Con perdón, pero los huevos que tiende Tamara son cuadrados. Y de tamaño, mayores que los del ínclito caballo. Por tanto, le aplica lo atribuido a la ex primer ministro, Margarita, la que ocupaba el número 10 de famosa calle londinense. Es verdad que por sangre y cuna, tablas le sobran. Pero es que tiene gracia la "joia". Y ese humor denota una alta dosis de inteligencia. Se ríe y se explica a su manera, con mucho arte. De tonta no tiene nada. Desde cómo cuenta un viaje con su padre en un vuelo chárter donde le pierden las maletas y el marqués tiene que ir a una reunión sin calcetines, hasta la manera de referirse a sus múltiples padrastros con el apelativo cariñoso de tío, narra las cosas con una frescura que resulta más que sorprendente. Provoca en el espectador, y en quien le escucha un batiburrillo que sustituye el desconcierto inicial con una suerte de atracción. Como si de un imán contra en su relato. Que te cae bien, vamos, te hace de su bando, quieres ser de su pandilla.
Yo me había resistido a Tamara. ¿Prejuicios? Creo que no. No tenía argumentos para mí juicio. Yo hablaba de oídas. Incluso obvié la confesión de un amigo ajeno al mundo rosa, que por azar quedó enganchado a un documental de la de Griñón. Venciendo su sorpresa inicial, y su reticencia. En mi caso quizá sea por culpa de su madre. Y es que esa mujer, que era capaz de levantarle el marido a cualquiera, a mi me causaba un cierto rechazo. Ella lo llamaba enamorarse. Bueno. Cuando se caso con Julio, vale; cuando con el marqués, vale. Dicen que Julio le encargó a Perales la canción de Y cómo es él...cuando le abandonó por fin la filipina. Hasta ahí bueno. Pero cuando enamoró al ministro, la cosa se volvió seria. Y no porque fuera ministro. No. Porque era Boyer. Si hubiera enamorado a Felipe o a Guerra no me habría llamado la atención. Pero Boyer, con sus gafas de concha y su seriedad su porte. Jo. Palabras mayores. Recuerdo la cena en casa esa noche. Mi padre. Mi padre que enamoraba a propios y extraños con su voz, su paciencia, sus historias, su paciencia, su voz, dijo, bueno, es que es mucho la Preysler. No se como la calificó. Solo le recuerdo hablar así de otra señora tremenda a la que su marido regaló un collar de diamantes. Ante la sorpresa del sector femenino de la familia, él defendió el mérito de la homenajeada. Nunca lo entendí. Del enamoramiento con Mario, escritor de familia y discurso de Nobel, con agradecimiento a la esposa cornuda incluido; de este enamoramiento poco se habla.
Pero esta Tamara, que suelta sin que se le escape una lágrima, que su novio debe ser político, por lo bien que miente. Y se parte. A la semana de que fuera declarada públicamente cornuda. Quizá la voz se le quiebra por momentos, pero el temple no lo pierde. Y no olvida dar las gracias. Tiene mérito. Por muchas tablas que tenga. Ya puede ser marquesa e hija de la mujer más seductora del planeta. Tiene mérito y gracia. Que le pedía a Dios una señal, que le dijera si era o no, él, el hombre de su vida. Pero no esperaba que la señal divina fuera televisada. Las risas del público son de simpatía y agradecimiento. No ha dejado hueco a los buitres de la desgracia ajena. Sueltaen un silencio que no tiene planes para junio, la anulada fecha de la boda. Que está libre. Será una actriz, será profesional, sí será, pero de las buenas. Porque torres más altas han caído.
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