La historia de la Befana es fenomenal. Dice la
tradición que Sus Majestades, los Reyes Magos de Oriente, iban camino de Belén,
con su oro, su incienso y su mirra, a adorar al Niño Jesús, recién nacido.
Imagino la oscuridad de la noche de invierno, firmamento agujereado de luces;
SS MM, al no encontrar el camino correcto, a su paso por un pueblo de puertas
cerradas al frío, pidieron ayuda a una anciana que los atendió y les regaló
dulces. A ella la imagino humilde frente a los ricos mantos de los Sabios de
Oriente, ella encogida, medio corriendo, amable por naturaleza, sin trazas de
servilismo. Agradecidos por la hospitalidad, compartieron su regalo, pidieron
que los acompañara en la búsqueda del niño Jesús. A pesar de la insistencia de
los nobles caballeros para que les siguiese en su visita al pequeño, a pesar
del relato de relevancia del acontecimiento. La Befana, que así se llamaba la
mujer, se excusó con la cantidad de cosas que tenía que hacer y no salió de
casa para acompañarlos. La rutina de la Befana, estaba llena de quehaceres
pequeños, y de ellos se preocupaba, porque estaban a su alcance, eran deberes
propios y dependían de ella. Al rato, en la reflexión, se arrepintió de no
haber ido con ellos, y preparó un cesto con dulces, salió de casa y se puso a
buscarlos, sin conseguirlo. De esta forma se paró en cada puerta a lo largo del
camino, dando dulces a las criaturas que encontraba, con la esperanza de que
alguno de ellos fuese el pequeño Jesús. Desde entonces vagaría por el mundo
haciendo regalos a los niños para hacerse perdonar.
Mi abuela Sofía siempre tenía un montón de cosas que
hacer. Cuando llevaba unos días en casa de alguna hija, decía: me vuelvo a
Segovia, que tengo muchas cosas que hacer, regar mis hortensias, hacer
croquetas para cuando vengan los nietos, la matanza, su lomo en aceite, sus
torreznos, sus amigas, ir a la San Miguel a hablar con, don Justo, sacerdote de
sotana, por si la necesita, para planchar sus amitos o el mantel del altar,
almidonar los encajes del Sagrario. José Emilio, sacristán tardío saldrá a su
encuentro, solícito. Comentarán los lances de la comunidad, necesidades de la Parroquia,
si alguna familia se encuentra en precariedad, si un conocido precisa una
visita. Vida en comunidad. Detrás del telón, Cereceda. Igualito que mi abuela,
que siempre fue protagonista. La más guapa, la más lista, la más todo. Hasta el
punto en que, en un momento dado, después del 75, que empezó a frecuentar su
nombre, explicaba, refiriéndose a una nieta homónima, pobrecita que murió: es por mí, no
por la Reina.
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