Seguidores

16/10/2021

EL AGOTAO Y EL YOISMO


Cuando alguien. nada más ver a otro, lo convierte en su víctima ¡ojo!. Es abrir la boca, tras una inocente pregunta y vomita ordenadamente: lo mucho que trabaja y lo agotado que está; además de convertirse en el premio al más cansado currante, se produce un extraño efecto en el oyente. Al ser pillado por sorpresa, si bien es hombre de buen talante y naturaleza alegre, sufre un respingo en la espina dorsal. Es una señal animal que prácticamente le obliga a defenderse. En el receptor prudente y falto de entrenamiento o recursos, se traduce la señal como un ataque. Hay quien tiene respuestas preparadas, que les hace parecer no ser ni educados. Y quizá eso sea un punto para ellos, de eso que se libran. Juego, set y partido. Les llega la bola rasa y con un revés propio de Nadal, sueltan una frase que llevaban guardada desde hacía días, a la espera de la ocasión. Dejan perplejo al contrario. Pero, en general, la reacción, debida a ese reflejo instintivo, es que se quiere estar mucho más cansado que el otro. Le dan ganas de superarle en horas, intensidad, aburrimiento. Es una especie de competición absurda por quién se siente peor. Pudiendo ser feliz. Como cuando alguien cuenta de sus muchos padecimientos, dolencias y enfermedades, que enseguida le sale a otro el "pues anda que a mí". Siempre hay un contraejemplo mucho más grave y mortal de necesidad que el del otro. Se trata de oyentes de primero de conversación y generoso aguante. Aprendices, pobres. Luego, fuera de plazo, despotrican ocurrencias, ya a destiempo. En segundo ya se aprende que hay que cerrar la espita a la queja ajena, o a la pompa y boato; es menester ser resbaladizo, no permeable a la toxicidad, no dejarse impregnar por lo malo. El que quiera presumir de miseria, que presuma, y que se vaya a los Juegos Olímpicos si quiere competir. En tercero se practica el desconcierto de poner todo en positivo. ¿Que tiene mucho trabajo? ¡qué guay! ¿Cansado? Genial, estará satisfecho. Y suma y sigue. El positivismo agota a quejica y le desconcierta.

La queja es ponzoña. Es muy mala compañera y venenoso ingrediente. La queja da mucha rabia. Porque el otro no tiene la culpa de lo mucho que tú curras y sufres, ni tiene porqué tragarse tu cansancio. Cada cuál lleva lo suyo en la carretilla. Pero no hemos venido a hablar de eso. Hemos venido a pasarlo bien. No digo yo que solo me cuentes alegrías y bobadas. Vamos a llorar también, a brindar y compartir. Pero tampoco lleva a ninguna parte, ni es súper interesante y profundo, apabullar y agotar con el cansancio y miseria y lo desgraciado que alguien se siente, con su yoísmo. Por muy contento que estés, capaz de que se te escape de tanta pena un "y yo más". Que no, que no, que no. 

Esa gente es tan peligrosa como los imbéciles que meten una cuña de Manual de Autoayuda en cuanto te despistas. Tampoco. Ya sé que hay que disfrutar de cada ratito de la vida. Sí, que hay que bebérsela, también. Que mejor el carmín que lexatín. Cuidado con el abuso  de estupidez. No hay normas para la vida más que ética, y no hacer daño a los demás. Pero hay que profundizar un poquito, dar gracias, pedir perdón, hacerse cargo, ser consecuente. Todo esta retahíla de lugares comunes desemboca en la práctica salvaje del yoísmo, que va a ser nuestra tumba. Se nos ha aturullado con el "porque tu lo vales", y tanto nos lo hemos creído que se nos ha hecho viral interiormente. Y nos va a consumir, el yoismo. El bombardeo de merecimiento de felicidad a toda costa, caiga quien caiga. Yo soy el que más trabajo. Yo soy el que más malo me pongo. Yo soy el que más me canso. Yo merezco descanso, alas; y mi espacio, mi tiempo. ¿Dónde está el otro? Es tan importante tener en cuenta a los demás en la vida, que este barullo de autoestima mal entendida mezclada con falsas expectativas creadas por engañosa publicidad, imágenes inventadas de felicidad en fusión con éxito; tanta terapia de pacotilla, tanta psicología de balcón nos va a aniquilar antes que cualquier otro mal. No hay cáncer tan malo como el yoismo. Al final, todo es un poco lo mismo. Uno se pone las gafas de no ver y tira. Que está muy bien cuidarse a uno mismo y es cierto que para poder cuidar a los demás hay que estar sano, sí. Punto. Estamos en el mundo del primero yo, luego yo y después yo. Dejamos muertos en el camino y heridas sin curar, con tal de realizarnos, de tener tiempo para nosotros, de buscar nuestro camino. Ojito. 






No hay comentarios:

Publicar un comentario