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08/12/2022

TRISTEZA PREVENTIVA

¿Qué es la melancolía? "Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada."

¿Acaso no tiene mucho, patológico o no, de tristeza preventiva? Casi parece estar en otra escala, en un mundo paralelo al de la melancolía. ¿Pero que es la melancolía si no tristeza preventiva?

Cuando oigo la palabra melancolía, inmediatamente me traslado a un jardín romántico, como podría ser el capricho, o el escenario del amor entre Sabrina y el golfo señorito. La melancolía me lleva a un cenador, donde una mujer vestida de blanco y puntillas, espera y desespera, sentada en el quicio del murete que cierra el espacio, espera y desespera. No sabe si ha llegado el amor o quizá haya equivocado señales. La inquietud le devora por dentro y casi se olvida de respirar. La melancolía me lleva a sauces llorones que lamen la orilla. La melancolía me lleva a pies desnudos que aplastan el rocío. La melancolía me lleva al otoño. El campo tupido de curry, de castaño. La melancolía me lleva a lecturas de chimenea. La melancolía me lleva al olor del fuego y una manta de lana que cubre los pies descalzos. La melancolía me lleva al mar, observar las olas castigadas a no descansar nunca. La melancolía me lleva al cielo, donde las estrellas envían mensajes de esperanza. La melancolía me lleva a noches al raso,  pidiendo deseos al espacio.

Y es que lo malo de la melancolía no es solo el ser melancólico que la padece, lánguido en su cheslón. Que bastante tiene con lo suyo. Pero ¿y quien aguanta al melancólico? Porque, poco se habla de él, cuidador, amigo, amante, padre, hermano. Poco se habla de ese que tiene cara de oreja y no hace si no ver como el melancólico se zambulle en esos periodos suyos de inmensa pena. Esas épocas de lágrimas y olvido, de tristeza preventiva hacia el futuro incierto. Del por si acaso, me tapo, aunque no haga frío. Ya vendrá, y es que el frío, como la muerte, viene, solo es cuestión de esperar lo suficiente.  Devora el melancólico al amante y al amado, devora su alegría, su apoyo, devora su energía. Y lo sabe, y se acurruca un poco más entonces en ese espacio que conoce también, su escondite de lágrimas y oscuridad. Rechaza todo ofrecimiento de ayuda. Nada quiere, nada le vale. Si le animan a salir, se niega a hacerlo por miedo a qué habrá más allá de su refugio. Si no le llaman, hartos de negativas, son señales que corroboran su hipótesis. Si le hablan, no se siente capaz y si no le hablan, reafirma su soledad. Y esas razones que eran un escudo se vuelven motivo cierto de su estado de irremediable tristeza. Y el mundo ratifica su pena. 

Está triste el alma de la reina del Misisipi. ¿Y el alma del rey? Sedimentos salados en la historia de una vida cargada de tristeza preventiva, que si se espera lo bastante, en vez de desaparecer, se queda sin adjetivo. 


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