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08/08/2020

COLOMBO. IMPRESCINDIBLE

https://youtu.be/8VI9mUyG_f0

Si hay un personaje responsable de mi afición al misterio, ése es el Teniente Colombo. Un tipo sin contornos, con tan pocas ganas de destacar que no refleja nada en su aspecto, que incluso lo cubre. Con su inseparable gabardina. Prenda que arrastra para disgusto de madres que se imaginan intentando eliminar lo negro de los bajos de tanta porquería que debe acumular. Arrugado entero, la camisa Blanca que asoma necesita una plancha urgente. No perdona la corbata. Para colmo, fuma, esa ceniza pegada al cigarrillo a punto de mancharlo todo exaspera tanto como su tranquilidad. Lleva el pelo como si se acabara de levantar de la cama. Y los ojillos dicen lo mismo, que muy espabilado no está. Incluso parece intentar que no se note que bizquea. Le hace falta un aclarado, teniente, una buena ducha no estaría de más.




Pues bien, todo es un attrezzo. El conjunto forma parte del arte del disimulo. De poder recorrer la escena del crimen sin ser visto. En medio del follón de voces y gente. Sin necesidad de recopilar pistas ni meter en bolsas estériles pelos furtivos o dientes perdidos en un mordisco. Es el arte de la observación lo que pone al Teniente un escalón por encima del resto y lo acerca a la solución a velocidad de vértigo.  Aunque viendo todo desde fuera dan ganas de empujarle a que hable de una vez. Porque Colombo es parco en palabras. Le acompaña el gesto encorvado, con el que aún pasa más desapercibido. Hace un comentario. Lo borra en el aire con la mano ante el estupor del asesino que no entiende como ese personaje anodino ha visto lo que los demás han sido incapaces de intuir. Encaja las piezas y resuelve el crucigrama en tres dimensiones con la paciencia del vengador.

Pero es que Colombo es el tesón, la repetición, la insistencia, las visitas a deshora, los detalles que aparentemente le inquietan. Se rasca la cabellera desordenada y hace una supuestamente inocua referencia a su propia esposa, que por supuesto nunca aparece. Se da la vuelta como dándose por vencido y entonces ¡zas!, suelta el estoque final. Sin que le tiemble el pulso ni la tartamudez traicione su discurso, cierra el círculo. Impasible el ademán, cual falangista. Tampoco celebra los éxitos. Como vino se va. Gracias Rafa por estar atento. Soy fan incondicional de este personaje sagaz y discreto, perseverante y audaz.

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