La queja es ponzoña. Es muy mala compañera y venenoso ingrediente. La queja da mucha rabia. Porque el otro no tiene la culpa de lo mucho que tú curras y sufres, ni tiene porqué tragarse tu cansancio. Cada cuál lleva lo suyo en la carretilla. Pero no hemos venido a hablar de eso. Hemos venido a pasarlo bien. No digo yo que solo me cuentes alegrías y bobadas. Vamos a llorar también, a brindar y compartir. Pero tampoco lleva a ninguna parte, ni es súper interesante y profundo, apabullar y agotar con el cansancio y miseria y lo desgraciado que alguien se siente, con su yoísmo. Por muy contento que estés, capaz de que se te escape de tanta pena un "y yo más". Que no, que no, que no.
Esa gente es tan peligrosa como los imbéciles que meten una cuña de Manual de Autoayuda en cuanto te despistas. Tampoco. Ya sé que hay que disfrutar de cada ratito de la vida. Sí, que hay que bebérsela, también. Que mejor el carmín que lexatín. Cuidado con el abuso de estupidez. No hay normas para la vida más que ética, y no hacer daño a los demás. Pero hay que profundizar un poquito, dar gracias, pedir perdón, hacerse cargo, ser consecuente. Todo esta retahíla de lugares comunes desemboca en la práctica salvaje del yoísmo, que va a ser nuestra tumba. Se nos ha aturullado con el "porque tu lo vales", y tanto nos lo hemos creído que se nos ha hecho viral interiormente. Y nos va a consumir, el yoismo. El bombardeo de merecimiento de felicidad a toda costa, caiga quien caiga. Yo soy el que más trabajo. Yo soy el que más malo me pongo. Yo soy el que más me canso. Yo merezco descanso, alas; y mi espacio, mi tiempo. ¿Dónde está el otro? Es tan importante tener en cuenta a los demás en la vida, que este barullo de autoestima mal entendida mezclada con falsas expectativas creadas por engañosa publicidad, imágenes inventadas de felicidad en fusión con éxito; tanta terapia de pacotilla, tanta psicología de balcón nos va a aniquilar antes que cualquier otro mal. No hay cáncer tan malo como el yoismo. Al final, todo es un poco lo mismo. Uno se pone las gafas de no ver y tira. Que está muy bien cuidarse a uno mismo y es cierto que para poder cuidar a los demás hay que estar sano, sí. Punto. Estamos en el mundo del primero yo, luego yo y después yo. Dejamos muertos en el camino y heridas sin curar, con tal de realizarnos, de tener tiempo para nosotros, de buscar nuestro camino. Ojito.
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