Escribo esto para ver si llamo la atención de Javier Marías. Hijo de
Julián. Nunca se sabe. Por si me lee. Yo te leo. Me declaro admiradora, sin tener el
corazón tan blanco como debiera. Él escribió hace mil años un artículo sobre
palabras que le hacían dejar de leer un texto, entre ellas estaban los
"palabros", es decir, apaños que hemos hecho con palabras que hemos
medio incorporado al lenguaje mal traduciéndolas al español, cuando, para más
inri, existe una palabra en español que significa exactamente lo que queremos
decir. Escribió, como muchas otras veces, lo que a mi me hubiera gustado decir,
pero estupendamente.
Dejo aquí un enlace a su artículo porque él lo dice de maravilla. Javier Marías: Palabras que me impiden seguir leyendo | EL PAÍS Semanal | EL PAÍS (elpais.com) Habla de palabras y expresiones de moda, que de pronto todo el mundo usa. A mí se me ocurre "tiene la cabeza muy bien amueblada". Yo entro en resonancia cuando lo oigo. (Quizá esté mal dicho, también, eso de entrar en resonancia. No sé.)
Por eso, por si me lee Javier Marías, he llamado MANIFIESTO/MANIFEST a la
última bobada que se me ha ocurrido escribir. Porque Manifest es el título de
una serie que me ha recomendado una de mis hermanas. No lo han traducido, como era habitual hace años. High Noon: Solo ante el peligro. The
Shawshank Redemption: Cadena perpetua. Sus razones tendrían entonces.
No me extraña el éxito que está teniendo Manifest. Engancha. No sé si es buena o
mala. Engancha si superas el primer capítulo de desconcierto. Al principio te desorienta, no sabes si es ficción, una fumada o una solemne tontería. Con este afán clasificatorio del ser humano saltan los resortes de la prevención, el pudor: no vaya a ser que veamos algo que esté en contra de nuestras convenciones. No sabes si va a aparecer Batman de entre los cielos o los personajes se van a volver azules y les van a crecer las orejas. Yo no conozco al director, ni al guionista. Eso no quiere decir nada. Los actores, para mí, son grandes desconocidos. Dato irrelevante también. Quizá algún
secundario me suene más que los protagonistas. Se llama Manifest porque trata
de los pasajeros de un vuelo. Lo que en español llamaríamos "lista de
pasajeros". He visto en la RAE que una acepción de manifiesto es
"Declaración de las mercancías que se transportan, a efectos aduaneros o
administrativos". Así que, Javier, puedes seguir leyendo. Aún no he
cometido ninguna tropelía.
El caso es que la serie se canceló en el 18. Sí. No daban un duro por ella. Y ahora ha sido un éxito que nadie preveía. Normal. Camisetas con el logo de la A con el avión atravesando el tiempo y fans universales pidiendo más. Normal. Porque después del COVID hay algunas cositas que sí han cambiado. No para bien, han cambiado. Esta serie le viene al pelo al desamparo, a la desazón que acompañó a los días de encierro, a la incertidumbre del cerrojazo, a la soledad en medio de tanta gente. Esos días en que no nos quedó más remedio que mirarnos, incluso a los que no se miran nunca los hemos tapado bien, apretando la arena, porque el COVID no ha existido.
Y aquí llega la oportunidad del cine, ¿una casualidad? Nada es casual, todo ocurre por algo: De una idea genial y antigua salen miles de historias. Digo antigua porque lo del Triángulo de las Bermudas tiene canas. Y esta serie, mal que bien, coge ese hilo. No sé si será el puritanismo que subyace en la cultura de los Estados Unidos, creo que es una buena base.
El buenismo de los norteamericanos. Los abrazos. La fe. Hay un popurrí de mensaje subliminales detrás de la acción, aventuras y desgracias de la trama, de la que no debemos hacer caso omiso. En las entrelineas de esa peli no hay otra cosa sino un planteamiento de la fe, de la existencia, de luchar con poderes desconocidos, de reconocer y dudar de la existencia de Dios frente a la ciencia, de enfrentarse incluso al destino. Hemos perdido los seres humanos el instinto. ¿Qué te dice tu estómago? ¿Qué sientes? Se nos ha olvidado un poco sentir, con las prisas, con la cantidad de cosas que tenemos que hacer. En la serie en cierto modo atacan a ese nudo gordiano. Pero todo muy enrevesado. Sí. Muy a lo yanqui. Transformándolo todo en aventuras y superhéroes. Pero el público ve lo que quiere, e interpreta lo y como le da la gana.
El protagonista, que se pasa cuatro años sin currar y su mujer
está lampando también. No hay problema. Es capaz de cambiar de coche tres o cuatro veces en dos años, pero no vehículos destartalados, ¡no!. ¡Cochazos!. Va de
vez en cuando a la universidad a dar una clase, pero vamos, cada tanto. La familia vive a todo trapo. La hermana, que es poli, y para una que trabaja, de pronto
le da una ventolera y lo deja. Considera que éticamente no puede seguir siendo
policía. Si, si a mi me parece bien, estoy de acuerdo. Pero su marido tampoco tiene ni oficio ni
beneficio. Han tenido suerte con una herencia. Vale. El caso, que es poco creíble, son las cosas en las que yo me fijo, hasta que alguien me dice "es una peli mamá". Es verdad. El protagonista se pasa el
día salvando a la gente. Son buenos, pero buenos, buenos. Se quieren todos una barbaridad.
Entre los padres, los hijos, los hermanos, conocidos, todos. Un amor de esos de los de
verdad. Que se lo están diciendo todo el rato. Se enfadan y se apañan sin
solución de continuidad. Encima, la trama ocurre en Nueva York, y en un mismo
día, se ven en casa de uno, en casa de otro, en la comisaría, en el hospital.
no tardan nada, en un “pispás”, voy para allá. ¡En Nueva York! Yo flipo. Si
Nueva York es enorme. ¿Cómo les da tiempo a tanto?. "Es una peli, mamá"
Pero en el fondo, ahonde señor cura, que en el fondo está lo más bueno. En
el fondo ¿qué? Seguimos buscando respuestas. Hemos perdido la capacidad de notar la
energía, vibrar, hemos dejado de escucharnos con tanto ruido y nuestras habilidades son
reemplazables por un aparato. Encorsetados en modos y costumbres seguimos adelante ¿hacia donde?. Estamos ocupadísimos, con muchísimo lío, trabajo, quehaceres, sin tiempo, cansados. Vivimos inmersos en noticias y acontecimientos en
los que no tenemos capacidad de maniobra. Y queremos implicarnos en todo. Nos
duele la guerra en Europa, nos duelen los actos terroristas que se expanden por
el mundo. Nos duele el hambre en Sudán, en Etiopía. Nos duelen las dictaduras.
Nos duelen las injusticias. Nos duele el virus, la pandemia. Las catástrofes lejanas
y locales. Pero nos hace falta algo. Algo más. Lo que tenemos en casa, de lo
único que realmente nos podemos ocupar, ahí está lo que importa: lo que está a nuestro
alcance. Y es lo que descuidamos elevándonos a las alturas. la diferencia entre preocuparse y ocuparse.
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