Orgullosamente diles que es por ti....
Esa canción siempre la cantábamos A y yo al final de la noche. Cuando ya había acabado todo. Porque yo tendré el valor de no negarlo. Han sido muchas noches de cierra-bares. Noches de risa y pena. Noches que uno piensa que no pueden acabar peor y acaban. Noches de confesiones eternas incomprensibes por la música y el alcohol. Los gritos que no se escuchan. La noche que no responde. La lluvia, el frío, la nieve en la carretera y al final, Tanto ruido y al final, por fin el fin.Tanto ruido y al final......Y con tanto ruido, no escucharon el final. Las canciones muchas veces lo dicen todo y basta con cantarlas. Es la manera de encontrar respuestas. ¿Quién no ha ido al Penta buscando una canción que consiga que te pueda amar. ¿Quién no se ha asomado a la ventana y ha visto el ayer?. Las canciones tienen esa magia del ritmo que dan sentido a lo vivido . Las canciones son como un buen psiquiatra, una explicación verosímil a lo que te ha ocurrido. Una herramienta para entender las cosas que te pasan.
Sales de casa contento, con la sonrisa puesta, vas a buscar a tu amiga, te acodaldas en una esquina just waiting on a friend. Y deambulas por la calle hasta que te cuelas en una fiesta en la que están todos tus amigos, tus amores más platónicos, los hermanos mayores...
Las chicas por la noche suelen tener la fantasía de encontrar el amor y desperdician miles de oportunidades intermedias de disfrutar simplemente. Los chicos en cambio salen a pasarlo bien. Y si cae algo, cayó, pero lo importante son los amigos. Los chicos funcionan en equipo, como si estuvieran jugando al fútbol o al baloncesto. Las chicas en cambio, chismorrotean. Quedan en el baño para las grandes confesiones...
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