Una cara se oreja es importante para dos profesiones: La de periodista y la de psicólogo. Para ambas hay que saber escuchar. Cuanto más deje hablar el periodista al entrevistado, más 'larga'. Ocurre a veces que el periodista se cree que el personaje en la entrevista es él, y claro, entonces se va al garete la entrevista. Le hace una pregunta cuya respuesta obviamente conoce porque es su deber, haberse informado antes; pero le puede el ego y necesita impresionar a los oyentes o a los televidentes, entonces interrumpe al personaje en cuestión y termina él mismo la respuesta. No es consciente de lo que se pierde, y de lo nos hace perder a todos. Porque se le puede preguntar a C. E. dónde rodó Los puentes de M, si le interrumpen y lo larga el periodista tendremos la respuesta correcta, pero perderemos el porqué o lo que le hubiera apetecido añadir a la pregunta estricta. Para conseguir respuestas largas no hay nada que funcione mejor que el silencio. Pero hay que saber callarse. Y eso no siempre se consigue. A los psicólogos les pasa lo mismo, pero ellos están muy entrenados en dejar hablar. Tanto es así que más de un paciente se ha levantado rápidamente del diván creyéndose solo en la sesión, o se ha dado la vuelta intentando pillar grogui (de aburrimiento) al terapeuta. Eso posiblemente les haya costado una pasta porque ha supuesto un par de semanas dándole vueltas al asunto hasta darlo por zanjado.
Fuera de lo profesional hay gente que tiene imán para que le cuenten. Están en la máquina de café de la oficina, por ejemplo y de pronto S se acerca a hacerse un te. Ante un 'hola' S empieza a hablar, 'hola dices, pues no sabes lo que me contestó mi novio ayer cuando le saludé, que si es su fin de semana, que lo han dejado porque nunca pensaba en lo que le gustaba a ella. De pronto se mete en detalles un pelín íntimos. Tú no sabes qué decir porque tampoco os conocéis tanto ni sois amigas. Y esa sigue entrando en detalles cada vez más íntimos hasta que llega K contando un chascarrillo y a S se le tuerce el gesto. Tu casi besas a K. Sospechas que lo ha oído todo y ha venido para salvarte.
Hay mucha necesidad de sentirse escuchado y la gente detecta quién es capaz y quien no. Por ejemplo, F trabaja en una tienda en la calle Serrano, es una librería, pues es increíble la cantidad de gente que con la excusa de encontrar un regalo para un nieto o algo para leer en verano entran una vez y otra vez a contarle, a compartir con él un rato de su día, que cada vez se le hace más largo.
Y cuanto menos se conoce al interlocutor, más confianza. Si hablara la pareja del kiosco o el camarero del barín de la esquina, con su camisa blanca clamando neutralidad. Y es que con esto del periódico por internet, el café de máquina, los sándwiches del 'corner', comprar la fruta ya envasada, igual que el embutido se han perdido interlocutores muy valiosos en el día a día.
Y hay gente que sabe escuchar y a la que la gente no le cuenta las cosas, y desconozco la razón. La antítesis de lo expuesto. Escuchar es un arte de sabios, es cierto.
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