Los que no conocen a los Montoya, no saben de lo que hablo. O sí. Es muy
fácil de entender. Los Montoya son de otro planeta. A pesar de la edad que
cumplieron unos y otros siguen cumpliendo. Los Montoya son todos listos y
guapos y tienen sentido del humor. Y lo más importante, se quieren sin
condiciones. Se lo pasan bien juntos. Les caracteriza la insensatez y la
bondad. Para los Montoya no existe la crítica, son los mejores. Pasa palabra.
Las cuñadas tenían que ser muy especiales, porque los Montoya lo son. Así
es que, fueron tres segovianas (dos de ellas hermanas) y una de Ávila las que
ocuparon ese lugar. Mujeres bandera.
Querida tía Teresa, como mujer de un Montoya, tienes mucho mérito. A veces
parece que no ven la realidad. Ese estoicismo castellano que los caracteriza, aparentan
que no sufren dolor, ni sienten, ni padecen, como que todo les cuadre, que no
necesitan de nada; es incompatible con lo material, con el día a día. Una científica
como tú, Teresa, que atomizabas la vida, que simplificabas lo más complejo en
lo más sencillo, que resumías enigmas en sentencias, que analizabas uniones y
conexiones; y te lo sabías tan bien, que eras capaz de contarlo, enseñarlo y
que otros lo aprendieran. Cruzabas los brazos en la espalda, como gesto de
recuerdo a esos momentos de cuidar exámenes. Cruzabas los brazos en la espalda
para mirar al fondo de las cosas, para embargarte en el horizonte, para
despedirte.
Querida tía Teresa, fuiste capaz de estar unida a ese globo que flotaba en
el aire, que era Felipe, con su juerga, con sus ideas, con su alegría, con sus
disparates, con sus bobadas. El tándem perfecto de volar, unidos al suelo todo
el rato. La libertad del amor llenando el aire y el tiempo. Juntaste el humor
con la vida. Te reías cada vez de las mismas tonterías, como si fueran nuevas.
Aceptaste los chismes, el violín y los engranajes, la maleta entera con la que
llegó Felipe. Escuchabas interesada las anécdotas que no viviste hasta
hacerlas tuyas, porque eras la única que de verdad las recordaba. Apuntabas
detalles en el relato a la memoria que se nos escapaba. Porque estabas atenta a
todo. Porque absorbías la vida a bocanadas. Porque brindabas cada vez. Porque
tu sensatez y tu cordura hicieron feliz a Felipe y nos hicieron felices a los
demás Montoya.
Querida tía Teresa, eras motor en la vida de mecanismos que construyó
Felipe.
Querida tía Teresa, has rebosado vida. Has pasado deprisa. Has viajado y
has visto, deprisa también. Desordenada y lista. Espontánea, alegre y analítica,
con esa capacidad de entender las vicisitudes, de razonar sobre lo que ocurre,
lo que está detrás y con cautela exponer lo que casi pasaba desapercibido, lo
que un Montoya nunca hubiera nombrado. Eras un cofre de nuestra historia.
Querida tía Teresa, no entiendo cómo has podido marcharte. La pandemia
separó a muchos, a mí me juntó un poquito más a ti. Ambas habíamos perdido lo
que más queríamos. Me sentí arropada por ti, comprendida, empujada a vivir. Gracias
Teresa. Gracias por tu generosidad, por permitirnos, a esta panda de Montoyas,
formar parte de tu vida. Gracias por aguantarnos, gracias por reírte, gracias
por recordar, gracias por anticipar, gracias por todo.