¿ES UN SUEÑO ESTOY SOÑANDO? OH, NO, NO, ESTÁ NEVANDO. Eso o es hoy el día de la bicicleta. O resulta que termina la vuelta ciclista y nos ha pillado por sorpresa. Entre virus y otras cuitas.
La situación puede ser algo así: Un fin de semana de mayo. Te levantas sin ganas. Ya son más de dos meses de confitamiento. Nos estamos engordando, como a Hansel y Gretel. Ese meme tenia gracia. Aunque somos nosotros solitos los que nos lo estamos zampando todo. Bueno, te desperezas, no es que tengas ganas de seguir durmiendo, es un no sé qué entre vaguería y responsabilidad. Que es domingo y te lo puedes permitir. Hasta las diez puedes salir a andar, casi lo mejor es hacerlo pronto. Desde hace tiempo el asunto del sueño lo llevas regular. La edad, ocupaciones, preocupaciones, penas o alegrías de genero variado que no vienen a cuento, hacen de tus noches un intermitente estado entre la vigilia y algún abrazo a Morfeo. Cuando te vence, se repiten sueños que quieren recuperar realidades perdidas. Sin entrar en detalles. El sobresalto del despertar te devuelve a tu situación, a tu realidad. El caso es que siempre antes de amanecer, estas despierto. Y cerca de las seis, casi aburrido de que el tiempo no pase, te decides. Saltas de la cama, es algo bueno pasear. Te va a sentar bien. No lo pienses más. Ahora hace fresco. Madrid está precioso. Con la primavera estallada y virgen.
Es bueno además salir a esa hora, porque no has perdido la percepción de tu aspecto y la vergüenza. No hay chándal bonito. Hay ropa de deporte que es agradecida. La de esquiar, sin ir más lejos, además de lo mucho que tapa, aunque te hayas transformado en el muñeco Michelín, hay pantalones coquetos, las botas realzan el tipo. Puedes ir de incógnito si le sumas al atuendo el casco y las gafas. Encima, si eres bueno, nadie ve a un gordito bajando La Bola, El Veleta, o la pista que elijas. Solo se admira a un fenómeno haciendo giros sin descanso con rodillas de acero, evitando bañeras, echando un halo de nieve con la cola de sus esquís ¡Cuánta pasión! Otro deporte agradecido en cuanto a atuendo es el golf, elegantísimo, no hace falta ir prieto, pantalones amplios, polos perfectamente planchados, el cuello favorece más que la camiseta. No hay discusión. Esos colores limpios que conjuntan con el buen tono que lucen a quienes lo practican por los largos paseos al aire libre que su práctica implica. Como observadora me parecen paseantes de lujo, hacen deporte sin efluvios y olores. La sudoración no suele acompañar a tan elegantes caballeros. Pero no se ha inventado el chándal bonito. Te pongas como te pongas. Tu pudor agradece la decisión de echarte pronto a la calle. Aunque entre unas cosas y otras son casi las ocho. Paseas deprisa por tu radio de acción permitido. Decides acercarte a Ruben Darío, no quieres perder cota. Pero ¿Qué es eso que ves? Atraviesas la Castellana por el puente de Juan Bravo. Esto no es que haya instalado ya el carril bicicleta. Sabes que está peatonalizada los fines de semana. ¿Pero de donde salen todas estas bicis? ¿Dónde estaban? ¿Es que cada madrileño tenía una bici escondida?. ¿Me he perdido un dos por uno que tanto me gusta? ¿Acaso regalaban una por la compra de un paquete de mascarillas? ¿venían en la tapa de los yogures? Toda una visión.
Mi amiga Belén es una fiel defensora del carril bici en Madrid. Belén, no hace falta que insistas, con estos quince días más de estado de alarma, los coches no van a caber en la Castellana. Está hecho.
¡Bonita foto! Qué bien que se pueda atravesar en bici.
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