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06/09/2022

¿QUÉ ANA?

¿Quién puede ser Ana? ¿Quién va a ser? Pues Ana Blanco, claro, la constante universal, el número de Avogadro de la televisión. Cuando yo vivía en casa de mis padres, teníamos teléfono fijo. Ese gran olvidado. Un amigo mío, cuando me llamaba, a la respuesta de mi madre "¿de parte de quien? " El contestaba salao "¡pues quién voy a ser!" Y decía su nombre rapidísimo. Mi madre no le entendía y el mensaje a mi cara de interrogación y el clásico susurro "¿quién?", era "¿quien va a ser?". Yo acercaba el auricular a la oreja desconcertada. Ana lo mismo, es Ana Blanco. Es única, inconfundible. Es ella.

Ana Blanco, irreductible, resistente a tormentas de arena y de nieve; a la Calima y al la pandemia. La Napoleón de la caja tonta. La Armada Invencible en los mares revueltos de la información. Ana Blanco, ni Matías Prats hijo, ni padre, Ana. Siempre Ana, atemporal, apolítica, ese gesto impertérrito, que no surcan arrugas, ajena a las modas que vienen y van. Ana Blanco es una referencia, el pilar que sostiene la objetividad. Ella es alguien en quien se puede confiar. Ha resistido tormentas azules y rojas. Ha dado igual el color del Gobierno, que su sonrisa justa y su pelo, su chaqueta de colores primarios y la camiseta de debajo seguían impolutas, inalteradas. Ha sobrevivido a crisis, guerras, reporteros variables. Ni Lorenzo Milá le hace sombra. No puede. Esa virtud de imperturbable le otorga credibilidad.

Lo primero que veo es que la nueva no da los buenos días. Mal. No es lo mismo. Se le altera el rostro según lo que dice. Mal. No me vale. No sé cómo se llama. ¿Quién eres? Pregunto a la pantalla. Nada. 

Lo segundo es que sucumbe al lenguaje inclusivo. Eso a Ana no le pasaba. Ya empezamos. La nueva alarga las frases con alumnos y alumnas, presidentes y presidentas (mal), jóvenes y jóvenas (error con patente). La nueva es una sucesión de "sí buana" que resulta sospechosa. Ana hacía las veces de relatora imparcial, aparentemente un busto, hasta que la hicieron levantarse y pasear por esos decorados en esquina, de vinilos cambiantes donde más que de informadores ejercen los periodistas de figurantes de pasarela. Que no entiendo porqué hay que tener tipazo y estar rebueno para contar las noticias. Eso sí que es de hacérselo mirar.  Todos flacos y estupendos. Que cojan a alguien de la playa donde uno va como le da la gana. 

En fin, ¿dónde está Ana? ¿Quién es esa que hace como si llevará toda la vida ahí? . Y sobre todo ¿por qué se ha ido Ana?. Pues yo creo que porque la han echado. No cuela que se haya ido porque estaba cansada. Estaría cansada de que la intentaran encorsetar. A su edad. Y después de haber presentado el telediario sin inmutarse desde que se inventó. Vamos, que cuando Franco no estaba porque no había nacido. Pero una tía que era capaz de aguantar un flequillo contra viento y marea, que la moda le ha debido resbalar, porque ella se mantenía impasible (cual falangista), debió enfrentarse con una intransigencia muy grande para mandar todo al carajo. Que no le pega nada tomar partido, que es maja con todo el mundo, sin decantarse. Que será vasca, pero nadie sabe si sube o baja a mitad de una escalera. 

Esa palabra que les gusta tanto a los pateadores del diccionario: transversal, sinónimo: Ana Blanco, ella sí que es transversal, desde Felipe, que se dice pronto, ha aguantado su melenita y su blazer. Ha tenido que ser ahora cuando la echan. Huele fatal. ¿Será que no somos tan libres? 


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