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04/04/2020

ESCALA DE VALORES



Resulta que ahora nos damos cuenta de quién es imprescindible, Bertolt Bretch:

Hay hombres que luchan un día y son buenos.

Hay otros que luchan un año y son mejores.

Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.

Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.

Sí que hay imprescindibles, en lo privado, en lo íntimo, y en lo público. En lo privado son gente que no tiene sustituto. Aquellos cuya huella queda para siempre en nuestro corazón. A veces en forma de cicatriz dolorosa, las más, en forma de sonrisa. Ellos no tienen sustituto. Ya sea porque que se los haya llevado el tiempo, la edad, la fatalidad, o algún bicho. Ya sea por las barreras que la vida levanta. Y se van. Sin más. Son insustituibles. Pero la vida sigue y llevamos su amor y su enseñanza en nuestros corazones. Nos ayudan a ser mejores.

En lo público, en el ahora, es menester reordenar el armario de la educación. Para corregir la pirámide de las prioridades, de las cosas importantes. En este momento se levantan voces aplaudiendo a los médicos. ¿En qué sociedad de mierda nos hemos convertido si ha hecho falta que murieran en cuatro meses, miles de personas por un virus para darnos cuenta de que son imprescindibles los médicos? ¡Que les den una paga extra, sugieren algunos! ¿Pero qué es esto? Un médico siempre ha sido un referente en una comunidad, desde las más primitivas, asignaban su valor a su trabajo, a su sabiduría, a su buen hacer, sus conocimientos. El respeto a su figura, por su formación, su saber, jamás se ha cuestionado. ¿En qué momento se perdió el Norte en esta vida llena de nada? En esta vida de éxitos y fracasos, de metas absurdas, superaciones, competencia. ¿En qué momento pasó a ser más importante un tío que le da patadas a un balón, conduce por encima de los límites permitidos, un cantante de moda, una “influencer” que enseña cómo ponerse unas pestañas postizas o presume de tacones, que uno que suelda huesos heridos, repara pulmones o cose corazones? La comparación fácil es con las excepciones, en el deporte, la música, la pintura. Eso no es lo importante. Lo que es crucial es que hay mucha miseria bien pagada. Se valora más a un YouTuber que a un ingeniero, que a un militar, que al colega de Valladolid que ha inventado el respirador. Hemos desvirtuado todo. ¿Y la importancia del profesor? Desde los tres a los veintitantos años tienen una labor crucial.  Eso tenemos. Los que saben hacer cosas son friquies escondidos. Extraterrestres, gente que no se entera, que vive de espaldas al éxito. Porque eso es lo importante, el éxito, los me gusta, las veces que se comparte su artículo. Estamos huecos.

Cuando hablo de médicos incluyo todo lo que les rodea, no hace falta enumerar cada oficio. Y hablo también de muchas otras profesiones, que por algo se llaman así. Implica dedicación, estudios, una tarea, una labor, un cometido.

La cuestión es que cuando el saber se supedita a la gestión, se desvirtúa. Cuando a los profesionales pasan a controlarlos los gestores se pierde la esencia. Se olvida la chicha. En todas las profesiones eso es claro, pero en la sanidad es una verdad de fogonazo. Cuando un gestor decide si es preciso o no realizar una radiografía para confirmar un diagnóstico, algo tiembla. Si un gestor limita el tiempo máximo que debe permanecer en un hospital un enfermo; o lo que debe durar una consulta; si se organizan los hospitales como una empresa, es el fin. Un hospital no puede cotizar en bolsa. Es otra cosa. Pretender la organización de los recursos sin el correcto y prudente asesoramiento de los expertos es de una soberbia y una estupidez supina. Y quita valor al profesional. Por eso a esta sociedad no le parece importante un médico. Bueno sí, ha hecho un trasplante de corazón. Entonces la sanidad española es la caña. Es que no hace falta hacer trasplantes ni poner rodillas nuevas para ser imprescindibles. Eso está muy bien, pero es “además”. 

Vi un chiste un día que decía “como cierren los supermercados yo no sé qué voy a hacer, porque no sé dónde se cultivan los Nachos”. No existen los agricultores ni los ganaderos. Estamos desenfocando. No tenemos ni idea de lo que en importante y lo que no.

Es la cultura del absurdo. Niños que buscan satisfacción en la aberración porque lo tienen todo. Que no saben qué estudiar porque quieren carreras que tengan salidas. ¿Salidas a dónde? Entiendo la practicidad, pero tiene que haber emoción, sentidos, deseo de servir, de hacer algo en la vida. Proyectarse hacia el futuro y pensar ¿qué quiero hacer?

Decía Antonio Machado que “Todo necio confunde valor y precio”. Nos hemos transformado de la noche a la mañana en una sociedad de necios.





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