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20/04/2020

CALCETINES IMPARES


Poco se habla de los calcetines impares. En tiempos de confinamiento hemos tenido la oportunidad de pillar, estando muy atentos, al enano saltarín que tiene como alimento uno de cada par de calcetines, en el peligroso trayecto que va del pie a la lavadora. La pregunta primera, después de la obvia, es ¿por qué uno solo?. Podía comerse los dos. Claro que así nunca hubiéramos sabido de su existencia. Y él quiere darse a conocer. Está solo desde hace tiempo y su “mijita” de orgullo le hace cometer esos pequeños actos fallidos. En realidad, necesita que sepamos que está ahí, cuidando de nuestros sueños. 
He visto varias soluciones al misterioso fenómeno. Casi siempre maquinadas por varones. Mi padre se lavaba los calcetines. Incapaz, incluso en su jubilación, de encontrar el escondite de los nones, decidió que calcetín que usaba, calcetín que enjabonaba, enjuagaba, tendía en un escondite secreto, secaba y guardaba. Adicionalmente solía hacerlos un nudo, para guardarlos en el cajón. Su desconfianza no era sino fruto de la experiencia. La teórica paz de la vereda que recorre la colada hasta llegar la plancha puede ser alterada por salteadores oportunistas. No quería correr riesgos. Un amigo suyo decidió comprarse todos los calcetines iguales. No parecidos, exactamente iguales, obvia es la talla, longitud, color y composición idénticos. debía hacer acopio, pues las marcas sacan novedades que alteraban si tranquilidad. Cada tanto, cuando los tomates no tenían arreglo y el zurcido era imposible, tiraba todos y compraba una nueva remesa. No había calcetines de deporte en su armario; si necesitaba unos más gruesos, se calzaba dos pares. Asunto solucionado. Me dirán ustedes que eso no remedia el problema. Discrepo. Sí lo soluciona, no desvela el misterio. Eso no. Pero mi padre y su amigo, en paz descansan los dos, orgullosos de lucir sus calcetines iguales. 
En tiempos de pandemia y encierro me ha obsesionado, fruto de desamor y disputas en el pasado, no perder calcetines. He recogido cuidadosamente, por pares los caprichosos colores que usan mis hijos. Todos diferentes. Unos tan cortos que pienso que les saldrán ampollas cuando por fin se pongan zapatos. Otros tan largos que dudo que sean de ninguno de ellos. Me pasé de previsora, se van a romper antes de que sean de su talla. Eso de "para cuando crezcan" tiene un límite. A partir de cierto punto ya no crecen tan rápido. Pipi Calzas Largas hubiera sido feliz con alguno de los modelos. He unido con paciencia las parejas. A veces ha sido difícil. Parece que uno es exacto a otro, ayuda que la talla está grabada y también el simbolito de la marca. Pero uno es más largo que el otro. Tiene su miga. habrá encogido, concluyo. ¿Uno más que otro? ¡Nadie es perfecto! Aun así, he sido tenaz, no he dejado que la adversidad minara mi moral. Del suelo he recogido parejas, he encontrado alguno detrás de los radiadores, dentro, muy dentro de zapatos y zapatillas, hechos un burruño de olor concentrado, en la bolsa de la aspiradora, debajo de la cama, de un sofá, entre los cojines. He cogido callo, nada se me resiste. Eso pensaba, ingenua de mí. Alma cándida. Hay algunos lugares más recónditos: entre las sábanas, dentro de la funda del edredón, incluso de la de almohada. Ni idea de cómo han llegado ahí. En las sillas donde estudian ellos y trabajamos nosotros, debajo de la mesa del comedor. En fin. Tras conseguir que llegaran por parejas a la lavadora, yo misma he sacado la ropa una vez terminado el programa. Los primeros días, infeliz de mí, confiada pasaba el conjunto mojado de un tambor a otro. Para un programa breve de secado. ¿Cuál sería mi sorpresa al sacar la ropa seca oliendo a limpio, a talco, a bebé? Al ir a emparejar los dichosos calcetines, siempre me faltaba uno. Desesperada pasé a una meticulosa revisión de los aparatos, incluyendo filtros, recovecos de cuya existencia era una completa ignorante. Sí, algunos encontré adosados caprichosos al tambor, camuflados perfectamente en el cilindro, refugiados en esas platabandas que se distribuyen en su interior. Mis esfuerzos se duplican, pero confieso aterrada que siguen desapareciendo. A punto estoy de rendirme. Eso, o ponemos de moda la asimetría.

2 comentarios:

  1. Es uno de los misterios de la vida. No intentes desentrañarlo. Deja que sea como los agujeros negros del universo para la inmensa mayoría de los mortales.

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