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04/05/2020

¡ESOS CUERPOS SERRANOS!




Después de la crisis sanitaria del coronavirus que se preparen los traumatólogos, Ellos han estado desplazados o con el paso cambiado estos días, meses. No ha habido roturas de huesos ni esguinces, salvo el de uno que se agachó a sacar la ropa de la lavadora y se quedó doblado. Que se pongan las pilas rehabilitadores, masajistas, monitores de Pilates, que abran las puertas de los gimnasios. Parece la canción de Sabina… Que se enfaden las flores Que vuelven las cigüeñas al calendario Que sufran por amores los dictadores Y los notarios. Que se muera el olvido Que se escondan las llaves de los juzgados Ahora viene la crisis de los tirones, agujetas y luxaciones varias. Es la consecuencia del arrebato deportivo que ha supuesto la apertura de puertas de la fase anterior a la cero, que debe ser la menos uno. Que “es que me he caído”, que “es que llevaba mucho tiempo sin hacer deporte”. Ya te digo. Salvo los concienzudos que recorrían el pasillo de su casa con constancia 150 veces al día, o los perseverantes que le daban a la bici estática, cinta, abdominales, el resto nos hemos quedado flojos, por decir algo. Y tanto. Estas charletas llenarán en breve la comidilla de las salas de espera de los centros de salud. “¡pues anda que yo!”.

Un simple vistazo a la calle el sábado en Madrid fotografiaba una monotonía casi melancólica. Tonos apagados a excepción de alguna zapatilla fosforescente o camiseta encendida, contrastaban con la agradable traición de la escasa naturaleza de la ciudad. Florecida y lustrosa ha avanzado cual si abril no hubiera caducado. Jazmín en flor adornando el aire de olor en las aceras. Madreselva escondida en un jardín. Fragancias casi visuales que llenan las calzadas. Liquidámbar en plazas elegidas y mucho plátano. El color lo pone la primavera. Nadie se vistió para salir. La ropa de andar por casa se ha hecho fuerte en la costumbre, y hemos perdido las formas y la vergüenza de manera catastrófica. Espero que reversible. ¿De dónde ha sacado el personal tanto chándal y zapatillas de deporte? La gama de equipaciones es completa, de la perfección y el conjunto en color y armonía al que ha cogido lo que ha encontrado. A la mayoría nos queda pequeña la indumentaria. Lejos de la prudencia y el decoro, hemos lucido con orgullo e indiferencia los michelines que se han hecho fuertes en nuestra zona lumbar, donde antes se alojaba la cintura, exhibimos rollizas morcillas de carne blanda que trota al compás de la carrera. Pero después de 50 días sin que nos vea nadie se nos ha olvidado lo que es el recato.

La vestimenta deportiva desentona, en general, con la forma física de los corredores. Hay un enorme voluntarismo. Un deseo de hacerlo bien, un no saber por dónde empezar. Parece que como se puede salir a hacer deporte, es obligatorio. Nos hemos echado a la calle tal si de correr la mismísima maratón se tratara. Con nuestra mejor intención. Ha habido muchos primerizos. Aquiles debe estar revolviéndose en su tumba, aún por descubrir: Quizá se detecte un movimiento sísmico inesperado por alguna península mediterránea que no sea si no su corazón enorme, inquieto. Porque más de uno se ha acordado de él este fin de semana “sportivo”. Como el “grupo”. Tokio, I’m on my way.

A lo que vamos: Que, con el entusiasmo que nos caracteriza nos hemos echado a la calle, hemos ocupado corriendo o andando rápido, los carriles centrales de las calzadas, en las aceras no se cabía. Hemos tomado la calle con una disciplina desordenada, como debe ser. En alguna esquina se juntaban litros de cerveza sin compartir. Abrazos contenidos o no. Secretos mal guardados. Después de tanta tontería, como la recomendación de ir en coche ocupando asiento delantero y trasero, personas que conviven, algo teníamos que incumplir. Es como si nos hubieran pedido que lleváramos mascarillas y guantes en casa, o que no durmiéramos con nuestra pareja. Al final, todo cansa. Y el estallido discreto fue el sábado. Ojo a las consecuencias, nos advierten. Siempre hay un Don Perfecto, con su mascarilla impoluta y guantes recién estrenados que se aleja con un quejido si no se cumple la distancia estricta. Tenemos la policía secreta entre nosotros. Pero el espectáculo no se va a repetir, está la mitad de la población lesionada. Además, ya nos organizaremos para no coincidir tanto. A las seis de la mañana te digo yo que no hay aglomeraciones. Nos moriremos pulcros y musculosos, con las manos impolutas, eso sí.

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