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29/08/2022

¿A QUIEN LE IMPORTA?

 

Es torpe el mensaje del llamado ministerio de igualdad. Esa foto en plan anuncio de colacao con unas señoras que teóricamente están avergonzadas de su cuerpo y deben de dejar de estarlo e ir a la playa. Parece una imagen de los ligones de suecas de los setenta. Si bien es cierto el problema de canon de belleza y las trampas de las tallas. Esa talla única imposible, por ejemplo. Absurdos que ayudan a la anorexia y la desazón a nuestros adolescentes y no tan adolescentes; esta gente del ministerio no se ha pasado por la orilla, por el Levante. Por el sur. Por el norte, donde, salvando las distancias que el buen gusto y la estirpe mantienen, especialmente en rincones elegidos, el espectáculo en la arena es el mismo. ¿A quien le importa? Intentan buscar un problema donde no lo hay. Encima, lo etiquetan de violencia sexual, al tiempo. No es eso. La violencia, la discriminación, el desprecio, el sexismo, el maltrato, el bulling, existen y hay que ocuparse y educar para que no ocurran. Pero ponerlo al nivel de exhibir vergüenzas en el mar, para mí es no sólo una estupidez si no que una burla al problema real. 

En la playa los estereotipos son los de siempre. Y las vergüenzas desaparecen. Yo recuerdo a mi madre, que en invierno y de diario tapaba sus carnes extras, usar biquini a mucha honra en la arena. Que no es no mismo la arena que la loseta o el césped. Decía que el sol y el mar eran buenos, cuanto más carne esté al aire, mejor. ¿Excusas para el destape? Es posible. A nosotras nos tuvo con la conocida como parte de abajo a pesar de nuestro deseo de usar triangulitos para cubrir nuestro cuerpo plano de niñas. Además, te secas antes, no tienes la tripa mojada que deja el bañador, malísimo para indigestiones. 
Y es que en la playa cada uno hace lo que le da la gana. Gracias a Dios. No es que no se mire. No. Que cuando pasa una tía buena le tienes que dar un codazo a su chico porque se le pegan los ojos a las curvas. Sí. Que cuando pasa un cuerpo bombero disimulamos entusiasmo. Pero cada uno va como quiere. Y salvo guardianes frustrados que adoctrinan regañando al que tira papeles, fuma, a la que hace topless o al que le molesta sin más; salvo ellos, la gente va a la playa desinhibida. Porque el mar tiene esa propiedad mágica de imbuir un todo me da lo mismo. Se ven bañadores turbo que ya no se encuentran en los comercios, tetas al aire, triporras bamboldantes, celulitis sin control, calzones arremangados. Culos en la arena. Y cuerpos en jarra. Con postura de padre, observando. Están pensando si bañarse o no. Cada uno nada como puede. Casi parecemos anglosajones o miopes, de esa indiferencia por el aspecto del otro.  Que quieres ir monísima, ole tu. Pareo a juego con el bañador. Piernas contorneadas y sonrisa Profident. Y tú, con tu polo y tu bañador de bolsillos. ¡Enseña tableta, cuerpo serrano! Da un gusto al público. Las hay asquerosas de flacas, buenorras, envidia cochina. Las hay flacas de enfermedad. Blancos, morenos, cangrejos de más allá del Cantábrico. Embarazadas en bikini, luciendo lozanía. Tabla rasa. Este estado de semi desnudez iguala mucho, salvo cuando se abre la boca, claro o en cuanto empiezan los aderezos de sombrilla, nevera y aperitivo. Ahí empieza el alboroto. 


1 comentario:

  1. Nos cuesta demasiado dinero mantener tanto majadero

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