
No sé qué pasará en otros países, pero
en España: que se preparen los bares, porque todo lo que nos hemos ahorrado en cañas
durante el confinamiento, lo tenemos guardado en el cerdito. El día que nos
dejen salir, ya no vamos a entrar. “¡Ea!” Que se preparen los garitos, que
entrenen los de Cruzcampo, Mahou, El Águila, que vamos a probarlas todas. La
IPA y la de manzana. La Virgen, Alhambra, toro, como los hombres, Budweiser sin
vaso, menos Coronita, vamos a brindar con todas. Copas heladas o no.
Tengo pensado engancharme a la barra y entonar
el “no nos moverán”. Mi psicólogo favorito es un señor con mandil blanco y
camiseta negra, que cuando me ve, siempre me sonríe, se seca las manos porque
estaba fregando dentro. Me estrecha afectuoso la mía entre las suyas, coloradas,
blandas y a la vez curtidas de trabajar. Mirándome me dice: ¿qué va a ser? Nunca
anticipa mi consumición, respetando mi elección. Aunque cada día, a las ocho de
la tarde, desde hace 40 años, a la vuelta de misa, me acerco a su taberna y le pido
una caña bien fría. Me escucha con paciencia y siento que me está entendiendo. Es
un rato que me gusta. Pero hoy no va a ser una, me voy a tomar todas las que me
he dejado, una detrás de otra. Y así hasta que se me acabe la pasta que tengo
guardada después de rota la hucha. Es posible que no me de tiempo. Volveré
mañana. Pensándolo bien, estoy por dejar los ahorros a su cargo y que él me
diga cuándo se me acaba el fondo.
Yo soy de Mahou, mi padre era de cinco
estrellas, mi exnovio de la verde. Ahora, lo mismo me da, que esté fría, como
la sirven en el Abeto, de las del rincón, heladas. Me estoy poniendo en
situación, una copa de las de vino, que sude un poco, de lo fría que está, que
gotee, moje la barra y mi vestido al beber. Ese primer trago no es de borracho.
Es que quiero brindar de una vez por todas. No quiero una pinta, no quiero
medio litro del tirón, como los alemanes, no quiero que se caliente, quiero
degustar cada sorbo como si fuera el primero. Que no me esperen en casa. Angel,
lo siento, tú eres más de gin tonic, ya sabes dónde estoy, pero no tengo tu paciencia,
yo me lanzo sin chaleco. Nerviosita me pongo. Te espero. Cuando me desatornillen
de la barra volveré a casa en paz. No quiero emborracharme. Quiero gastármelo todo.
El que no es de cerveza será de vino. El
que no de “bebercio” lo será de “comercio”. Y los habrá que prefieren el
cafelito con Jose Miguel, que se lo pone como a les gusta, con su chorrito de
anís. O corto de café, descafeinado de máquina, largo de agua, con sacarina, sin
mascarilla.
Que no se preocupen los dueños de los
bares, que aguanten, campeones, que vamos para allá. La línea de salida solo
falta pintarla, estamos apelotonados detrás, ¿que no hay sitio en el 14?, me
voy al de la esquina, sino es Fran será David el que me pone el pinchito de
tortilla. Mucho cuidado con el pistoletazo de salida. Rascando el polvo en la
espera. Con paciencia, pero impacientes, como decía alguien “que me muero por
volver”.
Chin chin.
ResponderEliminarSalud!
ResponderEliminarMe has ayudado, no solo a visualizarlo, sino a vivirlo también. ¡Que no me esperen en casa!
ResponderEliminarJaaaa
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