Hay gente a la que le encanta ponerse la venda. Y suelen encontrar almas cándidas que les ceden sus hombros y sus orejas, y les abrazan. Seres generosos, con su propia historia, de la que no se quejan. Ese sufrimiento anticipado, cuyo objetivo es, que si luego todo sale mal, tu ya estabas preparado. No. Nunca se está preparado. Es igual que la tristeza preventiva. Por muy triste que uno viva la vida, mientras no tiene motivo; cuando el motivo viene, lo pasa fatal, mucho más fatal que todo lo que llevaba puesto en sus previsiones. De la misma manera sufrir por anticipado es una tontería. Otra cosa es ser un optimista alocado, tampoco. Pero si el vaso está a la mitad, puedes decir igual que está medio lleno o medio vacío, de ti depende, de mí depende.
Esos que van escayolados por si se caen, se rompen igual la pierna, porque la escayola del sufrir no protege de los golpes de la vida, ni de la muerte, ni del olvido, ni de catear un examen. Por eso me gustaría hacer una petición, a todos aquéllos que aseguran que van a sacar un cero y luego tienen un nueve, que sean prudentes en sus comentarios. Porque no puede ser que pienses que vas a suspender y tengas todo bien. De un cuatro a un cinco, vale. Hasta de un cuatro a un seis. Pero del cero al nueve, no. Igual que deberán ser prudentes los que esperaban un nueve, sacan un ocho y lloran de injusticia. Ojito, que yo tengo un tres, no me vengas con tus gilipolleces -con perdón-. Que todo es relativo, sí; pero hay rasguños y heridas. Líbrenos Dios de esos compañeros de clase, que luego lo serán de trabajo, que van por la vida sufriendo por adelantado. A saber cómo son en un juzgado, quirófano, como profesores, vendedores ambulantes, peones de hacienda, o revolucionarios.
Por decirlo suavemente: estoy hasta la coronilla de tanto dolor anticipado. Dolor inútil. Sufrimiento absurdo. Tanta energía perdida en la desgracia que se avecina. Por un lado, si viene, vendrá y ya puedes haber sufrido, que te vas a enterar cuando llegue. Por otro, en el sentido más práctico de la vida: ¿para qué? Y qué haces con todo ese dolor que has padecido cuando podías estar tan contento, no digo ya feliz. No tanto. Pero bien, sereno, disfrutando de tu trocito de tiempo. Porque cuando estás en modo tristeza preventiva o sufrimiento por adelantado, no disfrutas, no puedes. Y encima haces polvo a los demás. ¿Qué ganas? "Te lo dije". Como los pingüinos de Madagascar. Eso sí que es triste.
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