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07/10/2021

MIS DIEZ MINUTOS DE PRESENTE

A veces ponemos expectativas desmedidas en las personas, en los momentos. Y nos lo perdemos. Nos perdemos lo valioso. Lo que no tiene precio. Lo que recordaremos siempre con ganas de volver.

Son mis diez minutos. Es lo que tardo en llevarla a clase, a una cena, a una fiesta. Porque me deja. Porque me lo pide. Porque nos gusta. Porque tiene prisa. Porque es buena gente. Porque sí. Porque respeto dejarla detrás de las motos aparcadas y no salir a darle el achuchón merece en plena calle, comerla a besos metralleta delante de sus amigos. Porque ella sabe que me gusta y se deja. Porque soy una chica afortunada. Porque no le recuerdo por la ventana lo guapísima que va y ella se muere de vergüenza. No me grites, mamá. Sus amigos me saludan simpáticos desde el murete donde fuman y charlan antes de entrar en clase, se preparan para el día.

Vamos apresuradas, o tranquilas. A lo mejor nos hemos enfadado al salir. En la rutina a veces se escapan reproches. Que si las luces se han quedado encendidas, o no está recogido el cuarto, o yo me entretengo regando el jazmín. ¡Cómo huele!. No ocurren hechos trascendentales en ese rato. O sí. Porque: ¿Qué es lo trascendente? ¿Qué es lo importante? Acaso en ese rato maternal se refuerzan los lazos si se discute sobre la elegancia del erizo, la inmortalidad del cangrejo, o la piel de quemado del hombre atormentado. ¿Acaso es menester ahondar en las tinieblas del subconsciente para hablar de cosas serias, que calen en el día? Me parece que no. Porque lo que nos importa en esos diez minutos es que me a mí se me han olvidado los pendientes, y ella tiene unos en la mochila, que me presta. Yo le doy una goma para el pelo que llevo en la muñeca para domar su melena. Le llama su amiga madrugadora, que ya ha llegado, que dónde está. Yo pienso “¿le debo decir que cuelgue, para aprovechar este ratito nosotras? Me digo, ¡estás tonta! ¿para qué? Pues claro que no. Me encanta oírla reír cuando habla con sus amigos. Me encanta la adolescencia fresca que rebosa. Me encanta verla crecer feliz, implicada en lo que cree, estudiando, aburriéndose. Me encanta que discuta y hable con pasión, que se enfade en la injusticia. Que baile sin descanso. Que crezca feliz.  Me gusta que la despedirnos siempre estamos en paz. Gracias. Sonreímos. 


 

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