La Cala de San Pedro, en San José (Almería) es un lugar paradisiaco. Se trata de una cala recóndita, situada a unos 5km del pueblo de las Negras. Se accede después de una buena caminata al sol. Si dejas el coche en Las Negras, andarás casi hora y media. Vas cargado de bebidas porque sabes a donde vas y con tubo, aletas, gafas...porque sabes donde vas. Paraíso del buceo y la tranquilidad.
Recorres una pista ancha al principio. Si no fuera por el sol de justicia de las doce de la mañana, porque vas en chanclas (unas deportivas serían el calzado adecuado, pero solo de imaginar el calor...se te va de la cabeza la idea), si no fuera por eso y porque lo más parecido a un árbol que alcanzas a ver, mires hacia donde mires es una pita casi seca, eliminando del escenario esos pequeños detalles, sería un camino agradable, a cota, árido, sí, desértico mas bien, pero bello. Poco a poco se va estrechando, se complica hasta el punto en el que hay dispuestas cuerdas convenientemente ancladas al suelo con redondos del 25 (mm). Es inmediato imaginar sin ser especialmente observador que ha habido algún percance, después, atravesando el mismo terreno. blancuzco, calizo, desintegrándose a tu paso. Haciéndose polvo al pisar...vislumbras por fin el mar, que dejaste de ver hace mas de media hora...sera detrás de esa curva? Te preguntas optimista. No. Ni detrás de la otra, ni de la siguiente. Cuando estás perdiendo la esperanza empiezas a vislumbrar vegetación. Higueras y pinos. Cactus vivos (en el camino has visto hileras de sembrados secos). Ves el castillo, detrás: un vergel. Ahí está. Se abre una ensenada magnífica. Recordabas que el camino era largo. Pero no tanto.
Ya hemos llegado. Queda solamente bajar. Hay
un manantial de agua dulce que es lo que ha permitido a toda esa panda de hippies que empiezan a brotar de entre los cactus, salen de los rincones, les ha permitido vivir allí. En la fuente hay algunos haciendo una ritual de limpieza, otros leen en voz alta un libro. Están en pelota picada la mayoría. Cadi todos 'fumaos'. Hay un asiento de atrás de un coche situado en un punto estratégico desde el que seguro se ven los mejores amaneceres. Huele que apesta. Llegas por fin a la playa. Todo es buenrollismo.
El mar es transparente azul turquesa, se ve cada piedra del fondo. Cada pez. Una maravilla.
De pronto ves un barquito llegar lleno de gente que desembarca con su ajuar de sombrillas, neveras, sillas de playa. Que se podía venir en barco? Estás al borde del colapso y había un barquito para venir tranquilamente. No tienes claro si tus hijos y tu mujer te lo perdonarán; se re ha tenido tu que ocurrir lo de San Pedro el día que ha venido tu cuñado con los niños desde la ortodoxa Mojácar, no sabes dónde meterte. Estáis colorados como tomates, al borde de la insolación. Nadie dice nada. Bebéis agua.
Parece que el paseo ha dejado exhaustas hasta las críticas. Disimulas.
Tras unos baños estupendos, una visita al chiringuito regentado por Aborígenes de la cala, se calman las aguas en tu familia. Disfrutáis de un buen picnic, aunque te hubiera gustado llevar más cervezas...para anestesiar las agujetas porque en cuatro horas el ambiente en la cala se va haciendo excesivamente hippie y sabes que toca volver.
Toda una experiencia la cala de San Pedro. Un poco mito, el asunto súper naturista. Vende pulseras que sospecho compran a su vez. Deben vivir de algún cultivo.
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