Ni soy la primera ni seré la última en haberme fijado en eso. Pero llevo una racha en que me faltan canales y no tengo bastante con Netflix, Amazon Prime, Movistar. ¡Lo que he visto!
Vamos a ver, ¿nadie les dice a esas madres tan consideradas....? que lo
dejen. Esas madres, tan madres, que han preparado un desayuno opíparo en la
consabida cocina americana de verdad, gigante. Envidiada encimera, flores en las ventanas, con su tele en la que salen las noticias
subtituladas con un fuego detrás, los daños debidos a un terremoto, o gráficas
del IPC, descenso de la bolsa, en fin, el día a día. Esas madres que están
guapísimas y macizas, con la casa limpia desde primerísima hora, listas para salir pitando a la oficina o a
vender casas, como ejecutivas agresivas que son. Esas madres de falda lápiz,
labios carmín colorado e infinitos tacones. Esas madres de uñas impecables de
manicura francesa han preparado tortitas, en torre, han pensado en todos los gustos, chocolate, chantillí, mermelada, azúcar glas; han exprimido naranjas hasta agotar el automático del genial exprimidor; han horneado galletas, que del horno han sacado con manoplas. Me llega hasta aquí el aroma de esa
cocina; aquí, sumida en la España del mollete con tomate "estrujao" y aceite de oliva
virgen, con su ajo y su tó. Me llega hasta mis 40ºC a la sombra de este estío de churros
y jeringos. Me llega hasta este bar de café en vaso, que te quemas, servilletas que no secan y un desayuno que me chupo los dedos y una compañía. Me llega el olor del sueño americano. De las casas de varios salones, garaje, trastero y jardín y la
soledad que imagino asociada a las distancias, tan verdes, tan impolutas. Me llega ese aroma que añora todo españolito de a pie. ¿Y ellos qué? La niña adolescente vuela bajando las escaleras con los cascos puestos y se bebe el zumo de pie.
El padre, que baja con el pelo mojado, la camisa por fuera y
anudándose la corbata, le da un beso al aire a la santa esposa y se bebe el
café en movimiento. Que uno piensa ¿no se quemará? Siempre está a la
temperatura perfecta, por lo visto. Y los mellizos, ¿qué? El padre cariñoso les
ha despeinado en un gesto que ellos tratan de esquivar cada día porque luego les
regañan en el cole. Los mellizos con sus carteras sin cerrar llegan los
últimos. Beben a morro de una botella de dos litros un trago de leche, frente a
la nevera abierta, en plan eficacia energética. Meten el bocata envuelto en
papel de plata donde les cabe y cogen una galleta cada uno, que muerden y
sujetan con los dientes mientras se anudan los zapatos y llenan la cocina
impecable de migas. Y la madre tan pancha. Se queda sola después de ese
terremoto que ha debido durar un minuto. Sola con las tortitas, un litro de
zumo recién exprimido, cinco huevos pasados por agua, sola. Y no se inmuta. Lo
que nunca se ve es qué ocurre después. Vamos. Es nunca peli. Ya. Pero es una imagen, será por algo. Si eso pasa en España, si se lo haces a
tu madre y ya te digo yo que mañana no tienes desayuno. Te has llevado un pescozón como poco. Que vas a echar de
menos la mesa puesta. Si eso pasa en España ya te digo yo que esa madre entra en cólera.
Que no sale ni Blas de esa casa sin haberse zampado hasta la última galleta. Estén como estén. Y las tortitas como si te rompes un diente. ¿Cómo no las temerán?¿De qué pasta están hechas esas madres americanas? Por no
hablar de cómo tienen ese tipazo después de zamparse los restos de la familia. Porque harán eso, digo yo. En las pelis se lo comerán los secundarios, pero en la realidad, a la madre, que es la última en salir, no le queda otra.
Eso, y las noches románticas. Solo una americana es capaz de despertarse después de una noche de amor, enfundarse en la camisa azul Oxford de él, que le sienta de maravilla. Se adivina la pasión y ausencia
de ropa interior. En plan comando, así, para entendernos. Solo una americana en
capaz de levantarse con el olor del bacón reciente, un par de huevos fritos y
un humeante café de Colombia, darle un casto beso de puntillas al hombre en
cuestión y después de alabar el detalle, pirarse con prisa a la ducha porque la
llaman del hospital, una urgencia; el detective jefe, un secuestro; cualquier
cosita. Y esos hombres siguen queriéndolas, y preparando con amor y esmero el
desayuno cada día.
Digo yo que esta imagen de los desayunos sin comer es un insulto a la
inteligencia. Me parece más increíble que cualquier actuación de MARVEL,
Superman no tiene tantos poderes, Bond, James Bond, tampoco. Los super héroes
alcanzan trenes en macha, se cuelgan de helicópteros, Saltan de un descapotable
a un camión en marcha en plena persecución. Todo eso por salvar el mundo. Pero
nunca, nunca, dejarían de comerse un desayuno así. Dando un mordisco a una
tostada y dejando el resto. ¿Pero quién ha educado a esta gente? ¿De dónde han
salido? Y si no es educación ¡instinto señores! ¿qué animal es capaz de recién levantado obviar, de no ver siquiera, no oler, un desayuno pantagruélico? Ya no digo por amor, por supervivencia o miedo a las consecuencias.
Me imagino que esas mujeres no no se dejan caer en la depresión de los 20kg de mas en tortitas, porque viven del qué dirán el resto de sus vecinas cuando aparezca en el mall para hacer la compra del desayuno siguiente. Se conforman con beberse una jarra de "mimosa" con el zumo sobrante 😂😂😂
ResponderEliminarjaaaa
EliminarPues eso que tú dices,americanos
ResponderEliminarole tu madre y ole tu tía :) jaaa
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