Seguidores

13/08/2020

CAMISA O CAMISETA

En el cole un día un niño le dijo a su madre "mamá, soy el único de la clase que lleva camisa y zapatos ". A la madre se le dio la vuelta la cabeza. Literal.  "¿Y qué llevan los otros niños?" Se el pasaron por la cabeza churumbeles imágenes  de descalzos, torsos desnudos por alguna estúpida idea de hacerles fuertes y resistentes a las inclemencias atmosféricas. Visualizó campos de trabajo, cueroos famélicos, uniformes a rayas; en fin, en un segundo se resumieron sus pesadillas y dudas sobre la elección del centro escolar. Sobre la influencia catastrófica que un extraño puede ejercer sobre los hijos. Le vino al culpa. Aunque no es controlable. Pensó si era o no de relevancia para llamar a su marido, luego se lo cuento. "Los otros van en camiseta y zapatillas". Suspiro de alivio de la madre. No había querido preguntar más por no dejar traslucir su ansia y con ello provocar el silencio del hijo. Las mayoría de las veces a la camiseta y zapatillas le acompaña el consabido chándal. Eso no lo dice el niño, que se está zampando unos cereales y se le han quedado morretes del colacao. 

Se pasó del muy cómodo pantalón de gomilla a la cintura de los bebés. Todo un invento. Los había de todas las modalidades, tipo bebote, en tonos azules y rosas, vaqueros, pana, para los padres más modernos.Todos  fáciles de bajar y subir frente al abanico cáustico en cuanto a incidentes urinarios y otros.  Muy socorridos en el momento de eliminación del pañal. Emergencias resueltas sin crisis ni mosqueos. Porque a veces era más el "no me he traído muda" que el enfado injustificado porque al pobre se le hubiera escapado. Y se ganaban broncas inmerecidas, fruto casi del desasosiego paterno o su falta de recursos y previsión.

Pero, de esas edades tempranas a la adolescencia, hay un camino que debe ir conduciendo poco a poco a la edad adulta. Eso afecta a todos los aspectos de la vida. Y en ese recorrido no cabe la camiseta ni las zapatillas, por muy cómodas que te resulten, es impepinable el uso y disfrute de camisas y zapatos. Solo así cabe la asunción de la realidad.  Es un atisbo de coherencia. Ojo, que no por llevarlos se madura. No es biunívoca la relación. El hábito no hace al fraile. Lo esconde a veces.


No es imprescindible que el adulto, varón en este caso, se refugie en el traje de chaqueta, pero es fundamental que sepa llevarlo. Para eso hay que empezar de pequeños.  Porque luego, en vez de ejecutivos parecen fantoches. Un consultor, tan admirado ahora, un médico, escritor, ingeniero o arquitecto, futuro bróker de éxito, director de sucursal 
o Project manager, debe haberse tenido que abrochar los botones de la camisa al menos desde la comunión. Y con soltura debe saber quitarse los gemelos. Ni que decir tiene del nudo de la corbata. De varias modalidades.  Con soltura. Eso, para que lleve el traje de forma natural.

En los colegios de uniforme obligatorio, este problema no existe. Así, los chavales visten con desparpajo camisa desde pequeños. Eso se nota. Un niño que ha jugado al fútbol con zapatos, pantalones de franela y camisa y corbata, ya lleva en el ADN cómo ir vestido con traje de chaqueta. Se le ve cómodo. Como mucho se pone polo en verano. Ahí está la diferencia. 

Las camisetas son para los niños y para los deportistas (no todos, el polo sigue estando un escalafón por encima en la elegancia deportiva, miren el golf, sin ir más lejos) o para ponerse debajo, que no se vea, los muy frioleros. O para dormir. Para el resto de la vestimenta informal; a partir de, pongamos la mayoría de edad, y mucho me parece: polo. Y para no equivocarse, camisa siempre, a ser posible de manga larga. El resto, pamplinas. Hala, he dicho. En caso contrario, ¿cuándo se quita uno la camiseta? ¿Cuál es la edad de quietársela? Se pospone, se pospone y no hay remedio. Lo mismo llegas a los 70 con ella. Para eso, o eres Bruce Springsteen, o estás perdido. Incluso el Boss lleva camisa ya. Arremangada y oscura, eso sí. Llevar camiseta a partir de cierta edad denota una resistencia a enfrentarse con la edad adulta, un peterpanismo que "a cierto punto" resulta entre grotesco y ridículo. Ni los hippies mantuvieron las camisetas con dibujos reivindicativos. En un momento dado pasaron a las grandes camisas, por fuera, cuello Mao, sí, arrugadas, sí, pero camisas. Y a ser posible claras. Esas camisas oscuras, que parecen socorridas, no favorecen. Una bonita camisa azul clarita es un elemento más que asumible ante el inevitable cumplimiento de años. Las camisas negras que estilizan se las ponía Eugenio para contar chistes hondos.  Punto.


No hay comentarios:

Publicar un comentario