo de población vacunada, no sólo se siguen contagiando jóvenes, adultos, mayores, sino muriendo. Se añade la viruela del mono, el VIH ¿Entonces? Mira que somos gente muy obediente, hasta en la cama, gente que tan sólo pide vivir su vida, sin más mentiras y en paz. No entiendo.
Y es que la pandemia no ha existido. Solo era una falta de capacidad en los hospitales. Los médicos no usaban lejía para desinfectar las mascarillas porque no había. No se acababan los guantes en los economatos. No. Ni se hacían entierros en soledad. Con el rezo calmo del sacerdote acompañados por los entrenadores vestidos de astronautas. No. No se inventaban pantallas protectoras con carpetas de plástico atadas a la cabeza. No. Los médicos no usaban bolsas de basura para protegerse. No. Ni se vació Jose Abascal. No. No se podía cruzar la Castellana sin mirar. No. La pandemia no ha existido. Son nuestros enfermos, nuestros muertos, ellos sí se fueron. Nada más. El resto fue un invento extraterrestre.
24/08/2022
ARENA EN EL BAÑADOR
Hoy en casa, después del mar, al quitarme el bañador, ha caído arena hasta
hacer un montoncito a mis pies. Me había duchado en la playa, bañado en la
piscina, cual pececillo que soy. Hoy en casa, al ducharme me he descubierto
arena en sitios imposibles y otros que no se deben contar.
Recuerdo una reunión de gerifaltes en la que se hablaba de cómo evitar el
perjuicio que la arena podía causar al tren del desierto. El estropicio que
provocaría en esa infraestructura que iba a conectar dos sagradas ciudades. La
erosión a ese camino de peregrinaje. Entre las discusiones técnicas de los
curritos, siempre brotan las anécdotas de los altos cargos. Esos jefes que
visitaban la traza y contaban. Contaban que la arena estaba siempre. Incluso
cuando no había arena, sin tormentas ni dunas móviles, la arena estaba siempre.
Aprendían los occidentales de corbata y cinturón de los oriundos, siempre a
cubierto, envueltos en capas de fino tejido de protección. Que los preservan
del sol, del calor, del frío y de la arena que se entretiene en los pliegues y
huecos del algodón. Y tarda en llegar a la piel. Comentaban encorbatados desde
la presidencia de la mesa, que ese día, la ducha se llenó de arena. Una arena
polvo fino que ellos no habían visto. En suspensión, la llaman. Tan abrasiva
como la otra. Tan intrusiva, tan invasiva.
En la ducha hoy me ha costado que se despegara esa arena de mis lorzas.
Como si les hubiera cogido cariño. El mismo cariño que me tienen ellas. Mis
lorzas se han hecho fuertes en mis caderas y la arena fina se adherido a ellas
cual lapa a roca.
He recordado con nostalgia las tardes de parque, de padres. Esas que los
niños no querían terminar. A sabiendas de su cansancio, o del hambre que ya les
rugía en sus pequeñas barriguitas, ellos, con
su reloj de instinto aún intacto, preferían jugar. Y jugar. De refilón
nos miraban a los adultos al llegar la hora de replegarse. Al vernos
distraídos, mentalmente nos animaban a pedirnos una cervecita o a seguir
charlando. Los niños croqueta no querían cambiar de actividad. Disfrutaban de
sus juegos, sus normas recién inventadas o aprendidas. Reían los niños
croqueta, ellas con lazos de raso sujetando las coletas. Vestidos de nido de
abeja. Ellos pantalón corto y recién peinados. Todos con rebecas cortas de
atrevidos colores, que no fosforitos, a juego con los calcetines o polainas.
Así salían de casa, recién despiertos y merendados. Cuando por fin llegaba la
hora, era también el momento del ritual. Sacudir la arena de los zapatos,
calcetines, bolsillos. ¿Hasta dónde podía colarse el fino sílice? Cuanto más duraba en rito, mejor se lo habían
pasado.
Un poco así me he sentido hoy jugando con las olas en familia. Que tengo
una edad, sí. Pero no la hay en el mar. Cuando las olas te doblan en altura y
te lanzas libre, esa sensación te acerca a la alegría. La duda entre
atravesarla o correr con ella. Ese instante de vacilación que resuelve tu estómago.
Un poco de miedo, que a la naturaleza se le debe siempre. El revolcón. La ola
que sientes en los pies con fuerza, ya rota, hecha espuma, cuando la salvas
hacia delante, atravesándola. Es casi una victoria, pero no te descuidas,
porque viene otra y otra. Y cuando nadas con ella dejándote llevar, corriendo
la ola, el mogollón en la orilla, el revoltijo. Ese punto en que la fuerza del
mar te desorienta y cuando asomas por fin la cabeza, el pelo en la cara, sin
saber muy bien qué está abajo y qué arriba. Solo se puede sentir alegría. Es
una alegría infantil, pura. Es risa. Es reto. Y un cansancio feliz. Al llegar a
la ducha y ver la arena y las algas, las huellas del mar, he vuelto a sentir a
esa niña que fui, que soy. Yo también jugaba en las paralelas, vienen
siguiéndome, espacio y el tiempo, juegan al ajedrez. Yo también me tiraba
por un tobogán con aristas, un tobogán que quemaba los días de sol y los de
lluvia te recibía con un charco. Que veo océanos donde solo había charcos.
Ahora tú, no dejes de hablar, somos, coordenadas de un par. Incógnita, que aún
falta por despejar.
18/08/2022
COMIDA PASADA DE MODA
A veces no hace falta más que abrir la boca para meter la pata. Se nota mucho en las modas. Nuestros padres bebían cubalibres. Si nosotros hubiéramos ido a Pachá y hubiéramos pedido un cubalibre hubiera sido peor que llevar calcetines blancos a la entrada. Todo un insulto a nuestra modernidad ochentera. Y no digo ya si lo hubiéramos pedido en el Penta, El Siroco, Rompeolas, el Sol, El Pirata, El Delanys, Rockola, El Honky, La vía Láctea, el Café Ruiz...¿Se ve de quién soy, no? Un sol y sombra o un anís era símbolo de estar sin un duro.
Pues ahora, si estás cenando y quieres dar la nota, pídete un licor de manzana con el café, o un Licor 43. Cositas. Te pides un Peppermint y directamente llaman a seguridad.
Sin embargo nos parecía tan normal a nosotros, pedir un cerebrito (yo no) : Baylis con tónica, que se cortaba. ¡Puaj! O un "Hasembury" en la chocita Sueca, un mini con submarino en uno de los Paradores de los Arcos de Moncloa. Paradores numerados con números romanos, unos clásicos. Ir a Chapandaz iba asociado a pedirse una leche de pantera. Ay ay ay, que me sabe a Calisay. ¡Qué anuncio! Paternina banda azul: otro planeta.
Por no hablar de ir al Vips, donde quien se atrevía, pedía un banana split, o cualquiera de esos postres importados imposibles de terminar, pero que por supuesto no queríamos pedir para compartir. Se derretía el helado, se mezclaba todo y era una sopa de colores que mejor tomar en solitario. Y esa tarta al güisqui que no podía faltar en una carta de un restaurante castellano a mucha honra. Niño, tu no puedes tomar, que tiene alcohol, como la mus de chocolate de mi suegro, solo para adultos, con su chorrito de ron. Pedirse unos entremeses suena a hablar en chino, eso sí, si dices antipasti en un italiano, dejas en el sitio ala camarero. Hay que pedir AOVE, ni se te ocurra decir aceite de oliva....¡no!. Los huevos rellenos (sorpresa) están descatalogados, y tienen su punto. La pechuga villaroy no se hace porque es una lata. Ahora no están de moda los revueltos tampoco, y mira que daban juego. De ajetes, de morcilla, de según. E incluso huevos con bechamel, una delicia. Bueno, donde hay bechamel que se quite el resto. Poco se ve el Ossobuco y el Strogonoff, poca broma. Ragú. No podía con él, y esas patatas flotantes.
Gracias a Dios pasó el boom de las endivias, que en mi casa las hacían de todas maneras, en ensalada, con bechamel y jamón de york o serrano. Vino la endivia con el kiwi, que la gente no compraba porque parecían ratones. Mi madre, muy moderna, siempre estaba en vanguardia. Quien a los suyos se parece, honra merece, yo era fan del helado de after eight y la comtessa. El pijama, de postre, no lo probé nunca.
Antes, pedir ron Havana Club era estar un poquito por encima de la media. Ron oscuro, calidad. Ahora lo raro es pedir un ron blanco. Como tomar botellines. ¿Quién pedía un botellín pudiendo pedir un charco de esos de donde bebían varios? Con el coronavirus ahora nos llevamos las manos a la cabeza. Quizá fue una manera de inmunizarnos. Las guindas en los cocteles, o las aceitunas...¿se siguen poniendo? ¿Quién se come las guindas? ¿Y qué me dicen del huevo hilado, manjar donde los haya? Que solo se encuentra en las mejores pastelerías. Porque hacer huevo hilado en casa....¿quien come melocotón o piña en almíbar? Tan socorridos ambos. los huevos al plato, que servían para un reciclaje.
Ahora todo combina con el aguacate, desde una ensalada a un filete, como si te lo tomas de desayuno. El coctel de gambas ya no es antiguo si lo bañas en guacamole. Eres un cateto si no sabes lo que es el Kéfir. El brócoli ya es antiguo, ¿no has probado el bimi, el jengibre? El jengibre con el que la madre de Ana, de los Cinco, hacía pasteles. Y nos metemos con la comida británica. No somo nadie sin esa planta de la familia de las zingiberáceas, cuyo tallo subterráneo es un rizoma horizontal muy apreciado por su aroma y sabor picante. El Bok Choy, bambú, choy sum, son imprescindibles en nuestra dieta. No eres nadie si no sabes manejar unos palillos.
Eso sí, como la vida es cíclica yo sigo enseñando a mis niños a distinguir los cubiertos de pescado. Verás, que el melón con jamón va a ser el sushi del futuro. A lo mejor no vuelven las hombreras, pero apuesto corderos contra pajaritos que volvemos a alabar los potajes y las patatas a la importancia ocuparán su sitio en el menú.
17/08/2022
YO YA NO ME ARROPO
Yo ya no me arropo. Yo no me tapo por la noche, ni sábana, ni colcha. El edredón para regalar. Después de la calorina que hemos pasado, necesito disfrutar del fresquito. Me voy a coger una pulmonía. Bienvenida sea. Como dice un amigo mío, es tal la inercia térmica acumulada en el cuerpo serrano este que tengo, que necesitaría remojarme dos días enteros en el Cantábrico para empezar a recuperar algo de temperatura normal. Eso sí, pasado el lapso, y debido a la transferencia térmica, que sería brutal; además de afectar al biotopo de la sardina, subiría un par de grados la temperatura del agua, no de mi cala, del mar entero. Y ya puede estar fría. He pasado tanto calor.
Tanto calor. Y eso que soy una suertuda, que lo he pasado en parte sumergida. El agua de las piscinas que he catado; afortunada yo, que tengo amigos y parientes que las comparten conmigo; a 30ºC, hasta en la Sierra. Con mayúscula. Sierre Norte. Sierra Oeste. Sí. No es que no se agradeciera el chapuzón, que se agradecía, claro. Se agradecía y era imperativo. Las ganas le hacían a uno saltarse las normas más elementales de educación. Sin protocolos ni cariños, ¡al agua patos!. Se agradecía, se necesitaba. No es que te apeteciera bañarte, es que temías por tu salud mental si no lo hacías. La presencia cercana de una masa de agua y la sola hipótesis de no estar dentro de ella, eran asuntos disjuntos. Una vez sumergidos, nos convertíamos en bolsitas de té, en boyas. Muy quietos todos. Piscina comunitaria o individual. Lo mismo daba. Bañistas quietos. Sin tener que temer que un nadador les arrolle. Porque, mira que mola nadar, que es el único deporte en el que no se suda. Pues yo creo que esos días, como que no apetecía ni a braza, no fuera a ser que entraras en calor. Esos grados que habías conseguido bajar, como si de fiebre se tratara, podías quizá recuperarlos con un poco de ejercicio. Y así, en modo bolsa de te o boya, tan a gusto. Como mucho haciendo el muerto, o la estrella, que se dice ahora. Sin movernos, hemos sobrevivido los suertudos a algunos días de asfixia veraniega.
Tanto calor. En cuanto a la inercia térmica y los manejos del hogar, confieso que yo ya he sucumbido a la oscuridad, hay que cerrar, se cierra. A cal y canto. Sangre andaluza propia y prestada. Como soy muy de ventilar, en cuanto se iba el sol, abría de par en par, buscando corrientes. Que no había. Buscando brisa. Que tampoco. Diez de la noche: 36ºC. Aislados a lo mejor no suponen un disparate, pero después de varios días de 42ºC, 40ºC de máxima, de máxima en meseta, mantenida; no un pico ocasional, 36ª es mucho, es cansado. No es anecdótico. No, es un día y otro. Cierro en cuanto el primer rayo de sol calienta; pero siempre hay alguien que te lleva la contraria. Una madre, un hijo, un marido, un suegro, un amigo, el repartidor de Amazon. Pero qué calor hace aquí, no se puede respirar. Yo me ahogo. Y abre sin más. El ojo me empezaba a temblar. Tú, que llevas manteniendo tu rutina de cerrar, que lo controlas; sabes que es un error. Demasiado tarde. Le ha dado un sofoco y ha abierto. No te quieres enfadar, pero la que te quedas luego en casa eres tú, en esas tardes de tu salón orientación oeste, sudando. La que estás ahí y lo sabes, eres tú. Sí. Y maldices al que abrió la ventana y a ti misma por callarte y juras en arameo que es la última vez, pero sabes que mañana va a ser igual.
Tanto calor. Es importante organizarse para ir a la compra a primerísima hora. Luego ya no se sale. A veces no está abierto el Mercadona, pues no se compra. Ea. Yo por no meter calorías en casa, no me seco el pelo. De hecho, me lo he cortado al rape, a lo Sinéad O'Connor. De usar la secadora no hablamos, la ropa sale seca de la lavadora, y si mojada, mejor, me la echo encima. Eso sí que es ahorro energético. A mi pesar, me tomo el café frío. No enciendo ni el microondas. Y de comer: ensaladas o lo que sea, pero frío, frío, y si hay que abrir un par de veces la nevera, mejor que mejor. Dejaría la mano dentro, o la cabeza. He reducido la ingesta calórica hasta límites insospechados. sin que se vea reflejado en mis pertinaces michelines. No bebo cerveza, no porque no me guste ni me apetezca, sino porque lo que me dan ganas es de tirármela por la cabeza, de fresquita que está, casi helada, como los botellines del Abeto.
Tanto calor. Por todo eso yo ya no me tapo. Ni me pongo jersey, ya puedo tener frío, que lo quiero disfrutar. Ole. No cierro ventanas, que corra el aire. Que de portazo. Me importa un bledo. Se que este frescor no es acumulativo. No pretendo que nadie me entienda. Quiero estar así desnuda en medio de la nieve. Y sigo tomando el café frío, sin hielo, pero frío.
14/08/2022
MANIFIESTO
Escribo esto para ver si llamo la atención de Javier Marías. Hijo de
Julián. Nunca se sabe. Por si me lee. Yo te leo. Me declaro admiradora, sin tener el
corazón tan blanco como debiera. Él escribió hace mil años un artículo sobre
palabras que le hacían dejar de leer un texto, entre ellas estaban los
"palabros", es decir, apaños que hemos hecho con palabras que hemos
medio incorporado al lenguaje mal traduciéndolas al español, cuando, para más
inri, existe una palabra en español que significa exactamente lo que queremos
decir. Escribió, como muchas otras veces, lo que a mi me hubiera gustado decir,
pero estupendamente.
Dejo aquí un enlace a su artículo porque él lo dice de maravilla. Javier Marías: Palabras que me impiden seguir leyendo | EL PAÍS Semanal | EL PAÍS (elpais.com) Habla de palabras y expresiones de moda, que de pronto todo el mundo usa. A mí se me ocurre "tiene la cabeza muy bien amueblada". Yo entro en resonancia cuando lo oigo. (Quizá esté mal dicho, también, eso de entrar en resonancia. No sé.)
Por eso, por si me lee Javier Marías, he llamado MANIFIESTO/MANIFEST a la
última bobada que se me ha ocurrido escribir. Porque Manifest es el título de
una serie que me ha recomendado una de mis hermanas. No lo han traducido, como era habitual hace años. High Noon: Solo ante el peligro. The
Shawshank Redemption: Cadena perpetua. Sus razones tendrían entonces.
No me extraña el éxito que está teniendo Manifest. Engancha. No sé si es buena o
mala. Engancha si superas el primer capítulo de desconcierto. Al principio te desorienta, no sabes si es ficción, una fumada o una solemne tontería. Con este afán clasificatorio del ser humano saltan los resortes de la prevención, el pudor: no vaya a ser que veamos algo que esté en contra de nuestras convenciones. No sabes si va a aparecer Batman de entre los cielos o los personajes se van a volver azules y les van a crecer las orejas. Yo no conozco al director, ni al guionista. Eso no quiere decir nada. Los actores, para mí, son grandes desconocidos. Dato irrelevante también. Quizá algún
secundario me suene más que los protagonistas. Se llama Manifest porque trata
de los pasajeros de un vuelo. Lo que en español llamaríamos "lista de
pasajeros". He visto en la RAE que una acepción de manifiesto es
"Declaración de las mercancías que se transportan, a efectos aduaneros o
administrativos". Así que, Javier, puedes seguir leyendo. Aún no he
cometido ninguna tropelía.
El caso es que la serie se canceló en el 18. Sí. No daban un duro por ella. Y ahora ha sido un éxito que nadie preveía. Normal. Camisetas con el logo de la A con el avión atravesando el tiempo y fans universales pidiendo más. Normal. Porque después del COVID hay algunas cositas que sí han cambiado. No para bien, han cambiado. Esta serie le viene al pelo al desamparo, a la desazón que acompañó a los días de encierro, a la incertidumbre del cerrojazo, a la soledad en medio de tanta gente. Esos días en que no nos quedó más remedio que mirarnos, incluso a los que no se miran nunca los hemos tapado bien, apretando la arena, porque el COVID no ha existido.
Y aquí llega la oportunidad del cine, ¿una casualidad? Nada es casual, todo ocurre por algo: De una idea genial y antigua salen miles de historias. Digo antigua porque lo del Triángulo de las Bermudas tiene canas. Y esta serie, mal que bien, coge ese hilo. No sé si será el puritanismo que subyace en la cultura de los Estados Unidos, creo que es una buena base.
El buenismo de los norteamericanos. Los abrazos. La fe. Hay un popurrí de mensaje subliminales detrás de la acción, aventuras y desgracias de la trama, de la que no debemos hacer caso omiso. En las entrelineas de esa peli no hay otra cosa sino un planteamiento de la fe, de la existencia, de luchar con poderes desconocidos, de reconocer y dudar de la existencia de Dios frente a la ciencia, de enfrentarse incluso al destino. Hemos perdido los seres humanos el instinto. ¿Qué te dice tu estómago? ¿Qué sientes? Se nos ha olvidado un poco sentir, con las prisas, con la cantidad de cosas que tenemos que hacer. En la serie en cierto modo atacan a ese nudo gordiano. Pero todo muy enrevesado. Sí. Muy a lo yanqui. Transformándolo todo en aventuras y superhéroes. Pero el público ve lo que quiere, e interpreta lo y como le da la gana.
El protagonista, que se pasa cuatro años sin currar y su mujer
está lampando también. No hay problema. Es capaz de cambiar de coche tres o cuatro veces en dos años, pero no vehículos destartalados, ¡no!. ¡Cochazos!. Va de
vez en cuando a la universidad a dar una clase, pero vamos, cada tanto. La familia vive a todo trapo. La hermana, que es poli, y para una que trabaja, de pronto
le da una ventolera y lo deja. Considera que éticamente no puede seguir siendo
policía. Si, si a mi me parece bien, estoy de acuerdo. Pero su marido tampoco tiene ni oficio ni
beneficio. Han tenido suerte con una herencia. Vale. El caso, que es poco creíble, son las cosas en las que yo me fijo, hasta que alguien me dice "es una peli mamá". Es verdad. El protagonista se pasa el
día salvando a la gente. Son buenos, pero buenos, buenos. Se quieren todos una barbaridad.
Entre los padres, los hijos, los hermanos, conocidos, todos. Un amor de esos de los de
verdad. Que se lo están diciendo todo el rato. Se enfadan y se apañan sin
solución de continuidad. Encima, la trama ocurre en Nueva York, y en un mismo
día, se ven en casa de uno, en casa de otro, en la comisaría, en el hospital.
no tardan nada, en un “pispás”, voy para allá. ¡En Nueva York! Yo flipo. Si
Nueva York es enorme. ¿Cómo les da tiempo a tanto?. "Es una peli, mamá"
Pero en el fondo, ahonde señor cura, que en el fondo está lo más bueno. En
el fondo ¿qué? Seguimos buscando respuestas. Hemos perdido la capacidad de notar la
energía, vibrar, hemos dejado de escucharnos con tanto ruido y nuestras habilidades son
reemplazables por un aparato. Encorsetados en modos y costumbres seguimos adelante ¿hacia donde?. Estamos ocupadísimos, con muchísimo lío, trabajo, quehaceres, sin tiempo, cansados. Vivimos inmersos en noticias y acontecimientos en
los que no tenemos capacidad de maniobra. Y queremos implicarnos en todo. Nos
duele la guerra en Europa, nos duelen los actos terroristas que se expanden por
el mundo. Nos duele el hambre en Sudán, en Etiopía. Nos duelen las dictaduras.
Nos duelen las injusticias. Nos duele el virus, la pandemia. Las catástrofes lejanas
y locales. Pero nos hace falta algo. Algo más. Lo que tenemos en casa, de lo
único que realmente nos podemos ocupar, ahí está lo que importa: lo que está a nuestro
alcance. Y es lo que descuidamos elevándonos a las alturas. la diferencia entre preocuparse y ocuparse.
13/08/2022
LLEGADAS.
Cuando llegas de viaje y nadie te va a recoger. La cara que pones. La cara que se te queda. La cara
A es la orgullosa: "ya lo sabía" y sigues andando tal cual, sin alterarte,
mentón alto y paso firme como si supieras dónde ir, sintiéndote observado,
pensando que el mundo entero va a saber que vuelves solo; que, entre el
mogollón de la sala de espera, nadie te ha lanzado los brazos para achucharte.
La cara B es la de penita. Sabías que no iban a estar. Bastante insististe con
tu retahíla de llego muy tarde, estarás, estaréis muy cansados. No
hace falta, de verdad. Pero tenías la esperanza secreta de que te
interpretaran correctamente. Querías que supieran que no, no es no en ese caso,
es dame una sorpresa. Que estabas poniendo la boca muy muy pequeña. La
traducción era por fa por favor por favor, venid. ¿Es que no estaba
claro?
No hay quién no albergue la escondida esperanza de ver una cara que se
alegre cuando aparece de las puertas que se abren y se cierran sin descanso
tras los recorridos del aeropuerto. Esa barrera entre los que llegan y los que
se quedaron y han venido a darles la bienvenida. A recibirles. Es muy bonito. En
ese mapa de desconocidos dispersos que escrutan con entusiasmo mezclado con una
miaja de desazón a los pasajeros que arrastran equipaje e historias. Historias
que se van a quedar sin ser contadas. El que se fue siempre es otro que el que
vuelve. La recepción cálida es lo que le devuelve al hogar, que le hace
sentirse en casa otra vez.
El Coronel no tenía quién le escribiera. Tal cual. Como tú, que no tienes
quien te espere a la llegada de un viaje. Aceleras el paso con forzada
confianza y la mirada lejos, evitando el cruce con otras, evitando la envidia
de los abrazos, evitando la bienvenida. Contienes con profesionalidad entrenada
la decepción y el desconsuelo.
El más salado de los viajeros saluda a la afición con una sonrisa y cara de
emoción, manos arriba, brazos en alto y abiertos al abrazo. El público que está
esperando piensa mira que bien, le han venido a buscar. Pero está
saludando al tendido. Por agradar y por sonreír. Eso es categoría humana. Se dirige
a coger el metro. Va ligero, sin culpa.
Se nota el que sabe. Para viajar hay que ir guapo, elegante, cuidado, como
cuando vas al hospital. Preparado. Es una especie de gesto de respeto al
viajero, como al enfermo. Por el aspecto, si estás un rato en llegadas empiezas
a emparejar. No les hace falta cartel de identificación, sabes quién es de quién.
Además, eso de que no funcione la
megafonía del aeropuerto es un inconveniente. Podrían decir en la
Sala 10 empiezan a salir los pasajeros del vuelo de Iberia procedente de Paris,
o el de Aeroflot, un suponer, procedente de Zagreb. Encima como
nadie pregunta, estás mirando a ver si
viene quien tiene venir con la inquietud de que no te vea. Si encima querías
dar una sorpresa, te la puedes llevar tu si se te escapa y se va a casa. Cariño,
ya estoy aquí y tu con la mirada fija en las dichosas puertas y en el panel
que indica el estado de los vuelos. Mierda.
Y es que en las recepciones hay mucho amor. Porque esa separación que se acaba en el andén, en la sala de llegadas, a pie de pista ¡qué tiempos!, esa separación que fue, que es física, que es real, da mucho espacio y tiempo para pensar. permite elaborar, reconstruir ciertas zonas de uno mismo que la costumbre o la pereza hacer olvidar. Aunque la vida puede seguir discurriendo en directo a pesar de la distancia, hay vivencias distintas de los que se separan, aunque las compartan. Vivencias que unen o alejan. Dan ganas de. Ir a la sala de espera del aeropuerto o a Atocha, Chamartín, solo por dar una alegría a alguien. Nunca se sabe.
12/08/2022
ESOS DESAYUNOS DE ATREZZO
Ni soy la primera ni seré la última en haberme fijado en eso. Pero llevo una racha en que me faltan canales y no tengo bastante con Netflix, Amazon Prime, Movistar. ¡Lo que he visto!
03/08/2022
Y AHORA LA PRESBICIA
¡Ay presidente!. Que no nos deja día sin tuit. Es estupendo. ¿Quién decía que en verano no hay noticias? Se llenan los mentideros de comidillas. Cada jornada, un titular. Tenemos de gobernantes a aficionados a la primera plana. Y así nos va. El periodismo está on fire. Se suben jornalistas que no jornaleros a las tribunas para cantar los juegos, set y partido. No hace falta leer a Tintín para coger afición al mundo del Telediario. Porque al final lo que importa es la noticia, quien lo cuenta, como lo cuenta. La verdad es irrelevante. Reivindican algunos la vuelta a la carta de ajuste. Para evitar abusos de información, de distorsión, de opinión. Menos mal que nos queda el amor y el humor. Menos mal que nos queda la amistad y la paciencia. Menos mal que existe el refugio de la familia, del hogar. Menos mal que nos queda dónde ir. Menos mal que tenemos ese rincón donde llegar y estar a gusto, en paz. Menos mal que nos queda Portugal.
Un señor de pelo anaranjado, que ya no manda tanto como antaño, allá entre el Pacífico y el Atlántico, truena, altavoz en mano, que con él el ruso y el ucraniano no hubieran llegado a las manos. Y si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta. ¿Cómo no le da vergüenza? Se ha destruido un país, están matándose entre vecinos. Se queda tan pancho. Como Pancho y sin corbata se queda el otro, recién salido de una reunión mediterránea, desde esa isla que eligieron los Reyes para el descanso y entretenimiento estival. Nos dice el supuesto de Palacio que nos graduemos la vista. Ole. ¿Nos está llamando cuatro ojos, presidente? Mira que a la salida te espero. ¿O acaso nos advierte, cándido, como su rubia compañera de confidencias y asiento azul, que hemos llegado a esa edad en que hemos de cambiar o añadir lentes a nuestro atuendo porque la longitud de brazo no es bastante para la lectura? ¿Nos está llamando viejos, presidente? ¡No! Es una metáfora. ¡Que viva el optimismo! Esto no es optimismo, presidente, es ceguera. Yo no quiero optimistas, quiero realismo y gente positiva, sí. No ilusa. Para ilusiones ya manejo las propias que el sueño me antoja.
Aquí va todo de chulería. ¿Que los datos son malos? dos opciones se barajan: buscar culpables y ser un acusica, con corte de cabezas incluido. En los despidos y dimisiones forzosas tienen preferencia los menos amigos, los menos fieles, los no soldados- A la sazón profesionales, apolíticos, culpables de honestidad. La otra opción es defender territorio a base de llamar tonto al resto del mundo. Eso sí, con condescendencia, con ese estilo de falso sacerdote que desde el púlpito monserga al pobre mortal con inopinados argumentos. Que cambiemos de gafas, dice ahora. Que depende, que según como se mire todo depende. Está tocando muchos palos presidente, tiene enfadados al gremio del textil con el mensaje de las corbatas y a cambio contenta al de los ópticos con su última ocurrencia. Solo le pido presidente que no se ponga usted las gafas de no ver.
02/08/2022
PRESIDENTE, LAS MINISTRAS NO LLEVAMOS CORBATA, AUN
Mientras hablamos de la solemne tontería de quitarse la corbata nos saltamos la letra pequeña. En el fondo está lo más "güeno". A saber. Pero a mi lo que más me sorprende es que se opte por el castigo y la imposición para remediar las trabas o dificultades que la vida nos pone. Así no se llega a ningún lado. Se trata de enfrentar con alegría, y resolver, y mejorar. A pesar de la esforzada sonrisa del Presidente cuando señaló con ambas manos, índices juntos, su cuello libre; la realidad es que resolver los problemas a base de prohibiciones y reprimendas es, desde mi punto de vista, la solución menos inteligente. Con el debido respeto. La búsqueda del culpable, conceder el protagonismo al inspector, al recaudador, todo eso suena a reyes antiguos enterrados en oro y extenuando al pueblo con impuestos, sin crear riqueza. Porque al final, se trata de eso, de crear y de avanzar y de ser un poco más felices, un poco mejores. No se trata de culpar ni sancionar, ni ahorcar convictos. Se trata de crecer. Pero una manera de ver las cosas es el envés de la otra. Son incompatibles.
El gesto sin gracia con sonrisa yanqui de mostrar el cuello libre del presidente me parece hueco, tonto, insulso, vacío, inútil. El colegueo de hacerse el gracioso lo encuentro vacuo. No es simpático. No tiene gracia. ¿Quién no se ha quitado la corbata alguna vez? ¿Quién no ha soltado tal prenda de adorno, especialmente masculina, consistente en una banda larga y estrecha de seda u otro tejido adecuado, que, colocada alrededor del cuello, se anuda o enlaza por delante dejando caer sus extremos sobre el pecho, aflojado el nudo, o sin más retirado con alivio al acabar un acto, la propia boda, al avanzar la noche, al llegar el baile? Esta manía de meterse en nuestra vida privada que tienen algunos gobernantes, de decidir nuestra vestimenta, el calor o el frío que debemos pasar en el hogar, me inquieta. Estoy a favor del jersey en casa en invierno, sí. Y de no necesitarlo en el cine en agosto, también. Encuentro absurdo que en invierno se pasee en pelota picada el personal por casa no por vicio sino por asfixia. ¡Que vuelva el esquijama para dormir en los días fríos! sin llegar a tener que planchar las sábanas y necesitar las bolsas de agua caliente para calentar la cama, estoy de acuerdo con racionalizar la calefacción y el aire acondicionado. Me hubiera gustado oír de planes de reforestación, idear ciudades con sombra; conseguir edificios que, a base de imaginación y persianas, toldos de lona, precisaran menos del uso del aire acondicionado o la calefacción. No hablo de entelequias. En los pueblos del sur se encalan las casas para conseguir que estén frescas en verano. Los muros de las viviendas del Pirineo preservan la temperatura interior. Las ventanas, agujero de frío, se minimizan, castigando las vistas. Vivimos en una península calurosa, que antaño se podía recorrer de norte a sur sin tocar el suelo, cual varón rampante. Ya vinieron los romanos e instalaron acueductos y vías de agua. Ya se ocuparon los árabes de refrescar los patios, de instalar umbrías. Y nosotros, dos mil años después, nos dedicamos al crimen y castigo. O a la insurrección. La presidenta dice que ella no apaga la luz. Chulería chulesca.
No es eso, maestro, no es eso. No es el individualismo, no es un yo hago lo que quiero en mi casa. El presidente aclara, que en lo que se refiere al mundo privado no van a intervenir. Solo mentarlo me parece peligroso, huele a que a alguien se le ha ocurrido. No es la solución la recaudación a base de la fiscalización por incumplimiento. No es eso. No es eso. No es eso. No es que paguen los ricos. Hay mucha envidia en esa frase. No es eso.
¿Dónde está la imaginación? ¿Dónde el premio a la innovación? ¿Dónde está la solución? Vamos a avanzar y dejar de enmarañarlo todo. Vamos a hablar. Vamos a crecer.