Seguidores

07/08/2020

YO VEÍA CRISTAL



Quien no se atreva a confesar sus miserias no merece mi confianza. Yo veía Cristal, soltó el bueno de Marcos cuando estábamos en medio de una conversación a punto de reflejar nuestra profunda crisis existencial. Debatiendo entre los valores y lo valioso. Como se dice del tirón: Entre lo divino y no humano. Más divinos nos creíamos. Más cerca de la miseria que otra cosa. ¡Qué pueriles! ¡Cuánto infantilismo! ¡Panda de presuntuosos! Allí estaba el bueno de Marcos para acercarnos a la realidad: La telenovela. Sin complejos. Pie en tierra por fin. ¡Con lo sano que es eso!

Al final de la velada resultó que unos veían Cristal y los más, “Amor en tiempos revueltos”. Lo veo cuando voy a ver a mi madre. Ya te veo. ¿O vas a decirme que te dejas caer por la casa familiar a esa hora del cabeceo porque el café le salé riquísimo a tu madre? Es el momento de la verdad, te vas a quedar más a gusto cuando lo sueltes. Esa burbuja intelectualoide en la que te escondes no es óbice, obstáculo ni valladar. Te acabarán pillando. La verdad siempre gana sitio.



También hay series turcas, telenovelas, que arrasan. La de la tarde, según todas las madres de iba a acabar ya. Porque Fulano se moría y Mengano le decía a Zutana quién era su padre y ya. Cinco minutos. La realidad es que no se acababa. Tere murió sin ver el final, aunque quizá ya no lo recordara. Los ricos también lloran tuvo su público. Inconfesable, pero como otras adicciones, imposible deshacerse de ellas. Ver "Canción triste..."molaba, de eso se podía hablar en el café, patio del colegio. Más que confesión era atributo, punto en común. Guiño cómplice.  "Luz de luna", ahí, ahí. El malote de Bruce no se quitará ese papel de la espalda por muchas jaulas de cristal en las que se ensangrente. Su éxito se basaba en la peor mentira, crearon una ilusión imposible.  Esa platónica fantasía, esa irrealidad de que la chica buena y trabajadora acabara casada con el guapo gamberro reformado ha hecho mucho daño. Eso no ocurre. Además, no pegaban ni con cola. "Se ha escrito un crimen", bueno. A mí me recordaba a mi abuela y me encantaba la señorita Fletcher que tenía la habilidad de liarla allá donde fuera. Atraía los líos. Era genial, metomentodo, impasible a la crítica. El personaje tiene jugo, ahora que lo pienso. Me río yo de las feministas si llega Jessica con su argumentario. Buena era ella. Como mi abuela.



Pero ver esas series de australianos enormes e iguales entre sí, que bien podían tratarse de australopitecos con grandes mandíbulas y dentaduras de porcelana que brillaban a la luz del sol como los dientes de oro de los gitanos; esos membrillos de vida absurda a los que les pasaba de todo y de nada y lo recordaban cada día con nubes de algodón por si te habías perdido un capítulo; ver eso era peor que ver Dallas o Dinastía.  Inconfesable. Al menos estos ricachones eran malos. Además, cuando algún actor se ponía pesado lo mataban en un accidente y si hacía falta para el argumento de algún capítulo, le hacían una cirugía estética y tan campantes.

Pipi Calzaslargas tenía su tirón; o Heidi, a mí el abuelo me encantaba. Sospeché desde el principio que Clara no tenía nada en las piernas. La excusa de los hermanos pequeños o la tele monocolor era ideal para no reconocer el deseo de seguirlas. Igual ocurría con los petardos de " La casa de la pradera". Poco se habla de ese padre buenísimo padre, con su camisa blanca y sus tirantes. Y el sombrero. Entregado y trabajador. ¿Y esos vestidos de flores tapados con un delantal de volantes?  Poco se habla de esos gorros a juego, con viseras, que apenas dejaban ver los rizos.  Ese disfraz ansiado de todas las niñas de los 70. Por cierto, a mi hermana pequeña se lo hizo mi abuela. Está claro que soy fan. Sí. Los abuelos son fenómenos. ¿Quién no quiso tener esas tres pecas en cada moflete? Se dibujaban cajas con la vestimenta de Laura Ingalls. Había muñecas de trapo que las imitaban a esas hermanas idílicas que recogían huevos y ayudaban a sus padres en la granja. Sustituyeron a Nancy y a Barbie. En un deseo de poseer algo de ese oasis imposible ubicado en algún rincón del oeste americano que engullía las tardes de domingo a base de supino aburrimiento. O el "Coche fantástico", hoy superado por la tecnología.  Triste evolución de la fantasía. Indiscutible el maravilloso equipo A, con su locura y los collares. Personajes disparatados. "Las chicas de oro" tenían la ternura de recordarte a tus abuelas, una vez más.  Esas señoras divertidas que lucían coronas de pelo azul. Donde esté Cheers que se quiten los demás. Es la razón de querer ir a Boston. Es el Penta americano.


4 comentarios: