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11/09/2022

JAVIER MARÍAS. DESCANSA EN PAZ

 

¡Qué pena! Leo que se ha muerto Javier Marías. No me lo puedo creer. No puede ser. ¿Qué ha pasado? ¿Qué le ha matado? "Me parece que la vida es tan injusta", dice mi hermana, ella está enfadada con los profesores de literatura porque no enseñan a Javier Marías en el colegio. La biblioteca, dice mi otra hermana, como la de casa, ese caos intelectual tan de papá.  Es verdad. Qué pena más grande.

Dicen que vivía en Chamberí, yo siempre le imagino bajando por Hermanos Bécquer, de niño o jovencillo, delante de su padre, buscando con él la distancia de seguridad. Le veo paseando por esa calle curva, enfrente de la embajada Americana y parándose de pronto al encontrarse con la mujer de su vida, a la altura de José Luis. 

Recuerdo un artículo suyo: Disfrazados de mayores. En él describía el encuentro después de 20 o 25 años, con sus compañeros de colegio. Si bien el título parece insuperable, todo el texto era magnífico. Entero. Describía exactamente lo que sentí yo años después en una situación similar. Creo que Javier Marías es un genio de la escritura. Funambulista de las palabras. Acróbata del acento, la puntuación. Conseguía el equilibrio justo en cada frase, la fuerza necesaria. No entiendo cómo se ha podido morir. Mi hermana estaba pendiente de cuándo publicaría su próxima novela. Deseando leerla. A mí me falta por leer la segunda parte de Berta Isla. Menos mal. Me gusta tanto cómo escribe que he llegado a dejar de leerle. Enfadada a veces; otras, saturada. Me zambullía en sus escritos como en el mar. No sé si se enteró de que me había enfadado con él.  He sido fan intermitente. Me reconcilié cuando leí "disfrazados de mayores". Una amiga mía que también se enfadó, confesaba que a ella se le pasó por afinidad, con "Los enamoramientos", que discurre en el chiringuito de Industriales. ¡Qué sitio!

Cuando leía algo de Javier Marías, en mi cabeza, en mi intelecto, en mi corazón, se producía una transformación: Me parecía que era ésa la única manera de decir las cosas: La suya, perfecta. Las palabras, el ritmo, el orden, cada coma. Aunque no estuviera de acuerdo, sus textos tenían la capacidad de convencerme, o al menos, hacerme recapacitar de verdad. Era la manera de desgranar los hechos, las afinidades, las emociones, pasión, los sentimientos, la forma de analizarlo todo lo que me atrapaba. Un punto final en sus escritos significaba el remate y cierre de una obra de arte, culminar una esfera, figura geométrica perfecta sin fisuras ni irregularidades. Que está bien así. No necesita revisiones ni retoques. Sin más.

No puedo creer su muerte, porque Javier Marías sí que tenía el Corazón tan blanco. 

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