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21/05/2020

¿TRANSVERSAL? NO, LO SIGUIENTE


Se impone en el lenguaje el uso de vocablos comodín, a los que se recurre cuando no se sabe qué decir, o no se encuentran palabras. Peligran nuestros cimientos a base de dejadez y con esto, nuestra propia esencia. Cuando no hay palabras para nombrar las cosas, los sentimientos y emociones, situaciones; cuando no se pueden nombrar, pierden su forma, su contorno, se desvanecen, y sus días están contados. Tales tesoros se difuminan con el ocaso, caen con el sol en el horizonte. Se evaporan y se mezclan con las nubes. Y se van. No son recuperables, se nos han escurrido entre los lazos del alma.

Sin embargo, esta época de encierro está siendo fructífera para ciertas cosas. Por ejemplo, yo misma, me he enganchado a escribir lo que se me ocurre. Sin ánimo de consenso. En realidad, es para mí una herramienta egoísta de desahogo. Y me fijo mucho. Como los búhos.

Hay expresiones que se emplean sin saber de dónde vienen. Por ejemplo, los chavales dicen “lol” con frecuencia, porque sí. O decían, puede haber caducado la expresión. Son efímeras las modas. Pregunté un día a un adolescente si sabía lo que quería decir. Se perdió en divagaciones. Que si era como súper guay, en plan: raro; o que sí molaba. Términos contradictorios unos, complementarios otros, incomprensibles casi todos. Al contarle el origen supuesto de la expresión, me tildó de antigua. Que no tenía nada que ver. Cuál sería mi sorpresa. L.O.L. para mí era un acrónimo, en inglés que significa Laughing out loud, o Laugh out loud, más o menos «reírse en voz alta o reírse mucho tiempo» (es decir, a carcajadas), «muerto de risa», «reírse mucho» y «muchas risas». Ahora a “lol” a veces se le añade el sufijo -azo, lolazo, para demostrar asombro. Es flipante como ha cambiado la palabra. ¿no? Realmente ha acabado significando raro, asombroso. Convergen los caminos. Muy interesante.

Pero lo que me trae de cabeza es el uso de la palabra transversal y ya me vuelve majareta es esa especie de superlativo tan en boga…”no, lo siguiente”. Transversales son algunos departamentos, equipos que no atienden a otros servicios dentro de una organización. Pero con esa perspectiva todo es transversal, depende de cómo lo mires. Utilizar cualquiera de los dos términos en una frase, sumado a colar un “sentirse cómodo en una actividad o posición” o “salir de tu zona de confort” te mete sin examinarte en el club de los estupendos. Otorga titulación de pseudo - psicólogo, analista de pacotilla, con perdón. Da derecho a intervenir en tertulias radiofónicas y televisivas del color que quieras. Donde te sientas confortable. ¡Parecido pero no es lo mismo!

Ayer me llegó la noticia de la creación de una plataforma transversal. Miro el diccionario, el primer ladrillo de nuestra casa. Que está atravesado de una parte a otra de una cosa de manera perpendicular a su dimensión longitudinal. Que se cruza en dirección perpendicular con la cosa de que se trata. Si busco sinónimos encuentro colateral, desviado, perpendicular, oblicuo, apartado, …

Así, en frío, ninguna de las dos acepciones me encaja con plataforma transversal. Por lo que entiendo del contexto, se trata de un conjunto de personas con ideas en común respecto a algunos temas pero que no se definen como de derechas o de izquierdas necesariamente. O no quieren hacerlo. Hoy le llamarían a esta actitud que no están cómodos con tal apelativo. Encuentro por fin una medio respuesta en la web: “también se emplea en el ámbito de la política. El transversalismo constituye una corriente que propone trascender la división entre derecha e izquierda, apostando por una nueva ideología que busca no vincularse con las ideas políticas preconcebidas.

Un movimiento político transversal, por lo tanto, incorpora tendencias de derecha y de izquierda en su propia plataforma ya que dice defender aquello que es más beneficioso para la sociedad en su totalidad, sin importar el origen ideológico de las propuestas. Exactamente igual que LOL o lolazo. Vamos, que no tiene ideología. Depende. De si  se sienten cómodos, supongo.

Como colofón ese "no, lo siguiente". Esta muy de moda. ¿Feo? no, lo siguiente. ¿Tonto? no, lo siguiente. ¿Qué es lo siguiente a feo? ¿Muy feo? ¿Ogro? ¿Feísimo? ¿Y a tonto? ¿Imbécil? ¿Tontísimo? ¿Por qué nos hacemos tan vagos? Busca la palabra. Haz un esfuerzo, mira a ver si te sale un sinónimo. No es que sea listo. Es un genio. Por ejemplo. Es que lo siguiente no me queda claro. ¿Qué hay más allá de ser un genio? ¡Lo siguiente! ¡Claro! Además, hay sustantivos superlativos, de esos máximos, absolutos, ahí ya el regodeo es máximo. Hay cosas que no pueden ser más, para eso le pones “-ísimo” o ya los más eruditos, de pobre paupérrimo. Cuando algo no puede ser más, le metes un lo siguiente y ya dejas pampanita al oyente. Sí, estupefacto, boquiabierto, patidifuso. ¿Sorprendido?, no, lo siguiente: Atónito.

Nos estamos volviendo de un cursi inaguantable de tanto no llamar a las cosas por su nombre. Creo que es síntoma de un Alzheimer inducido. Pobrecitos los enfermos reales de tan triste enfermedad que no permite seleccionar los recuerdos, que condena al olvido y la soledad. Nuestra pereza y espíritu acomodaticio nos hacen obviar el abanico de posibilidades para describir la realidad. La vaguería es la punta del iceberg de nuestra ignorancia y absurda manera de enfrentarnos a la vida. Somos niños de mando a distancia y coche automático. Herederos de quien construyó, lucho y se ocupó por formarse y que tuviéramos formación. Hemos tomado las dádivas sin darles importancia, sin mirar siquiera de qué prescindieron o como vivieron ellos nuestro andar de puntillas por los problemas. Nuestro mirar para otro lado en la dificultad. Saltar y pasar al siguiente capítulo como si de ascuas se tratara. Porque hemos vivido en un cuento de hadas. Y las redes las han tenido siempre nuestros mayores, hoy encerrados o muertos. Solos. Ojito.


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