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04/08/2015

SOY ADOPTADA


La primera sospecha fue la más realista. Pero igual lo vi lo olvidé. En casa de los abuelos, aburrida revolviendo tesoros con una prima lejana mientras los padres recordaban viejos tiempos o discutían. Ahora no lo sé. Entonces pensaba que yo estaba aguantando mientras ellos lo pasaban en grande. Visto desde la edad adulta, imagino que a más de uno le hubiera gustado mirar fotos, libros antiguos y tebeos conmigo.
 
Entonces ocurrió: Encontramos el papel que mi prima segunda casi me arrancó de las manos. Pero yo era buena y rápida leyendo. M., 25 años, soltera, dio a luz a una niña el tal del tal del mil novecientos tal. Toma ya! Era yo. Nací justo al terminar la guerra mundial. Era yo, una mínima diferencia: lugar de nacimiento. ¿Oviedo? A quien querían engañar? Se me nota hasta en el banco de los ojos que nací por debajo de Despeñaperros. En ese momento tenía unos cinco años y el descubrimiento vino y se fue. Dejamos el papel debajo de la máquina de escribir negra y seguimos jugando tan panchas.
Cada vez que me siento diferente sé que hay una razón. Y pienso a qué están esperando para contármelo. Tendré que sufrir una leucemia y mis hermanos no podrán ser donantes? No lo entiendo. Siempre supe que había algo que no cuadraba. Que no me quisieran mis padres era una opción dolorosa, pero a los ojos de un niño la única posible.
En mi casa yo me sentía como un madridista en casa de un atlético: Una perfecta extraterrestre. Con todo, yo era un ser puramente emocional. Disfrutaba de un estatus aristocrático en ese sentido. Mis hermanos y mis padres eran la razón en estado puro. Lo que a mi me hacíaReír o llorar para ellos era motivo de risa.
Muchos años después, desperté. Recordé aquella tarde de invierno y recuperé la paz. Fue al recibir mi regalo de mi 60 cumpleaños . Una maquina de escribir antigua.

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