Porque es eso. No es que cuando uno dice muchas veces una cosa al final sea verdad. No es que las palabras puedan tergiversar lo que es real. No. No es cuestión de repetir. Pero puede haber un problema con esta técnica: para quien se la pone en práctica y para quien la sufre, la gente que está alrededor, a quienes puede afectar de tantas formas como colores. Y hay quien sucumbe y cree.
A algunos les llega directos, cómo luz de gas, por tratarse ellos mismos del objetivo de la insistencia. En tal caso puede ser enfocado a intentar ensalzar sus virtudes frente a sus defectos de un modo corrupto, es decir: mintiendo; o haciéndoles sentir mal por algo de lo que en realidad no son responsables, es decir, mintiendo. La insistencia en la acusación desde todos los ángulos puede llevar al descrédito, a la falta de confianza, a creerse realmente lo que no es. Otros, simplemente espectadores, sufren contorsiones en el cuello como si de la niña del exorcista se trataran. Tienen distancia para ser objetivos, ya sea de modo emocional o personal y ven con claridad la locura del desacreditador, o del piropeador y observan atónitos. No saben si intervenir o no. A veces recurren al 'que cada palo aguante su vela', pero sienten verdaderas ganas de poner los puntos sobre las íes.
Sin embargo puede no ser un conflicto si es una cuestión individual. Es decir, cada día pensar 'soy guapo, soy cojonudo'...eso está bien, sales de casa contento y tal...tu te apañas con tu solución. Lo malo es que por ejemplo H. es un peñazo y se pasa el día quejándose de que le duele esto, le duele lo otro, ahora tengo frío, ahora calor y no hay manera de que esté contento. Y vas tú que eres... su madre, su pareja, su tía...da igual. Y dices "fíjate H. que paciencia tiene, porque con todo lo que lleva, que se rompió la pierna hace 39, años y es que no se queja nada, porque eso es que duele...y encima, viviendo como vive en una casa domótica que mantiene a la perfección la temperatura ideal, entre 22 y 24 grados Celsius, el hombre, la mujer, el niño, la niña...aguanta estoico como un campeón" ...ante eso el interlocutor: su hijo, marido, ... y quien le aguanta a diario, que vive una buhardilla, un sexto sin ascensor, se hizo un esguince hace dos días y su tobillo late más intensamente que su corazón antes de empezar el segundo tramo de escaleras...que su casa tiene unos techos cuya temperatura no baja en verano de los 50ºC, flipa. Y no tiene palabras. Pero cuanto más de cerca le toca a uno, peor. Porque si el que dice bondades es tu jefe de tu inepto compañero de trabajo; o tu mejor amigo, que quiere que hagas migas con su mujer y te intenta convencer de que sois iguales. La petarda de la Barbie, que no sale de sus cortinas...tú, que no has ido ni a IKEA...O tu suegra de tu santo 'hay que ver lo que se ocupa de sus hijos'...¡si no sabe cuántos tiene ni como se llaman!
Pero lo peor de todo es con los niños. Por el desagravio y por su inmadurez. Y por las consecuencias que en su formación puede tener describir la vida desenfocada. Ese niño que es descendiente directo del varón rampante, y ha decidido no tocar el suelo a base de andar exclusivamente sobre los pupitres, con o sin cuadernos, pisando o no las manos de sus compañeros. Y esa profesora que dice 'que buenísimo es K. que se porta genial y cada vez cuida más sus cosas y las de los demás. Y qué bien come (helados, es su único alimento), da gusto verle...' el agravio para los otros puede desembocar en rebeldía, y en falta de ganas de hacer las cosas bien, porque la realidad es una injusticia enorme. Igual que lo de Grecia.
A algunos les llega directos, cómo luz de gas, por tratarse ellos mismos del objetivo de la insistencia. En tal caso puede ser enfocado a intentar ensalzar sus virtudes frente a sus defectos de un modo corrupto, es decir: mintiendo; o haciéndoles sentir mal por algo de lo que en realidad no son responsables, es decir, mintiendo. La insistencia en la acusación desde todos los ángulos puede llevar al descrédito, a la falta de confianza, a creerse realmente lo que no es. Otros, simplemente espectadores, sufren contorsiones en el cuello como si de la niña del exorcista se trataran. Tienen distancia para ser objetivos, ya sea de modo emocional o personal y ven con claridad la locura del desacreditador, o del piropeador y observan atónitos. No saben si intervenir o no. A veces recurren al 'que cada palo aguante su vela', pero sienten verdaderas ganas de poner los puntos sobre las íes.
Sin embargo puede no ser un conflicto si es una cuestión individual. Es decir, cada día pensar 'soy guapo, soy cojonudo'...eso está bien, sales de casa contento y tal...tu te apañas con tu solución. Lo malo es que por ejemplo H. es un peñazo y se pasa el día quejándose de que le duele esto, le duele lo otro, ahora tengo frío, ahora calor y no hay manera de que esté contento. Y vas tú que eres... su madre, su pareja, su tía...da igual. Y dices "fíjate H. que paciencia tiene, porque con todo lo que lleva, que se rompió la pierna hace 39, años y es que no se queja nada, porque eso es que duele...y encima, viviendo como vive en una casa domótica que mantiene a la perfección la temperatura ideal, entre 22 y 24 grados Celsius, el hombre, la mujer, el niño, la niña...aguanta estoico como un campeón" ...ante eso el interlocutor: su hijo, marido, ... y quien le aguanta a diario, que vive una buhardilla, un sexto sin ascensor, se hizo un esguince hace dos días y su tobillo late más intensamente que su corazón antes de empezar el segundo tramo de escaleras...que su casa tiene unos techos cuya temperatura no baja en verano de los 50ºC, flipa. Y no tiene palabras. Pero cuanto más de cerca le toca a uno, peor. Porque si el que dice bondades es tu jefe de tu inepto compañero de trabajo; o tu mejor amigo, que quiere que hagas migas con su mujer y te intenta convencer de que sois iguales. La petarda de la Barbie, que no sale de sus cortinas...tú, que no has ido ni a IKEA...O tu suegra de tu santo 'hay que ver lo que se ocupa de sus hijos'...¡si no sabe cuántos tiene ni como se llaman!
Pero lo peor de todo es con los niños. Por el desagravio y por su inmadurez. Y por las consecuencias que en su formación puede tener describir la vida desenfocada. Ese niño que es descendiente directo del varón rampante, y ha decidido no tocar el suelo a base de andar exclusivamente sobre los pupitres, con o sin cuadernos, pisando o no las manos de sus compañeros. Y esa profesora que dice 'que buenísimo es K. que se porta genial y cada vez cuida más sus cosas y las de los demás. Y qué bien come (helados, es su único alimento), da gusto verle...' el agravio para los otros puede desembocar en rebeldía, y en falta de ganas de hacer las cosas bien, porque la realidad es una injusticia enorme. Igual que lo de Grecia.
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