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06/07/2015

QUITAPESARES

No conozco nombre mejor para la institución que alberga. De hecho, alguna vez pensé que era fruto de mi imaginación. Un manicomio es un lugar en el que el drama es el protagonista. El dolor barre los suelos. Se oye llorar por los corredores. Los gritos escapan por debajo de las puertas, como la luz.

Cuando uno y entra en un psiquiátrico se da cuenta de la linea fina que separa la cordura de...perder la cabeza. No hay signos externos muchas veces que indiquen nada sobre la inestabilidad humana. Los signos son más evidentes en los pacientes medicados. La mirada perdida...el balanceo...el que se agarra a sí mismo en cunclillas o sentado al borde de la cama, los ojos vacíos, las enormes ojeras...los movimientos extraños de los brazos, patadas al aire...palabras a nadie. Ese monólogo permanente...Esa indiferencia por la postura o el decoro. O esa consciencia excesiva por las miradas ajenas.
Cuando uno esta entra en un psiquiátrico siempre baraja la posibilidad de quedarse o de tener e convencer al celador de que estás o....porque estás sano, ¿verdad?. Se cierra una puerta cuyo cerrojo queda al otro lado. El ruido 'clac' es corto como un punto y seguido. O como un punto y aparte. Ay madre.
Sólo he entrado una vez. C estaba sentada en el jardín, charlando animada mientras fumaba sin parar. Desde ese primer momento pensé que podía ser yo. Una amiga de C emocionada por la visita me enseñó unos dibujos que estaba haciendo: Un gato sentado en la luna fumándose un canuto más grande que él. No supe que decir. Ella sí: 'Tú, tú, tú eres un duende, te he reconocido en cuanto te he visto, por las orejas'. C sonrió ante la ocurrencia.
Después de pasar la tarde con ella tuve pánico al imaginar que no me reconocían como cuerda. Porque no había motivos objetivos para que ella estuviera dentro y yo fuera. ¿Es que acaso no somos duendes? ¿Cómo podía dejar que C siguiera allí? No puedo olvidar su cara de miedo al entrar en su habitación. Estoy segura de que no iban a hacerle daño, pero estaba aterrorizada. Como yo.

Transcribo unos párrafos del hijo de un médico que trabajó en Quitapesares después de la guerra:


"La mayor parte de los enfermos trabajaban en los servicios de la finca. Los hombres sobre todo en el campo. Agricultura de secano, huerta y prado. Era una laborterapia no primitiva, como podrían pensar generaciones actuales dominadas por la pretensión de haber inaugurado todo ignorando la historia. Los principios modernos de la terapia laboral fueron sentados por Hermann Simon en los años 20 en el Hospital Alemán ( Asilo mental, según el nombre clásico ) de Gütersloh. Centro precursor de fama y atractiva mundial respecto la organización de la asistencia psiquiátrica hospitalaria disponiendo tan solo de opiáceos y bromuros. En lugar principal de la biblioteca de mi padre figuraba la edición española del " Tratamiento activo de los Enfermos Mentales" de H. Simon.[1] Mi padre llevaba fichas de rendimientos y pagos ( eso sí cantidades ínfimas ) de los pacientes. Los visitaba en el campo - mas de una vez estuvo a punto de ser agredido; y lo hacia en general solo, por lo menos en aquellos primeros años.
     Las mujeres disponían aún de más servicios de actividades. Aparte los clásicos de limpieza, cocina (el famoso patatero, en el cual hasta las enfermas más deterioradas, en corro con las demás, cortaban y pelaban las patatas como base alimenticia) existía un costurero primoroso en el que se realizaban maravillosos bordados segovianos en un cultivo de la tradición, confección de alfombras en general de esparto al modo también tradicional y también alpargataría que surtía a todo el personal"

QUITAPESARES.



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