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14/08/2020

EL HOMBRE Y LA PESCA

Para ser pescador hace falta tener mucha capacidad de aburrimiento. No creo que cualquiera sirva. Pescadores de los que se apuestan con la caña en ristre, quiero decir, en el puente, acantilado. El pescador se posiciona en el espigón, donde rompen las olas, las lapas se pegan y despegan de la escollera; o a la orilla del mar, en la arena. Sin importarle el frío o el calor. Ni la lluvia. Lanza el cordel y lo recoge y lo vuelve lanzar y lo vuelve a coger. Como una función seno o coseno, que se repite con dospi. Siempre igual. Puede estar así horas. En su mundo.

De hecho, me atrevería a afirmar, en contra de toda corriente igualitaria morada, que no hay mujeres pescadoras. Soy consciente de que este banal comentario herirá susceptibilidades. Pues lo siento. Creo que las chicas que van de pesca lo hacen por amor, por amor al padre, por amor al novio. Al fin y al cabo, porque las quieran. Pero se aburren como monas. Una mujer pescando no puede contener el bostezo, aunque le pase las lombrices al padre, aunque le achuche el novio cada tanto. En cambio un hombre que pesca no bosteza, está concentrado en su cometido.

Yo creo que en realidad se trata de hombres solitarios y sensibles a los que le gusta meditar, disfrutan del atardecer y el amanecer y no quieren parecer románticos ante los ojos de quiénes les consideran grandes jefe sioux. Temen que les acusen de cursis, dejar aflorar debilidades no confesadas. Se van de pesca, ese hobby aburrido para muchos es su manera de llenar el ocio y aprovechar para estar solo, pensar o no hacerlo. Para disfrutar de la proximidad del agua del mar o del río. Realmente hay que ser muy especial, requiere horas de preparación y luego largos tiempos de espera que no entretienen con música o lectura. No abusan del mientrastanto. No guasapean. Esperan, tiran del hilo, vuelven al lanzar, revisan que todo está bien. Otra vez. A no ser que estés en una piscifactoría y te enganchen los peces en el anzuelo las satisfacciones son escasas. Porque es que los peces se las saben todas, se comen el cebo, rompen el señuelo. Se engancha el anzuelo. La recompensa se hace de rogar. Pero no les importa.

Y después, ¿Quién se come el pez? Porque el pescador muchas veces devuelve al mar su triunfo. En tiempos de pandemia, peor me lo pones. ¿serán transmisores?


 

 


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