Poca gente conozco a la que no le
gusten los Sugus. Las preferencias cuando se comparten, ocasionan siempre un
impacto que recorre un espacio finito entre la sorpresa y el desprecio. Un
suspiro contenido evita la discusión, aunque la cara lo dice todo. “No tiene ni
idea” piensa el otro. Por supuesto, los azules. Los naranjas, sin titubeos. Los
rojos. Los color frambuesa. A mí, los amarillos. El buen rollismo que ambienta
a la invitación “¿te apetece un sugus?” desaparece ante la desconcertante elección.
Eso sí, tambien alivia la diferencia, no ha elegido de los tuyos, que hay
pocos. Cuando se abre la conversación es como si les preguntas a tus amigos qué
han votado. Tú te crees que, por ser afines en muchas cosas; que, porque os una
el cariño, el tiempo, los recuerdos o la costumbre, vais a votar lo mismo. Te sorprenderías.
Pues con los sugus pasa lo mismo.
Yo he sido fiel a los azules, de piña. ¿Que
saben a piña? No. Son mis preferidos. Punto. Confieso que hay un poco de esnobismo
en mi elección. Es mundialmente conocido que los azules son los más escasos. Me
gusta lo que es especial. (dicho en tono de “te lo juro por Snoopy” o “me
apesta la mano a volante”) Los azules son los mejores. He llegado a abrir una
bolsa de sugus en la que no había ninguno de piña. Sin exagerar. Ahora ya
cuidan mucho más todos estos detalles, por la igualdad. Recuerdo que antes,
cuando yo era más pequeña; debajo del papel de color, había uno que siempre era
blanco, que se solapaba ligeramente en el centro del cuadrado del caramelo. La forma
del papelito casi transpórtense era un exiguo rectángulo. Ese papel era muy útil,
aunque difícil de quitar, pues muchas veces se pegaba sospechosamente al sugus,
ya fuera porque llevabas mucho rato con él en la mano y tu calor lo había ablandado
un poco más, haciéndolo ligeramente pegajoso o por otras razones que no quiero fabular.
El caso es que ya no tiene papel. Y el exterior, m que los diferencia, que
antes era muy fácil de quitar, tiene los pliegues firmemente adheridos y hacen
falta uñas de madre para quitarlo, o un cuchillo.
El caso es, que creo sinceramente que
todos son iguales, a pesar del tinte. Reto a hacer el anuncio de la Coca-Cola y
la Pepsi a quien me lo rebata. Nos quitamos las mascarillas, nos tapamos como
para jugar a la gallinita ciega y a probar. “¿Para qué sirven los de piña?” Me dijo
una vez una niña. No me indigné porque el aprecio por ella es alto, ¡pero hombre!
Me hice un bocata de sugus, para quitarme el mal sabor de boca que el comentario
me dejó, de cuatro pisos, mezclados los colores, que no me cabía en la boca. Se
me hace agua con solo evocarlo.
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