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30/12/2022
MENDIGOS DE AMOR
28/12/2022
HIPNOSIS
24/12/2022
HE ENGORDADO TANTO QUE HE CAMBIADO DE TALLA DE ZAPATOS
La suegra contaba que cuando volvió de ser oper (au pair) en la Pérfida Albion o territorios anexos... Abro paréntesis, no entiendo la lógica de que la Real Academia de la Lengua admita en el diccionario palabras como micromachismo, pichichi y portuñol; conspiranoico, copiota; agioscopio, sobrevenido, traslaticio y deje fuera otras, como au pair; baby sitter está admitoda. No puedo aguantarme. Me parecen, algunas, una estupidez soberana. Sin ir más lejos: copiota y pichichi. Pero son cosas mías. Por cierto, lo de copiota es como decir "se vale". Muy rancio, muy antiguo. Descubro con asombro que existe "espanglish", ojo, con hache. Sin embargo no existe itañolo. Bueno. Desde mi punto de vista, esto: ni limpia, ni brilla, ni da esplendor. Las palabrejas mencionadas, por lo visto, son cosa del erudito tristemente fallecido Marías, con quien tanto me enfadaba y desenfadaba ¡y que él se haya ido sin enterarse! Cierro paréntesis. ¿Por qué no se admite "oper"?
El caso es que la suegra, se fue a algún país de habla inglesa en un arrebato de independencia de su juventud almidonada, a cuidar niños. Se echó la manta a la cabeza y se separó de todo lo conocido y comodo, durante un año. Sin conocer bi el idioma ni a la familia con la que iba a vivir. Al volver, decía que había engordado tanto que le rozaban los muslos. Poco me parece, yo he engordado tanto que he cambiado de talla de zapatos. En mi caso es una catástrofe, si ya es difícil envkntarnun zapato mono del 42 no digamos.de una talla más. U dos. Y es que lo de engordar tiene efectos secundarios devastadores y desconocidos para el que no lo padece. Esos flacos, a quienes molesta tal calificativo, para mí el mejor de los piropos, esos flacos, delgados, que yo desnuda gano mucho, no saben lo que pesa una barriga ni que les rocen los muslos al andar, ni que no te puedas vestir más que como Demis Roussos
Desde no verse los pies, por grandes que los tengas, al agotamiento en cuanto echas un pie a tierra. Y es que la mochila que se traslada cuando se engorda, si la equiparas a tetra briks, son unos cuantos; tantos, que yo no sería capaz de volver del Mercadona con ellos en bolsas.
La suegra adelgazó y olvidó el idioma inglés, que le volvió automáticamente con el nacimiento de sus nietos. Decía "napies" a los pañales y "pasifaer" al chupete. Igual que recuperó la alegría. En estos días tan señalados no se puede uno castigar con el ayuno. No me puedo perseguir con calorias ni sandeces. Toca disfrutar de los parientes que están y recordar a los que se fueron, incluso, a los que se recortaron de las fotos. El efecto guillotina es fulminante. Nada de photoshop. Hace falta una dosis grande de paciencia, pero sobretodo, alegría, para que se enciendan las luces. Eso sí, de la cara no me quejo, ni una arruga me queda.
20/12/2022
MI MADRE ME QUIERE SEGUIR EN TIKTOK
19/12/2022
UN VINITO
Mi amiga Angelita es abogado de reconocido prestigio, con fama de pertinaz en los jugados. Mi amiga Angelita es de las que acaba el juicio, recoge, se deshace de la toga, saluda, procede como sea oportuno con defendido, señoría, y demás letrados y se despide rapidito. La encontrarás en una terraza, cerca de los juzgados, saboreando su Marlboro y un Rioja con unas aceitunas. Sola. En su mundo. Casi no le hace falta ni lectura. Disimula mirando algún dispositivo. O no. Es su momento. Mi amiga Angelita es menuda y muy discreta, lista como el hambre. Provista de recursos y ocurrencias para dar y tomar. ¿Cómo no la temerán?
Sin embargo, Iñigo, su marido, no se sienta en un bar solo ni para tomar café. A Andrés, en cambio, la soledad en los bares le importa un comino. No busca socializar. Cuando viaja, selecciona en seguida, no solo establecimiento, si no la mesa, siempre mirando a la puerta, lejos de ésta y de los baños. Y algún que otro capricho que se le antoje. Va solo siempre. Toma café. Trabaja. Le encanta hacer de los bares su despacho provisional. Come. Se toma un vino. Cena, normalmente en el hotel, solo. Aunque conozca a la mitad de los alojados porque ha viajado a Tombuctú a un congreso de dedales, él se las apaña para bajar a deshoras y no coincidir con nadie. Ocupa la mesa con bártulos y espanta a los sociables. No es huraño. Le gusta su momento. Sus cositas. Ea. Me voy a tomar un vino, a mi aire, en la terraza, con un pitillo, que ya toca. Bimbo me acerca la pelota, no ve el momento de salir.
18/12/2022
NO ES BUEN DÍA
Después, las cosas se han complicado. Hacía frío, o calor, no me acuerdo. Lo cierto es que estaban apagadas las luces, por mucho que avanzara la mañana. Ese sol cobarde de invierno que no era capaz de atravesar la espesura negra de las nubes cargadas que amenazan tormenta desde el oeste. No llovía, o sí, no lo recuerdo. El agua de la ducha quemaba, o salía fría, no recuerdo.
Se me ha juntado el desasosiego en el estómago. No tenía hambre, o sí, no me acuerdo. He tomado un café, y estaba muy fuerte, o "aguachirli", no me acuerdo. Quizá se había acabado el café, ¿o era te?. O no quedaba leche, o sí. No me acuerdo. El caso es que se me ha enganchado la pena en la parte alta del estómago, en la boca, y ha subido deprisa por dentro. Me atenaza sin aviso, la garganta, el cuello se hace árbol. Me recorre en un escalofrío, por los brazos, y de los dedos me saltan chispas. Se me tapan los oídos, se me llenan de lágrimas los ojos sin que pueda hacer nada para evitarlo. ¿por qué? ¿por qué? Aprieto los dientes, me levanto, ando, corro, y la pena me sigue. ¿Por qué? ¿Qué ha pasado hoy? ¿qué, de especial? ¿Qué, distinto que ayer o mañana? ¿O es eso? Que no hay nada diferente.
Temo que sea una señal, temo que algo malo vaya a suceder; entonces la angustia se centra en la laringe y no puedo ni tragar mi propia saliva. Es un torbellino mi interior. Me estallan los oídos. Una cascada de miedo desemboca en mis sentidos. No estoy enferma. Es la angustia. Debo domarla, no dejar que cristalice en mí. ¡Demonios! ¿De dónde viene? No pasa nada. Me miro desde otro lado, muy lejos, para buscar distancia. Me quedo pegada a mi misma, sufro de adherencias múltiples. Un asa intestinal, se me ha hecho un nudo, literal. Salgo a trotar, como un caballo, libre, por las aceras mojadas de Madrid. Que este musgo no me haga patinar. Dios. ¡Que no me caiga ahora! Porque no voy a saber levantarme.
¿Qué ha desencadenado este desastre? No lo sé, una foto, una noticia esquiva, la Navidad, un gesto del portero o el taxista, la cajera del súper. Todos han sido amables. Mi cabeza da vueltas. Estoy centrifugando. Ya no puedo parar. ¡Todo vuelve a empezar! En el jardín del Sorolla no hay nenúfares de los que hablar en mis poemas. Papá, padre, madre, mamá, todos los que os habéis ido. ¿Dónde estáis?
No quiero irme de compras ni pintarme los labios de rojo. No quiero un vinito ni una copa. Quiero estar bien ya. No puedo más. Me he puesto guapa, muy limpia y muy peinada. Muy aseada. Tacones y vestido. Las joyas de mamá, las uñas rojas y el abrigo de visón. La gente se vuelve a mirarme porque dejo un rastro tormento por la Castellana. Se dibujan los meandros, buscando cota. No llueve. ¡Es devastador el daño que puede hacer la mente a veces! Y maravilloso lo que construye otras.
10/12/2022
VOY A SUSPENDER
Hay gente a la que le encanta ponerse la venda. Y suelen encontrar almas cándidas que les ceden sus hombros y sus orejas, y les abrazan. Seres generosos, con su propia historia, de la que no se quejan. Ese sufrimiento anticipado, cuyo objetivo es, que si luego todo sale mal, tu ya estabas preparado. No. Nunca se está preparado. Es igual que la tristeza preventiva. Por muy triste que uno viva la vida, mientras no tiene motivo; cuando el motivo viene, lo pasa fatal, mucho más fatal que todo lo que llevaba puesto en sus previsiones. De la misma manera sufrir por anticipado es una tontería. Otra cosa es ser un optimista alocado, tampoco. Pero si el vaso está a la mitad, puedes decir igual que está medio lleno o medio vacío, de ti depende, de mí depende.
Esos que van escayolados por si se caen, se rompen igual la pierna, porque la escayola del sufrir no protege de los golpes de la vida, ni de la muerte, ni del olvido, ni de catear un examen. Por eso me gustaría hacer una petición, a todos aquéllos que aseguran que van a sacar un cero y luego tienen un nueve, que sean prudentes en sus comentarios. Porque no puede ser que pienses que vas a suspender y tengas todo bien. De un cuatro a un cinco, vale. Hasta de un cuatro a un seis. Pero del cero al nueve, no. Igual que deberán ser prudentes los que esperaban un nueve, sacan un ocho y lloran de injusticia. Ojito, que yo tengo un tres, no me vengas con tus gilipolleces -con perdón-. Que todo es relativo, sí; pero hay rasguños y heridas. Líbrenos Dios de esos compañeros de clase, que luego lo serán de trabajo, que van por la vida sufriendo por adelantado. A saber cómo son en un juzgado, quirófano, como profesores, vendedores ambulantes, peones de hacienda, o revolucionarios.
Por decirlo suavemente: estoy hasta la coronilla de tanto dolor anticipado. Dolor inútil. Sufrimiento absurdo. Tanta energía perdida en la desgracia que se avecina. Por un lado, si viene, vendrá y ya puedes haber sufrido, que te vas a enterar cuando llegue. Por otro, en el sentido más práctico de la vida: ¿para qué? Y qué haces con todo ese dolor que has padecido cuando podías estar tan contento, no digo ya feliz. No tanto. Pero bien, sereno, disfrutando de tu trocito de tiempo. Porque cuando estás en modo tristeza preventiva o sufrimiento por adelantado, no disfrutas, no puedes. Y encima haces polvo a los demás. ¿Qué ganas? "Te lo dije". Como los pingüinos de Madagascar. Eso sí que es triste.
NO ENTIENDO
Me da la sensación de que se habla en unos términos que afectan solo a unos cuantos. Es decir, la malversación de fondos del estado tiene excusa según. ¿Según qué? No entiendo. Depende del fin u objeto de esa fechoría. No entiendo. Eso les afecta solo a quienes manejan esos dineros. Esos que, una súper ministra dijo un día que no eran de nadie. "EL DINERO PÚBLICO NO ES DE NADIE". ¿Cómo que no es de nadie? No entiendo. Pero sea de quien sea ese dinero, según un pesoista ilustrada, resulta que hacer el gamberro con él, no quieren que esté penado. Según. Quizá Doña Carmen, de ilustre apellido, quería decir lo que dijo. Quizá es lo que piensan todos estos gobernantes. No entiendo. Si los políticos hacen fechorías con ese dinero público que está ahí por arte de magia, no pasa nada. No entiendo. Conocemos todos empresas y personas que utilizaron dinero propio, no público, para protegerse del terrorismo en épocas convulsos y fueron castigados por ello. La manera de protegerse no se ajustaba a cánones de legalidad, cierto. Y merecido reproche. Por saltarse la ley. Recuerdo un gobierno que también fue semiencarcelado por luchar de manera muy poco ortodoxa, y utilizando fondos públicos (reservados) contra ETA. ¿Entonces? No entiendo. ¿Se puede usar dinero público para atentar contra la constitución, contra el estado? ¿Y dinero privado? Acaban de detener en Alemania a un grupo que pretendía un asalto al estado, con fondos propios. Si se hace con dinero privado es malo y con el de todos, no. No entiendo. Si se mete la mano en la hucha del estado para hacer cosas que están en contra de la ley, está uno exento. No entiendo.
Entonces, ¿se puede apañar la ley para que yo, que lo que quiero es comprarme una casita en Navacerrada, robe la pasta que necesito y no sea delito? Son migajas comparado con lo que se han gastado esos que se quieren ir de España y metieron la mano en la caja. Si hago eso, voy a la cárcel. ¿Verdad?
Por otro lado, tampoco entiendo que haya un límite a partir del cual un político deba explicar su enriquecimiento mientras su ejercicio dure. No entiendo. Una asistenta, si gana su sueldo de más de tres pagadores, tiene que contratar a una asesor fiscal para que hacienda no le haga pagar un dinero que no tiene. Y no porque lo derroche, es que no le da. Una empresa es penada por tener en plantilla falsos autónomos. A lo mejor, quieren ser autónomos. A lo mejor, no son falsos. No entiendo. Sin embargo un político se debe enriquecer con una cantidad superior a un cuarto de millón de euros para que se le exija explicación. Osea, que si su patrimonio aumenta de una u otra manera en más de esa cantidad a base de un dinero que no se sabe de dónde viene, alcachofa. No entiendo. 250.000€ es mucha pasta. No sé si son cinco años el periodo de "adquisición". Mucho me parece. El personal de a pie no puede usar billetes de 500 porque vienen de dinero negro, ha de pagar factura cuando le arreglan un grifo, para que el iva vaya donde tiene que ir y un político puede levantar 50.000 pavos al año sin que nadie le pregunte. Y sobretodo sin que Hacienda le haga una paralela y le cruja. No entiendo nada.
A mi me parece bien que se proteja al gobierno, sea del color que sea. Ser ministro del interior, eso no tiene precio. Alcaldes, ministros, parlamentarios, merecen un sueldo más alto que futbolistas y cantantes o cocineros minimalistas, de esos que no te dejan ni hablar cuando comes en su restaurante. Pero ese es otro asunto. Por 250€ hablo y fumo cuando me da la gana. ¡No fastidies! El caso, la cosa es, que no entiendo. De verdad.
08/12/2022
TRISTEZA PREVENTIVA
Cuando oigo la palabra melancolía, inmediatamente me traslado a un jardín romántico, como podría ser el capricho, o el escenario del amor entre Sabrina y el golfo señorito. La melancolía me lleva a un cenador, donde una mujer vestida de blanco y puntillas, espera y desespera, sentada en el quicio del murete que cierra el espacio, espera y desespera. No sabe si ha llegado el amor o quizá haya equivocado señales. La inquietud le devora por dentro y casi se olvida de respirar. La melancolía me lleva a sauces llorones que lamen la orilla. La melancolía me lleva a pies desnudos que aplastan el rocío. La melancolía me lleva al otoño. El campo tupido de curry, de castaño. La melancolía me lleva a lecturas de chimenea. La melancolía me lleva al olor del fuego y una manta de lana que cubre los pies descalzos. La melancolía me lleva al mar, observar las olas castigadas a no descansar nunca. La melancolía me lleva al cielo, donde las estrellas envían mensajes de esperanza. La melancolía me lleva a noches al raso, pidiendo deseos al espacio.
Y es que lo malo de la melancolía no es solo el ser melancólico que la padece, lánguido en su cheslón. Que bastante tiene con lo suyo. Pero ¿y quien aguanta al melancólico? Porque, poco se habla de él, cuidador, amigo, amante, padre, hermano. Poco se habla de ese que tiene cara de oreja y no hace si no ver como el melancólico se zambulle en esos periodos suyos de inmensa pena. Esas épocas de lágrimas y olvido, de tristeza preventiva hacia el futuro incierto. Del por si acaso, me tapo, aunque no haga frío. Ya vendrá, y es que el frío, como la muerte, viene, solo es cuestión de esperar lo suficiente. Devora el melancólico al amante y al amado, devora su alegría, su apoyo, devora su energía. Y lo sabe, y se acurruca un poco más entonces en ese espacio que conoce también, su escondite de lágrimas y oscuridad. Rechaza todo ofrecimiento de ayuda. Nada quiere, nada le vale. Si le animan a salir, se niega a hacerlo por miedo a qué habrá más allá de su refugio. Si no le llaman, hartos de negativas, son señales que corroboran su hipótesis. Si le hablan, no se siente capaz y si no le hablan, reafirma su soledad. Y esas razones que eran un escudo se vuelven motivo cierto de su estado de irremediable tristeza. Y el mundo ratifica su pena.
Está triste el alma de la reina del Misisipi. ¿Y el alma del rey? Sedimentos salados en la historia de una vida cargada de tristeza preventiva, que si se espera lo bastante, en vez de desaparecer, se queda sin adjetivo.
05/12/2022
HAY VIDA DESPUÉS DE TI
Hay un vacío que asusta, pero hay vida después de ti. Ni quiero llenar el vacio. Es una traición en sí, hacerlo desparecer. Mantengo esa fidelidad al hueco que dejaste. Sin capacidad alguna para alterar ese espacio donde sólo quedan ecos del recuerdo.
Hay mucha, muchísima pena, pero hay vida desde ti. Hace frío, sí, pero hay vida después de ti.
Poco a poco se llenan los rincones, que fueron tuyos y ya no lo son. Se llenan de nada Poco a poco los recovecos de la memoria que estaban poblados por tu olor, por tu presencia, por tus palabras, se han ido vaciando. Hace mucho que no estás. Pese a mi persistencia, al cabo prevalece el olvido. Y esos huecos se llenan de vacío. Como no podía ser de otra manera. Pese a mi pertinaz deseo de mantener el recuerdo, los días han pasado y aplastan poco a poco esos tesoros que yo guardaba. Esas palabras bellas, esos ojos, tu voz, tus atropellos. Todo lo he echado tanto de menos.
Poco a poco el tiempo acumula sedimento sobre el recuerdo. Y me da susto el olvido. A la vez que lo deseo, para que el dolor sea menos. Para que no sea tanto.
04/12/2022
LA LECHE QUE SE HA "DAO"
La situación siempre es la misma. De pronto alguien se pega un porrazo. De los buenos. Y otro es testigo. El que se cae, quisiera estar solo en el mundo y llorar a gusto, que le teletransporten a un hospital porque además del orgullo y la vergüenza, le duele hasta el alma. Lo ha visto entero: él mismo se ha liberado de su torpe corpulencia y desde un ángulo perfecto ha diseccionado en fotogramas el trompazo. En esa milésima de segundo que separa la situación de equilibrio del trastazo, se ha dado cuenta de todo; se caía: un adoquín roto, ese escalón que ha olvidado, el desnivel; la esquina arrugada de la alfombra; una hoja que el otoño ha desvinculado del árbol y tapiza, mojada por el rocío, la acera. El que se cae visualiza el trompazo antes casi de que empiece. Ese cordón suelto del zapato, la suela lisa que ha favorecido el patinaje, ese zapato inadecuado para el día. ¡Y zas! Tan largo como eres, tendido acabas, de bruces, manos en aspa. Nariz rota, mano escacharrada, codos espachurrados, húmero en trocitos. ¡Estoy bien, estoy bien!
Una vez en el suelo pasan las imágenes del sucesos, las viñetas animadas, que accionas con el dedo en la esquina del librito y reproducen el suceso. Del antes, del por qué, del durante. Es una actuación, dijo mi madre. El cuerpo mismo te dice que ya está bien, que como tú no eres capaz de ver y nombrar lo que es evidente, te lo tiene que decir él. Te frena, te zarandea; para que mires de una vez de cara a lo que te rodea, lo que te pasa. Tuya es la decisión de hacer caso o no a la advertencia. Si no, volverás a caerte, hasta que te pares.
Enseguida se acercan los espectadores, conteniendo la risa. Porque las caídas fortuitas siempre provocan hilaridad. Tú te has recompuesto, como si nada. No sabes dónde están tus gafas, la falda estiradita, que no se te vea nada. Una carrera en la media, es lo único que te preocupa. Eran nuevas. Un roto en el jersey que me habías regalado, tan suave, tan bonito. Sí, sí, estoy bien. En caliente solo te duele el orgullo. Pero el amable y dispuesto caballero que tiende su mano hacia ti, una vez calmado su instinto inicial que hace comedia del absurdo, insiste en ayudar. Tu sonríes, “estoy bien” y quizá te sangra la nariz, la rodilla derecha te late. Pero solo quieres salir de ahí, que nadie te haya visto, saltarte el último minuto.
Puede que no sea en la calle, sino llegando al cine, a una cita, una reunión. La cena, a la que en realidad no has llegado tarde, y además ya da lo mismo, la puntualidad se ha interrumpido con tu planchazo y los relojes se han parado. La sopa no se enfría. Has lanzado todos los papeles, se te ha abierto el bolso y tus secretos esparcidos sin pudor, están siendo cortésmente recogidos por los invitados. Si tienes tablas, quizá te retires un segundo y te atuses en el baño, y pasas el trago como puedes, ya te dolerá luego.
02/12/2022
EL SOL NACIENTE
¿Y esa alegría ante el golazo contra España en la
eliminatoria? Eso que fue un gol casi a traición. Un trallazo sin piedad. Si no
fuera porque de un mundial se trata, alguien hubiera tachado de abusón al
matarife. Eso se avisa. ¡Que me habéis pillado distraído! No vale. Poco se habla de la
estrategia japonesa. Esa capacidad para hacerse invisibles, camuflados de césped
y con la tensión justa en cada músculo, agazapados en un córner, en una línea. Corre
por sus venas la disciplina. Cinco minutos después, ¡zas! otro. Entre la algarabía
y el desconcierto por la duda de la validez no se puede sino admirar esa espera templada, mientras los expertos decidían desde todos los ángulos que las cámaras
permiten, si de tongo se trataba (fuera de juego lo llaman). El retraso en el
diagnóstico fue llevado con la calma de quien está preparado para movimientos
sísmicos que rozan los máximos previstos por Mercalli y Ritcher. Esa compostura impecable
del que anticipa el desastre cual león acecha en la sabana. Sin mover un
musculo, sin que el aire mismo que le rodea, note su sólida presencia. Ese
orden interior requiere una disciplina mental muy trabajada. Ante el resultado
de los súper tacañones, la explosión de pirotecnia del equipo. Esos brazos de
fibra pura que parecen a punto de reventar camisetas se juntan en un bloque de júbilo y celebración. Y en las gradas, más de lo mismo. Tras el derroche en la vestimenta, las caras pintadas, las banderas, dejaron el estadio como una patena. Organizados y con exquisita disciplina recogieron su alegría y se marcharon. Con respeto y pulcritud, la misma de la gheisa, de la ceremonia del té, del jardín impoluto que parece sacado de un cuento.
Poco se habla del color del pelo de los futbolistas de la selección nipona. ¿Será para distinguirse entre ellos? Oigo a una señora que le comenta a otra mientras hacemos cola en la pescadería. Un amigo mío de manos grandes y dedos de jugador de baloncesto, esto es, formando curiosos ángulos las falanges entre sí, me dice, para marcarles, vas listo, a ver cómo sabes quién es sin ver el número de la camiseta.
Fiesta en Japón, pequeño país, ojito con él. Que ya nos han conquistado el estómago, han desplazado la pasta y la pista de la comida rápida y se han colado en todos los menús de los restaurantes de lujo. Quien no sabe comer con palillos no tiene nada que hacer. Veremos cuál es la próxima conquista.
01/12/2022
CLAUDIA, SOY RODRIGO
Recuerdo un día de septiembre, tras el largo verano infantil, los niños fueron apareciendo por el parque. Hacía calor y Madrid estaba casi vacío.
El parque era su lugar de reunión, el de los niños. Se había dado la circunstancia de que un grupo de padres llevaban a diario a sus hijos a rebozarse en arena, tirarse por los columpios, jugar al escondite, aburrirse muertos de risa. La consecuencia es que no querían marcharse de su lugar de encuentro. ¿Hoy no vamos al parque? Como si del mismo Hyde Park se tratara. Cuatro acacias medio peladas aguantaban en el recinto vallado, con cuatro bancos de madera, papeleras rebosantes de restos de merienda y unos columpios muy básicos. Los mayores podían salir del recinto con el balón, Frisby, o motivo de paseo y conversación. La constancia y la complicidad entre los adultos hizo su magia y los niños se hicieron amigos, establecieron sus normas, ayudados por los padres con exquisita o bruta discreción, según. Y construyeron su pequeño mundo. Solo había chuches los fines de semana, salvo excepciones, que ellos tomaban como tales. Discutían la injusticia, pero aceptaban las diferencias. Ellos se organizaban los turnos, evitando abusos en los columpios. Ellos protegían a los pequeños y les defendían de los más brutos. Había padres excesivamente protectores que eran, poco a poco educados y aceptaban no inmiscuirse más allá de lo estrictamente necesario. Había padres en el chiringuito, dando berridos a distancia, borrachos de coca cola y pretendida autoridad. Abundaban las cuidadoras, nuevas niñeras o "chicas", unas pasotas y cotillas, otras funcionaban como un niño más, revolcándose y jugando como y con los niños de los que eran responsables. Al llegar la hora de retirada, a pesar del cansancio, los niños disimulaban regateando minutos de amistad, miraban por si sus padres estaban entretenidos, para seguir jugando. El cambio de actividad nunca es grato.
En el parque un día apareció un niño chino tan gordo que no se sabía si tenía los ojos abiertos o no. Fue motivo de pesadilla para más de uno. En el parque a Claudia le enseñó su amiga, tan larga como ella, a atarse los zapatos. También le reveló misterios de los que no tenía sospechas, relacionados con la Navidad y los dientes caídos. En el parque no había consolas ni móviles. Una niña de rizos dorados recogidos con lazos de raso. Uniformes con coderas cuando se fueron haciendo mayores, faldas remangadas. Niños de pelo largo, más que el de muchas niñas. Afinidades elegidas en libertad, en un mundo ajeno a estereotipos.
En el parque había familias numerosas, hijos únicos. Muchos iban merendados de casa. Botellas de agua compartidas, retando contagios, fortaleciendo inmunidades. Los juguetes se prestaban si se llegaba a un acuerdo entre dueño y peticionario con la condición de reembolso al día siguiente sin excusa. Ese era el trato. Sin clasificaciones de egoísmo para el que, por la circunstancia que fuera, ese día se llevaba su tesoro a casa. En el parque quedaban niños escondidos detrás de los bancos, esperando a que les encontraran. En el parque había marujeo y amistad. Yo, que tan poco frecuenté en mi niñez al parque, teniendo a mi vera uno que ahora es quinta; fui muy de parque, dejando de lado el desorden y la cena, que se apuraban mezcladas con los baños tareas. ¿Qué diría padre si supiera que la Fuente del Berro es ahora una Quinta? El parque de abajo, prohibido en mi infancia, es lugar de visita obligada, con los pavos reales, que cuando no les hacíamos caso, los había a montones y ahora están contados, machos y hembras. Las escaleras de huella de tamaño absurdo, en las que nos dejamos las rodillas, los patos de collar, la media luna, que debió ser en su día un cenador que albergó declaraciones y susurros; la cascada, mucho más elegante que ninguna del Retiro. Sí, la Fuente del Berro es Quinta. No así el parque de Chamberí, que no es ni parque. Pero lo importante son las personas. Como siempre.
Un día de septiembre, con cierta cautela, se adentró Claudia en el territorio casi vacío del parque. Conocía cada esquina, cada rincón, los muelles rotos y las maderas con astillas. El seto donde esconder los más preciados tesoros y la casita conde Laura se hizo novia de Juan, tenían ya tres años. Eran mayores. Los niños del parque se conocieron cuando aun llevaban pañales, y alargaron su infancia de escondites con sus lazos.
Un día de septiembre entró Claudia en el parque. Vio a Rodrigo en la casita, sentado, esperando a que llegara algún amigo, a que se acordaran de él. Tres meses son mucho a los cinco años, a los seis. Entró claudia en la casita, y sin saludar, le dijo “¿jugamos a papás y a mamás?” Rodrigo contesto “Claudia, soy Rodrigo” Y Claudia se llevó la manita a la frente, en un “es verdad” y se pusieron a hacer agujeros en la arena y a perseguirse, hasta que llegaron los hermanos de la casa azul, uno fue con Claudia, el mayor, se tumbó en un banco ella y él era el médico, el pequeño traía unos coches que Rodrigo y él estrellaron tirándolos por el tobogán. Llegó Juan, que será notario de mayor, con las rodillas al aire, como en invierno y todos se reunieron en torno a él, traía montones de historias. Apareció Felipe, le habían regalado una sillita para muñecos cuando nació su hermana pequeña, él la usaba para llevar el balón de fútbol. Cada uno es cada uno y cada cual con su cadacuala. Forzar la vida no tiene sentido. La vida tiene su propio guion. Deberíamos aprender de los niños. Ellos ven, miran dentro de los demás. Ni un jersey rosa hace femenino a un hombre ni un pantalón masculina a una mujer. Pendientes y juguetes, coches y muñecas, son mismo.