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31/01/2022

CARLOMAGNO, NAPOLEÓN Y NADAL

Tanto monta, monta tanto. Los elogios que se llevó Nadal el 30 de enero del 22, a eso de las tres de tal tarde en Madrid, de noche en Melbourne, han pasado desde la afirmación de que es un extraterrestre, dicho con cariño; hasta las más altas cotas del piropo. “Fueraparte” del subidón para el espectador, ya sea presencial o virtual. Esa mañana de domingo que nos ha hecho pasar. ¡Grande Nadal! ¡Grande! A misa se va por la tarde, hoy plancha su puñetera madre. Los deberes luego. Hoy no se va al parque hijo. Que me gusta a mí ver tenis. De intensidad constante, no sé cómo se puede soportar la presión de jugar, sólo de verlo, la proximidad al infarto amenaza cada rato. Grande. Grande también el oponente, que no sale un partido así sin un Medvédev enfrente. ¡Qué paciencia, qué temple! ¡Cómo salta el tío! Y luego se recompone y aquí no ha pasado nada. 

Los comentaristas habían tirado de agenda y casuística tras el segundo set perdido y  recordaron que nunca Rafa ha remontado dos set abajo y el ruso nunca ha perdido con los dos primeros ganados. La estadística nos era adversa. Los números no nos favorecían. Yo visualizaba al rey cayendo. Jaque mate. Rendirse no es opción entre los grandes. 

Rafa desde el primer juego sudaba tanto que cuando cambiaban de campo, había charquito casi en la línea. Literal, le caía el sudor por la cara como si tuviera una gotera. Mientras, el ruso, cual falangista, impasible el ademán. No es que sudara menos, es que estaba tan pancho. Llegaba a todas las bolas, le entraba todo. Sin que se le alterara el gesto, ni para bien ni para mal. Ni siquiera ponía mala cara ante las manías de Nadal, sus toques al calzón, comprobación de que orejas y nariz siguen en el mismo sitio, las quinientas millones de veces que bota la pelota. Tan tranquilo. Nadal, enfadado, con una cara de pocos amigos qué daba susto. 

Hasta que la bestia que lleva dentro, partido a partido, ha demostrado su genio, sin rendirse, yendo a por cada bola. El español, que es el doble en musculatura que el tirillas del ruso, ha empezado a bailar. ¡Y vaya si baila! ¡Qué arte! Hacia delante, hacia atrás, un revés, que no soy zurdo, a la red, a mi sitio, otra vez atrás. Parecía Lendl, otra vez y otra vez, y otra vez, hasta desquiciar al hombre tranquilo, que ha incluso abroncado al juez de línea. Error. Se ha puesto antipático. Le ha salido todo lo que llevaba dentro. Se ha chivado. A Daniil Medvédev le llaman el Androide, no me extraña. Se le ha notado alguna manía incluso, con los recogepelotas, nimiedades comparadas con las botellas del mallorquín. El caso es que ha acabado como un caballero. Me parece mal el abucheo al perdedor. Pero él no ha dejado fisura y se ha portado como un señor. Ha felicitado a su oponente, lo ha dicho con gracia y elegancia. Como el deportista que es. Agradecido de haber jugado contra Grande Nadal. Y también dando gracias de que por fin haya acabado. No podía con su alma. No debe ser fácil, después de jugar más de cinco horas y perder, subir con una ensaladera, mísero segundo premio, y sonreír. Ha conseguido que el público le ovacione. Lo merece. Rafa le he aplaudido, normal. 

Los comentaristas se han pasado la mañana gritando, especialmente desde la una de la tarde, hora en Madrid, se han desgañitado, han puesto  prueba sus cuerdas vocales. Uno de ellos ha colocado a Nadal al nivel histórico de Carlomagno; que sus triunfos son comparables; ha igualado sus gestas a las de Napoleón, en fin. ¡Qué se puede decir, que no se haya dicho, o que sí se haya dicho! La gloria y el mundo conquistados con una raqueta, la cabeza fría y el tesón. Olvidar el punto fallado y seguir, e ir a por el siguiente. Moya le decía: otro punto, otro, olvídate de lo que podías haber hecho, a por el siguiente, aprende. ¡Qué grande! “¿Estás cansado?” le ha dicho Daniil, no sé, “quizá un poco”, reflexionaba él mismo. Ahí se ve que se ha dado cuenta de la condición de extra planetario del de Manacor. Ha remontado lo imposible, ante un chaval al que saca diez años. El ruso, que por lo visto vive en Montecarlo, ha dicho que esto no ha acabado. ¡Ojo! Claro que no. El inmortal puede tener recorrido. Es un ejemplo un poquito extremo, ¡gracias! de que el esfuerzo tiene recompensa. ¿Y si en vez de Putin y Biden, hablan ellos? A la Reina Isabel le habría bastado menos para hacerle Caballero, Sir, Lord o lo que hubiera hecho falta. Ea. 

30/01/2022

12 POINTS


Guayominí, 12 points. Algunos de los misterios de Eurovisión es mejor no desvelarlos. ¿Dónde está Guayominí? ¿Porque  participa Israel? ¿Desde cuándo Australia es Europa? 

Pero lo más flipante fueron los premios, celebrados en la denostada ciudad de Benidorm, para seleccionar al representante de España. Si los participantes en el festival de la ciudad de vacaciones eran los finalistas, ¿Quiénes eran el resto? ¿Quienes los eliminados ? ¿Acaso no tiene prestigio el festival europeo de la canción? Si no interesa, no vamos y punto. 

Los concursantes eran, eso sí, variopintos: unas supuestas aprendices de meigas que más que cantar, gritaban; si esa nuestra forma de reivindicar el folklore y cultura gallegos, que venga Dios y lo vea. Más me parece un insulto a ese bello trozo de España, donde llueve y hace sol, con su bravo mar y su riberas, con sus maravillas. Después salen unos chicos con un sospechoso bigote que recuerda a la España de "Cuéntame" en sus primeros capítulos, los más rancios. Uno de los cantantes debo confesar que tardé en descubrir en qué idioma cantaba. Era español; según él concursaba ilusionado con que sus abuelos bailaran su canción. No era ni lenta ni de bailar separados. Dudo que el entusiasmo de los parientes fuera bastante como para saltar a la pista. Otros homenajeaban a Rafaela, pobre. Iban vestidos de rojo teñidos del mismo rubio que la Carrá. No entendí el homenaje. Una chica de blanco llevaba una canción convencional, si se hacía caso omiso  a las explicaciones que dio, sobre un crimen no resuelto. Mejor no saber. Vuela Rafaela. Otro grupo llenó el escenario de tetas y reivindicaban la visibilidad de las mismas. Yo creía que aludían a Mazinger Zeta, y a su compañera, que usaba los pechos como arma. No. Una canción hablaba del muy respetado llanto: calle de la llorería. ¿De donde sacan los títulos? ¿Y las letras? 

Gritos monosilábicos unos detrás de otros. Sin melodía. Los chicos bailan con falda. Mucho todas todos  y todes. Feminismo mal entendido. Y muy mala música. Solo se salvó Alaska. ¿Como pudiste hacerme esto a mi? Ojalá hubiera cantado ella, con sus Pegamoides o Dinarama, con Ana Curra o a Eduardo; alguna posibilidad hubiéramos tenido. Spain cero. 


29/01/2022

VUELTA Y VUELTA


El punto de la carne, ese gran desconocido. Por muchas normas que inventen, el punto de la carne no está claro. Si tenemos en cuenta que lo extremos son evidentes, crudo y churruscado, debería ser sencillo establecer, por ejemplo con números, una categoría, pero misteriosamente no es así. Entre el crudo y el casi quemado hay una infinita variedad de categorías, de punto, punto medio, medio alto, medio bajo, medio alto, hecho, muy hecho. A falta de definir el origen de coordenadas y consiguientes subdivisiones resulta, imposible traducir a tiempo en la plancha y grados o intensidad del fuego, cualquiera de las categorías que encaprichan al amante de la carne. Debido a la nostalgia y afecto que siento hacia la profesión de quien alimenta a otros, sea por gusto, oficio, condición, devoción u obligación, me cuesta culpar al cocinero de la desidia en la elaboración de tan sencillo y exquisito alimento. Sin duda la más difícil elección es al punto, que deja en manos de la pericia y criterio del cocinero el éxito o fracaso de la culinaria elección. 

Suele ocurrir en lugares públicos, ya que en casa uno se encarga de que su carne ni se pase ni se quede corta, y si no se ocupa, se aguanta. Por tanto en un restaurante, local, chiringo, tras los habituales entrantes, cada cual ordena lo que le apetece. ¿Qué me apetece? Descartando a los extraterrestres que piden pescado como si les doliera la tripa, el español pide carne. Del chuletón al solomillo, del lomo bajo a la entraña, cada cual con sus querencias. Es habitual que en la ronda de la comanda un comensal pida ese plato que al resto se le ha pasado, especialmente en esta época de códigos QR. ¡Cómo echo de menos los locales en los que los platos tenían foto adjunta! ¡Cómo los denostábamos antaño! Y ahora, entre que buscas las gafas de cerca, sacas el móvil, se te pasa el arroz y agotas la paciencia de cualquiera. ¡Esas cartas plastificadas de los locales orientales, o de los que salpican las olas! ¡Qué pena! En fin. El experimentado o sagaz comensal, que quizá conozca la especialidad del sitio, ha pedido algo que parece espectacular "yo solomillo, muy poco hecho, con pimientos de padrón, que piquen de verdad y patatas fritas, de las que tienen colesterol. El solomillo, que sangre" La petición provoca una revolución en la mesa. “Yo lo mismo que el caballero, pero no quiero ver la sangre, y las patatas, cocidas.” El indeciso ha acabado con sus dudas. “Yo lo mismo que el primero, ponga dos, exactos,” otro “Yo igual, pero al punto.” Aclara lo que significa al punto, que ni sirva para reparar sus desgastados mocasines, ni lo traigan sin pasar por la sartén. Cambia el lenguado por solomillo el deportista que tanto se cuida. Un día es un día. Y así podría seguir una lista de poco hecho, muy hecho, tantas variaciones como comensales; aunque la carne, como me dijeron un día es roja/rosa/marrón/negra, y a freír puñetas con ambigüedades. Ni siquiera con los colores se acota el problema, no hay arco iris que cubra el espectro. 

El caso es que una vez ordenada la comida, quedan claros los entrantes; pero respecto a los segundos, cunde la desconfianza. Se asume que van a hacer siete, ocho, diez solomillos y distribuirlos como caigan. A base de regar con buen vino el aperitivo, confía la dulce camarera, con la sonrisa escondida en la mascarilla, en el olvido o la misericordia del cliente. Que no le haga volver y traerle uno más o menos hecho. Que más, todavía, pero menos, va a tener lío. Aparece, platos en alto, cuidado que quema, y se hace un silencio de aguantar hasta la respiración. Los del poco hecho declaran con orgullo que está perfecto, casi frío. Una, que escucha, y atiende, algo ha aprendido del roce que hace o no el cariño; una sabe que para que una carne poco hecha lo sea, y esté rica, hay que atemperarla y no calentarla, como sugiere el público, ya la lengua suelta con los taninos. Debe sacarse con tiempo de la nevera, frigorífico o lo que corresponda, y que no esté fría cuando se le someta al calor intenso y rápido que la marca por fuera y la deja roja por dentro. Corazón.

En fin, que el punto de la carne es como el café, cuestión de suerte que te toque el que has pedido. Mejor no ser muy exigente, o pedirse un huevo frito con patatas. Que eso sí que tiene colesterol y no hay duda. O huevo con puntillas tipo merluza o blanco como los ingleses. Sin dejar margen al error a la imaginación.


28/01/2022

ÁNGELES DE LA GUARDA

Los Ángeles de la Guarda los noto conmigo. Están todo el rato. Hasta cuando me olvido. Nunca estoy sola. Y menos aun cuando me abandono al sueño, cuando dejo de controlar, cuando no puedo estar alerta. Nunca estoy sola. El día entero me paso haciéndome la fuerte, haciéndome la mayor, porque a los niños se nos supone felices y ciegos y sordos. Pero yo también veo lo que pasa. Veo cómo ella llora, veo que se esconde para que no notemos que sus ojos se han llenado tanto de agua casi han desaparecido de hinchados que están. La veo triste y yo también estoy triste. Y no sé qué tengo que hacer. Se enfada por nada de repente. Oigo a quienes más quiero discutir por cosas que antes les hacían reír. No lo entiendo. Si supieran cuánto se quieren. Si supieran lo que les queremos. Si supieran. No me atrevo a llamarles. Les oigo no hablar. Un portazo involuntario. Unos pasos que van y vuelven. Noto silencios que son como agujas en la tarde. Les llamo para que se distraigan y no griten. No entiendo qué ha cambiado. No entiendo por qué él está siempre enfadado y ella siempre triste. Y  a veces al revés. ¿Será algo que he hecho yo? ¿Habrán sido los gemelos, que dan mucha guerra? 
Cuando aparezco, la tensión se disuelve, igual que el Colacao. Hago un poco de ruido para avisar que llego, ella sonríe y me achucha un montón, él me sonríe y alaba mis gracias. A él parece que se le ha pasado el enfado, ella se ha tragado las lágrimas. Pero no tienen alegría. Intento que algo cambie con mi presencia, hacerles reír con tonterías, dar un poco de energía al ambiente, a ver si les saco una sonrisa más ancha. Parece que es difícil. Me concentro en mi juego, los gemelos duermen. Él se pone conmigo, sólo para mí; ella se va a lavar la cara y maquillar el sofocón. Él no habla, yo creo que también tiene lágrimas debajo de su enfado. Jugamos.

Discurre el tiempo y navegamos en un caldo de silencio. No entiendo lo que ha pasado. Hace bien poco la casa estaba llena de luz y de risa. Ahora no hay nada más que una niebla espesa que no nos deja ver nada. Niebla y silencio, o gritos y silencio. Jo. Vivimos en un escenario, aunque algunos no hacen muy bien su papel, especialmente ella,  que intenta estar contenta pero es muy llorona, y se le escapa. Y él, que es muy bueno, pero no habla nada y cuando habla le sale la voz enfadada. Durante el día yo también tengo mi papel, de hija feliz, hago lo que me corresponde. Cuido de los hermanos, que no den la lata. Intento no equivocarme para que nadie llore más o se enfaden más. Trato de recordar todas las normas, comer con la boca cerrada, coger bien los cubiertos, ser súper obediente. Casi prefiero pasar desapercibida. Me llevo a los hermanos a su cuarto para que no enreden y para que no sufran. Son pequeños. A lo mejor es todo cosa mía. Ojalá. 

¿Está él enfadado porque ella llora? ¿Llora ella porque él está enfadado? Yo solo quiero que estén contentos, cuando paseamos junto sus manos, que se les olvida ir juntitos, como antes, que él apoyaba su mano en el hombro de ella y se pegaban mucho hasta juntar las cabezas, y besarse a veces, o ella metía la suya en el bolsillo del abrigo de él, al paso, siempre al paso.

Al acostarme, al quedarme sola, cuando nadie más está, hablo con los abuelos. Ellos sí que no están, y les siento. Sé que cuidan de mí. Que están ahí todo el rato. Gracias. No me puede pasar nada malo. Seguro...que todo esto ha ocurrido por algo. Fundamentalmente para que yo sea la persona que soy. Ha sido duro pero he llegado y estoy muy orgullosa.

26/01/2022

AGRADECIDA


Es una amiga, es un amigo el que me acercó a la trascendencia del agradecimiento. Es importantísimo dar las gracias, no concentrarnos en las cosas malas que ocurren sino en reflexionar sobre las cosas buenas que nos están pasando. Y encontrar la alegría en reconocer la suerte que tenemos  por eso. Disfrutar de lo que hay, de nuestro pequeño huerto de alegría. De esa manera se aprende mucho. No me refiero a esta moda del pensamiento positivo y a que si piensas en positivo todo sale mejor. No. Realismo. Pero es importante discriminar, para así hacer lo mismo con la queja, y aparcarla. Separar con un cedazo las miserias de las sonrisas. El trigo de la cizaña. Ir a lo esencial. Dejar de dar rodeos practicando el ombliguismo, que un día nos van a dar las uvas de la ira, déjale el espejo a la madrastra, que se entretenga ella con ser la más bella de todas las mujeres.

Confesar la alegría por las cosas buenas es super sano. La verdad es que creo que la queja no tiene ningún beneficio. Ni para el que la emite, porque se siente luego fatal si tiene un mínimo de consideración sobre los demás; ni para el que la recibe, que se echa a la espalda un cansancio y una rabia y desazón que le agota. Porque no se puede ayudar a un quejoso, porque a alguien que se queja no se le puede ayudar. Se le puede escuchar. La queja no tiene posibilidad de contención. Se siente el oyente una cesta que se quiere llenar de agua. La queja es simplemente un desembuche. Es muy bueno dar la vuelta a la tortilla y pensar en el agradecimiento. Pura magia.

Quien lo tiene todo pero lo agradece todo, el que lo tiene todo en el sentido más material de la palabra, quien le ve desde fuera pensará que  tiene mucha suerte por su capacidad económica o por los viajes que se pueden hacer o por la ropa que visten o por el trabajo maravilloso que tienen en el que disfrutan. Pero en realidad al rico de espíritu, lo que les gusta de verdad es su marido, su mujer, sus hijos y de ellos están orgullosos y por ellos piden seguir viviendo y seguir compartiendo un año más, un día más. Porque se consideran afortunados de tenerles al lado. Dar las gracias por eso y no por tener una casa en Malibú.  Que el suelo donde dormir importa. Pero de poco sirve si el emocional te falta. La fortuna está en otros aspectos de la vida, eso es lo que yo creo. Y en ser conscientes de ello. Y alegrarse. Y sentir gratitud. Y sentir alegría. 


25/01/2022

YO YA NO QUITO LA NAVIDAD

 

Yo hasta que no quiten el árbol de Navidad de la Castellana, hasta que no quiten las lucecitas de los árboles, no quito de mi casa la Navidad. Mi árbol y mi Belén se quedan donde están; si es Navidad en Madrid también es Navidad mi casa. No es desidia, no es pereza, si es Navidad en Madrid, es Navidad en mi casa. 

Vienen amigos a comer, un café y entran en resonancia al ver que están las luces instaladas. No las encendemos, ya no es momento de luces intermitentes. Aunque he visto algunos bares que iluminan así sus terrazas y le da un toque nostálgico y a la vez alegre que me gusta. el caso es que en mi casa sigue creciendo mi abeto, se espiga de a poco, que va lento. No le faltan adornos aún. Sí, tenemos un árbol  de verdad, como debe ser, ido a comprar a la Universitaria y transportado con pulpos en la baca del coche. Como debe ser. Todo forestal que se precie debe tener un árbol de verdad. Ya me avisará cuando se mustie, el cepellón no era muy grande. Eso, o que quiera atravesar el forjado del vecino. Ya hablaremos. Puede tener su gracia. Yo me abeto no lo quito hasta que no quiten el árbol de  mentira de la Castellana. Mis amigos, mis hermanos, hasta los nietos se ofrecen a ayudar y guardar los adornos, subirlos al trastero, devolver la casa al invierno recién arrancado. Pero es que yo me ato a lo recuerdos. Y no hay nada como la Navidad para echar el ancla. Y ahí me quedo, con mis Reyes Magos que han llegado ya al Portal y adoran al Niño sin descanso. La Virgen arrebolada, lo acurruca con mimo, le protege del frío y de los malos a un tiempo. San José, cayado en mano completa la familia. Los animales al fondo. 

De la misma forma que el abeto sigue en mi salón, te pongo plato, por si las moscas. A ver si vienes. Preparo tu comida favorita. Te pienso. Y te quiero.

24/01/2022

DIME DE LO QUE PRESUMES

Todos vamos con ilusión a los congresos. Bueno, el que no tenga ilusión allá se las componga. Es cierto que al volver el trabajo se ha acumulado y la lista de pendientes ha crecido de una forma que parece imposible de abarcar. Pero eso viene después. El congreso hay que disfrutarlo. Te encuentras con amigos de la facultad. Engordas tres o cuatro quilos porque no te saltas un desayuno ni un descanso, en los que ofrecen maravillosos croasanes. Aunque te has puesto morado en el bufet del hotel, tienes hueco para un zumo y un para de ensaimadas. Los bocadillitos de las meriendas son variados y entretienen el estómago. Por supuesto no te pierdes las cañas de por la noche, y si hay copas, copas. No tienes cuerpo para currar cuando llegas.

Es además muy interesante el asunto del congreso. No es solo por socializar. Te toca hablar el martes a las 16:10, mala hora. Y el jueves a las 11:00. No sabes qué es peor. El jueves la gente ya está hasta la coronilla, quizá se vayan de compras, o al mar. Algunas de las conferencias son obligadas por tratarse de compañeros de cátedra o doctorandos, les has tutelado, quieres ver cómo se defienden. Otras son obligadas porque la gente que las da es estupenda, siempre se aprende algo.

Pero siempre hay uno que le dice al moderador: "no te preocupes" (le tutea, es amigo), "voy a ser muy breve" Estamos perdidos. No entiendo por qué los que más se enrollan en las charlas anuncian que no lo van a hacer. Si al menos no dijeran nada, vale. Pero, no, se comprometen, no solo a ajustarse al horario, sino que presumen que les va a sobrar tiempo. En el congreso les hubieran encendido la luz roja. Ultimo aviso. Nada. No se inmutan. Y además se creen que lo tienen que contar todo. ¡Pásame los apuntes! ¡Está en el libro! Nada, que no acaba.

Pues eso, dime de lo que presumes. Esa gente estupenda que dice de si misma  que son generosos y píos y buenos, cuidado; la que no es celosa, ojito. Yo muero antes que dejarte, uf. Tiene un lío. Esa es una mala pécora. Yo no hablo mal de nadie. Date por fastidiado. Ya ha soltado algún bulo. Se arrepiente (poco) y trata de defenderse. En fin. El que no miente nunca: Pinocho. El puntual, ármate de paciencia. Y es que ocultamos nuestras miserias en escudos protectores de vanidad y pereza. Envueltos en el miedo del disfraz ocultamos la verdad por miedo a que jo nos quieran como somos. Error. 

23/01/2022

CDE

 A mí me da por épocas. Pero hubo una que, era ver la pegatina en un capó y descoyuntarme por echar un vistazo a quien iba en el coche. Con el paso del tiempo he asumido, más o menos, que quizá no les conozco. Han tenido que pasar más de 30 años, lo que hace que acabé el Colegio, para aceptar semejante realidad. Nunca es tarde. La primera sospecha de que algo no cuadra ocurre el día en el que el conductor te parece menor de edad. No das crédito, inmediatamente se te ocurre que le ha quitado el coche a su madre y es un insensato que va indocumentado por la vida. Ni te imaginas cómo puede ser que el imberbe que va al volante tenga carnet de conducir. Y encima lleva niños en el asiento de atrás, que son sus hijos. Si te ve que miras te va a tomar por loca, y si saludas, como te gustaría, para que baje la ventanilla y decirle que tú también has ido al cole, te denuncia por acoso. 
Eso, sumado a que yo soy del Estudio de adopción. Soy del Estudio de Miguel Ángel, cuando la gente lo llamaba El Estudio. Ahora le han quitado el artículo. Como a La Coruña, que ahora es Coruña. No sé porqué. Se llama Estudio. Las cosas que pasan, como dice el del balón mano, son cosas que pasan. Yo fui un año al colegio, cuando todavía COU no era la 18. Total: hace mil años. No pertenezco a ninguna de las familias. Esas de hermanos y primos y parientes que forman una red tupida, se conocen todos. No. Yo siempre fui la nueva.
Pero todo se pega, y esa sensación de pertenencia a un grupo es contagiosa. Fue entrar en el colegio y ya es como si hubiera estado de toda la vida. Una suerte de clan en el que sin llegar a los beneficios de dudosa moralidad y virtud de la Mafia, tiene sus ventajas.
Cada uno tiene su guiño. Su símbolo que le recuerda otros tiempos. Hay quien presume de manzana mordida o unas cerezas. Signos de identidad. Molaba que al menos por la a matrícula se pudiera identificar región u origen. Ahora sólo se distinguen coches con conductor, diplomacia y poco más. El resto: a base de tuneo e imaginación. 

22/01/2022

EL TÍPICO GRASIOSILLO


Y es que no sé qué tiene el acento andaluz, que para contar un chiste, aunque seas de Toledo, o de Murcia, que también existe, debes ponerlo. La verdad es que los chistes hacen la misma gracia contados en castellano que en andaluz, con acento y sin él. Para los oriundos de la meseta, casi nada tiene gracia. Tardan en pillar las bromas o no las entienden. Es esa educación espartana que da la meseta. No es frecuente el sentido del humor. Pero si un chiste tiene gracia, la tiene. Y no sé por qué a la gente le gusta poner acentillo cuando cuenta cosas graciosas. Incluso a los humoristas les da por poner acento andaluz para contar sus bromas. 
A mí la verdad es que me toca un poco las narices. No por ser de la meseta, que me esfuerzo en quitar hierro a la vida. Que bastante tiene sola. Pero me molesta el gracioso llorar, el típico andaluz graciosillo y el que imita al andaluz para hacerse el gracioso. Se acerca peligrosamente a hacerse el tonto. Además es malo para el nacido de verdad en al bella andalusí, al que nadie se toma en serio cuando habla de cosas que no tienen gracia. Que parece que está de coña. Y cuando quiere ponerse serio de verdad añade eses a todas las palabras, haciéndose el erudito. Es un lío y una tara. No me gusta. 
Yo soy un poquito andaluza de corazón, que mi abuelo era andaluz. Aunque digan que los granadinos tienen mala “follá”, mi abuelo en un hombre estupendo, y sus hermanos y primos, lo mismo. De mala “follá” no tenía nada, ni de mal genio. Pocos hombres tan cariñosos como él, a quien le gustaran tanto los niños, que tuviera tanta devoción por su mujer, por sus padres, por sus hermanos, por sus hijos, por sus nietos. Un hombre bueno, habilidoso, cariñoso, sensato, modesto. Pocas personas he conocido yo en mi vida que sean como mi abuelo y era de Granada y de graciosillo no tenía nada y de mal genio tampoco. Por eso cuando oigo a la gente contar bobadas con acento andaluz para parecer más simpáticos, me parece que son medio tontos o tontos enteros. No le veo la gracia.

Porque además, ser andaluz no es licencia exclusiva de los sevillanos o los gaditanos. Ay, la tacita de plata, ay, la Giralda, ay la Torre del Oro, la torre del oro. Son andaluces los onubenses, de Huelva ellos, tan cerquita de Portugal, que se han reído de si mismos con ese epicentro de burla en Lepe, donde han sido más listos que el hambre. Y los urcitanos, de la desértica Almería, famosas imágenes cinematográficas y cultivos bajo plástico. Supervivientes a una ortografía y climatología adversas. Por no hablar de malagueños, con sus rincones mágicos, sus espacios con microclima, donde no hace ni frío ni calor; los jienenses, y sus olivos centenarios; cordobeses: la diferencia. Cuando hablamos de Córdoba, hablamos de otra especie humana. En Córdoba se estila la solemnidad del discurso, la mesura en las palabras, la sobriedad en el vestir. Solemnes hasta en los gestos más sencillos. Conseguir un chiste o una broma de un cordobés requiere un grado de intimidad y afección que no es fácil adquirir. En fin. La nostalgia del sur me invade.


Lo que diferencia y separa a Andalucía del resto del mundo es Despeñaperros. Cordillera por excelencia. Con ese nombre, debe tratarse de lo que es, una frontera entre dos mundos. Por mucho que la ingeniería, en nombre del hombre moderno, trate de acercar de un modo artificial a Andalucía al resto de España, no se puede. NO SE PUEDE. NO SE PUEDE. Porque no se quiere. Porque cuando se acaba la barrera que separa la meseta del Sur, empiezan los olores, se cubren de olivos las lomas de los montes. Las alineaciones se alternan y se persiguen las paralelas en el paisaje. Empieza a sentirse un calor diferente, que afecta hasta al corazón. Llega al alma cual candela en la noche. Cuando se pisa el otro lado, al oriundo le cambia el humor, él se remanga la camisa, ella se calza unas alpargatas de tacón y se suelta la melena. La sonrisa la aire. Y las ganas de llegar a casa. Eso es lo que ocurre al pasar los montes de tremendo nombre. 


21/01/2022

CUERNOS Y CHORIZOS REALES

 

Hace falta valor. Que son cosas que pasan dice, el jeta. Todo en la vida son cosas que pasan. ¡Qué lucidez tiene el tío! ¡Qué verbo! Que lo diga su hijo, pase. Pero tú, colega. Hace falta valor. Hace falta valor. Ven a la Escuela de Calor. A ver, hijo, que tu chica te ha llevado bocadillos al trullo. Que le han quitado el título que desde nacimiento le correspondía, porque tú eres un chorizo. Y resulta que ahora, cuando todo ha pasado, te paseas con otra de la mano, cuando aún sigues llevando dos maromos que te protegen no sé de quién o de qué. Porque no le importas a nadie. Te enrollas con la compi del despacho. ¿Una novia de la infancia? ¿La dejaste por una vida de altura?

Ella está fatal, la mujer. ¡Nos ha jodido mayo con llover tan pronto! ¿Y cómo quieres que esté? Eso de a las duras y a las maduras hay gente que no sabe que es. Pero lo tuyo es sangrante, macho. Que le han quitado la coronita a la chica con la que te casaste porque tú ibas presumiendo de trato. Entrabas en los sitios con un “no sabes con quien estás hablando” por delante. Hasta para ser caco hay que valer. Y si tenías que destapar tu disfraz es porque no se te conocía y no eras nadie importante. Pero, ¡hay que ver el daño que has hecho!, a tu chica, a tus hijos. Eso es lo importante. Porque además de real, tu santa esposa es hija, madre, hermana, y ha tenido que pirarse de casa, se ha separado de todo, es la peste de la familia por la vergüenza del marido chorizo. Ella te ha defendido y apoyado en todo. ¡Ah! que a lo mejor eras víctima. Mira tú. Pues no haber aceptado. Que te molaba mucho entrar en palacio y las reverencias. Que te quiten el plato y te lo pongan sin darte cuenta. Estar medio palmo por encima del resto de los mortales. Para eso sí.

Vienes de familia de alcurnia. Plantaste a tu novia de toda la vida por la coronita y los laureles. Alegaste ser teniente para librarte de la mili. Por lo visto estudiando fuiste un hacha, metiste el turbo y en lo que los mortales hacen una carrera, tú te cargaste de títulos y honores. Cosas de los coronados. Imagino. Pero es que eso da lo mismo. Eres un caradura y un desagradecido, después de casi treinta años al lado de una mujer, lo único que se te ocurre decir es que son cosas que pasan. Eres un crack. Como si tu real familia no hubiera existido nunca. Hace falta valor. Es de malnacido no ser agradecido. Y una chica que te lleva el bocadillo al calabozo es mucha chica. Encima te han hecho la foto en un sitio en el que no podías estar, cosas del grado que cumples. ¡Alma de cántaro! Lo dicho: Para ser malo hay que valer.

20/01/2022

CON CANAS Y A LO LOCO

Parece que ha venido para quedarse la moda de no teñirse. Está en boga el pelo blanco, o mechado. Cual signo de rebeldía o identidad. Ya no se tacha con desprecio a la mujer sin mechas de descuidada. Para eso, claro, se tienen que dejar canas las famosas, porque si no, nadie se atreve a admitirlo como icónico. Tiene narices.
Brujuleando en la red destaca la serena Christine Lagarde; por supuesto Carolina de Mónaco; divertida Diane Keaton, que ha hecho siempre lo que le ha dado la gana. Glenn Close, Helen Mirren, Judi Dench, Jamie Lee Curtis, Kathy Bates, Demi Moore, Andie MacDowell, Angela Molina. Y los hombres, Jon Bon Jovi, Richard Gere, Pierce Brosnan, Matt Leblanc, Patrick Dempsey, George Clooney. Todos ellos y muchos más están estupendos con y sin canas. Incluso alguna reina se ha visto pillada a base de zoom y mala idea, sin repasar su real cabellera allá en su nacimiento. Eso sí que es feo. A otra, algún pelo blanco rebelde en las fotos de detalle, se le observa descolocado. 
A los hombres siempre les han sentado bien las canas, aunque fueran tempranas. Les dan ese aire de interesante, maduro. El grisáceo de algún rubio, los mechones herencia familiar, llevados con orgullo y sonrisa infantil. Pero las mujeres, no sé si será por tradición o coquetería, por exigencia propia o ajena, se han teñido casi siempre. Las amigas, madres, suegras, hermanas, cuñadas, aprovechan cualquier ocasión para colar lo bien que sientan las mechas, que rejuvenecen, oscurecer un poco el pelo, no te digo teñirte, que es un producto supernatural, y se va yendo solo. Vamos a ver, teñirse está genial. Pero hay un punto en que se rebasan límites. Yo recuerdo "Muerte en Venecia", ese hombre decrépito y marchita, incapaz de aceptar su edad no sus deseos, cuya imagen más triste era esa de un rostro en el que se mezclan las lágrimas, el sudor y el tinte. Qué triste. 
También se puede entender la decisión de dejarse cañas no como un descuido si no como aceptación, de la edad, de la vejez. ¿Por qué es ridículo un rostro terso carente de arrugas y expresión a los 70 y sin embargo se denosta que no se apliquen unos reflejos en ese amanecer de niebla en la noble cabellera? 
De mis dos abuelas, una era el hada Fatina, con su pelo azul o morado, según el antojo o esmero de la peluquera. A veces parecía un hada de verdad. La otra no tenía canas, un entreverado, como de buen jamón, que empezó a invadir su antaño negra melena con vetas blancas que le daban un tono grisáceo. 
Claro, que para tener buena pinta con canas, o te lo curras, o te dan limosna por menos de nada si te ven en un semáforo parada o esperando un taxi. Porque la cana tiene vida propia. La cana se riza en los cabellos lisos, o es tiesa como un palo si lo tienes rizado. Por llevar la contraria. Así es que la decisión requiere mimo y atención, como todo en la vida.
Dicen que todo se debe a la pandemia. ¡Pero si las peluquerías fue lo primero que abrieron, junto con las tintorerías! Eso sí, ahora va a brotar una plaga de renegadas, que con tal de ir con el viento que sople hasta de teñirse de blanco son capaces. 

19/01/2022

LA BANCA

Pido perdón y me excuso ante mis amigos y parientes banqueros o bancarios por si mis palabras pudieran ofenderles. No va con ellos, no le considero responsables y artificieros de estas situación. 

Están llenas las sucursales bancarias de economistas, biólogos, veterinarios, ingenieros, arquitectos que no han ejercido jamás su profesión. Profesionales que con paciencia y cuidado han atendido a clientes despistados sin argumentar que desearían estar poniendo inyecciones a cochinos o cuidando brotes de magnolio. Ellos, que no se han quejado nunca, pero que en cuanto lo clientela les ha querido, la dirección suspicaz les ha cambiado, por temor a que los clientes amigos tuvieran beneficios escondidos. Error, ¡qué bonita es la fidelidad, y encontrar una cara amiga en la compra, en la farmacia, en el banco! Como usuaria de un Banco pijo donde los haya, no tengo queja. Ni experiencia.  Con eso lo digo todo. Para explicarlo un poquito mejor diré que cuando otro Banco nos ofreció una hipoteca mejor, en la firma en la notaría, el señor notario nos dijo que si estábamos seguros. Que teníamos un Banco privado sin serlo. La cara que se le quedó a la representante del nuevo Banco, que había buscado y conocía al notario, era aún poema. Que yo llego al Banco para ingresar dinero, para sacar, para pedir una tarjeta, consejo o un crédito, y me invitan a café si no me atienden inmediatamente. Esa es mi experiencia. Pero miro y veo y escucho, y por fin he leído la queja de ese médico valenciano jubilado. Olé. Somos mayores pero no tontos, idiotas. Ojito, que el colega no es analfabeto. Y si lo fuera no sería su culpa. De ahí a tener que ser autosuficiente en la gestión bancaria hay camino. 

El caso es que ahora no se puede ir al Banco a sacar dinero sin cita. Actualizar la cartilla se considera un lujo para el que no están los empleados. Además hay una franja horaria estrecha para realizar cada actividad. No es consecuencia de la pandemia. Los trabajadores del Banco tienen síndrome de Estocolmo y entienden que sea así. Que el Banco no está para atender al cliente. Vamos a ver. ¿Qué es eso de pedir hora? Y si es posible hacerlo por el cajero directamente. Allá llevan a los viejitos los curritos, como si al matadero los empujaran, a enseñarles que una máquina les resuelve todo más rápido. Pero no se le puede dar las gracias, ni invitarla a un café. A la postre se trata de disuadir al cliente de acudir al Banco. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Es que no están para eso. ¿Cómo que no? ¿Entonces? Ahora tienen que vender televisiones. No me fastidies. Para eso la gente se va a Media Markt. Que no son tontos. O teléfonos. Osea que la manera en que te atiendan hoy en... Queremos ser tu Banco, o...hablamos...es hacerte jurar que vas a comprarles una televisión, teléfono. 

Así que mi apoyo total a ese valenciano valiente que eslognaea que es mayor pero no idiota. Ni mayor ni joven, ni en pueblos no en ciudades grandes. Ha cambiado el modelo de trabajo de la banca, que nos tiene cogidos porque es a su través como hay que cobrar y pagar y sin embargo se trata de entes virtuales que manejan todo lo material sin darnos servicio alguno. Vamos a volver a cobrar con un sobre. Amenaza una involución por la sospecha del control sin recompensa. Porque si no se entiende nada, si se siente manejado la antojo de poderes ocultos, el individuo también tiene recursos para protegerse. No somos idiotas. 

18/01/2022

PUES A MIS AMIGOS LES DEJAN IR

 

Los humanos somos seres contradictorios. Debe ser o estar en nuestra naturaleza. Como la fábula del escorpión, que se comió a la rana tras jurarle que no lo haría y después de que ésta cargara con él y le cruzara el río. La rana, estupefacta le pregunta por qué. Está en su naturaleza. En la nuestra está decir una cosa y la contraria. Sin mentir. Argumentar hasta el desaliento. Romper promesas. Desmentir el pasado. Asegurar con convencimiento que nunca harías algo y hacerlo. Renegar de citas propias. Defender extremos opuestos con igual ahínco. Somos contradictorios de verdad. La troska de Loewe es una mujer muy pero que muy a babor, abanderada de la izquierda pura y de gustos elevados. No es incompatible, contradictorio, quizá. O no. Ahí está el premio a las letras con sus visitadoras y sus teorías del amor y el matrimonio, practicante del divorcio exprés. Cada uno es cada uno y lleva su mochila llena de contradicciones y con su naturaleza, que pesa. 
Cambian las condiciones de contorno y lo mismo les ocurre a nuestros principios. Ya lo decía Groucho, estos son los míos, si no te gustan, tengo otros. Depende del ámbito en el que uno se mueva y del poder que se ostente, se puede hacer más o menos mella, y daño con este asunto. Por eso creo que la autocrítica es fundamental. Y no tomarnos demasiado en serio.
En la educación es "espinal" ser coherente. Por ejemplo, como padres, cuando viene el niño y te pide ir a dormir a casa de un amigo cuyo nombre oyes por primera vez y le pides algún dato más. Estás visionando a un delincuente en potencia, tirarán petardos por la ventana, pegarán chicles en la cabeza de sus vecinos de butaca en el cine. De ahí al correccional la línea es fina. Y de ahí a la cadena perpetua, cuestión de tiempo. Los datos que pides son unos mínimos, como dónde vive, de qué le conoce, si estarán sus padres, con los que te gustaría hablar, para agradecer la invitación, en fin, detalles. Puede camelarte falseándolos. Sin embargo el niño se revuelve y te contesta un "pues a todos mis amigos les dejan y no les hacen tantas preguntas". Ahí sale la respuesta comodín que todo padre que se precie conoce "a mí me da igual lo que hagan tus amigos, yo creo que las cosas hay que hacerlas así" Si tus amigos se tiran al barro ¿tu también te tiras?. O por ejemplo, el chaval viene con un cate en sociales y te suelta un "ha suspendido a toda la clase". El padre puede recurrir a un argumento parecido. "me da igual el resto de la clase, quiero saber qué te ha pasado a ti". En los temas de las notas confieso que yo sufro los exámenes de los hijos como propios. Así es que no necesito mucha excusa, bastante mal se pasa. El caso es que la  respuesta es válida si la mantienes. Para el crecimiento es fundamental la coherencia. Pero claro, de pronto el chaval te llega con un tema en el que te descoloca. Entonces, por ganar tiempo, se te escapa pedir alguna referencia. Aludes a algún amigo que conoces, o conoces a sus padres. En fin. Ya está el lío armado. "¿No decías que te daba igual lo que hicieran los demás?" Pues tiene razón. El caso es que los niños son niños pero no son idiotas, y aunque uno crea que no le escuchan, sí lo hacen, todo el rato. Son buhitos. Y especialmente cuando no se les está hablando a ellos en directo. Sus antenitas siempre están abiertas, su radar atento a todo lo que ocurre a su alrededor. Incluso cuando son unos rebeldes adolescentes que escuchan música aislados en su cuarto, los oídos tapados con los cascos. De alguna manera están pendientes. Sus alertas funcionan como el instinto, sin turnos, sin filtro. El colmo es, si en escena aparecen tus propios padres o amigos impertinentes “pues tu salías a su edad hasta mucho más tarde” o “ “tu nunca decías dónde ibas”. La vena del cuello se te hincha y le piensas a la cara “¿Quién te ha dado vela en este entierro?” Pero es demasiado tarde. Reniegas, argumentas. Estás perdido.
Así es que el tema de las contradicciones es serio en especial con los que dependen de nosotros. No te digo nada si eres presidente, de un gobierno, empresa, o comunidad de vecinos. Hay medios de sobra para recordar con pulcra exactitud las palabras de uno. Mejor no ser excesivamente vehementes. Cuanto más repite uno lo que no haría en el jamás de los jamases, más posibilidades tiene de hacerlo. Nunca se sabe el viento dónde nos va a llevar.

17/01/2022

SON MEJORES AMIGAS

Sí. No es que sean amigas, es que son mejores amigas. Esa etiqueta yo creo que tiene su origen en las redes sociales. En otras épocas los niños hablaban de su mejor amigo, de su mejor amiga. Un día llegaban a casa presumiendo de tenerlo. Fulanito es mi mejor amigo. Se trataba de una decisión consensuada. Biunívoca. Tú eres mi mejor amigo sí y solo sí yo soy el tuyo. Suponía ese momento un punto álgido en la vida del chaval, sentirse elegido, una suerte de escalafón al que no todos los niños llegan. Ser mejor amigo nadie sabía exactamente qué significaba. Quizá la obligación de invitarse a cumpleaños mutuos. Hablar y jugar en los recreos, intercambiar secretos inconfesables y la merienda. Hay un misterio detrás de ser mejores amigas. El asunto tenía un recorrido e iba tomando carices. Un viaje, un cambio de colegio o de domicilio hacía imprescindible una recolocación y búsqueda de nuevo mejor amigo. También el capricho o carácter de uno de los miembros de esa pareja podía hacer que todo diera un vuelco. La tiranía y los celos aparecen a tierna edad en quien los padece siempre. Los adultos somos infantes vestidos de mayores.

En fin, resulta que en Instagram, e imagino que en otras redes de las cuales desconozco su existencia, hay una opción de “mejores amigos”. Amigas del alma se llaman entre sí algunas En las redes. Ojo. Del alma. Esa es otra categoría, cuidado. No sé si se trata de una cursilada o es que yo no tengo sentimientos. Los amigos son los hermanos que se eligen. Así lo siento yo. Y tengo suerte. Cuento con maravillosos hermanos. En cuanto a esa pestaña, de mejores amigos de las redes, en ese cajón, o como quiera que se llame ese espacio virtual; entran y salen los contactos. Porque no son personas quienes ocupan la lista de seguidores, son contactos. Los chavales, que ya no son tan niños, vetan a otros de sus publicaciones, historias; limitan el acceso a sus fotos a parte de la gente que les sigue. Y van variando sus listas caprichosamente. Sacan y meten a sus contactos de mejores amigos según les sople el viento. Ignoro si los sentimientos asociados a la expulsión del selecto clan son análogos a aquéllos que acuciaban el corazón de los abandonados como mejores amigos, los denostados por una novedad o un juego en el que no eran expertos, los sustituidos por otros más altos o más bajos, más exitosos. Los que por su aspecto, origen, por la moda o la casualidad quedaban esquinados a la categoría de raros, solitarios, de lo que hoy serían carne de cañón para ser objeto de bullying o acoso escolar. Ignoro si la memoria de los elegidos es tan corta como lo era en los tiempos de amistades de carne y hueso. Entonces quien había sido amigo del alma cruzaba la valla y podía convertirse en perfecto desconocido, objeto de burlas o indiferencia, como si el pasado no existiera.

Sigue habiendo mejores amigos. Y me parece tan tierno. Chavales de 20 años que son mejores amigos. No es que Mengano sea su mejor amigo. Se elimina la propiedad en la sentencia. Son mejores amigos. Se puede ser mejor amigo de mucha gente, no importa el género. Son mejores amigos también. Es decir la palabra mejor no implica exclusividad, sino estatus. Tengo mis dudas de esos mejores amigos que en realidad son uno del otro, el amor de su vida.

Aprendiendo que es gerundio. Ese amigo con mayúsculas. Mi mejor amiga, dice Carmen de mamá. La echo tanto de menos. 

16/01/2022

POR LA MAÑANA


Se trata de caldear el ambiente. En invierno al levantarte e ir al baño, ya cerca de la hora preceptiva, uno va con una mezcla de miedo y esperanza. Hay dos sensaciones posibles. La primera es que alguien se haya levantado antes que tú y ha templado el  hogar. La segunda, que inauguras el suelo y espacio helado. Ahora con los termostatos levantarse pronto es de cobardes. Todavía quedan casas en las que el valor de levantarse el primero tiene su reconocimiento. 
Los cuartos de baño, salvo honrosas excepciones, adolecen de un adecuado sistema de calefacción.

En casa de mi abuela había un cuarto de baño gigante que por supuesto no tenía radiador, solo un calentador encima de la puerta, con una cuerda, de la cual tirabas con miedo de que se te cayera encima, y se encendían las resistencias. Eso aportaba un calor brutal en el umbral y cambiaba de negativo a positivo el termómetro. Esa casa que en algunas zonas donde el parqué se habría estropeado, el suelo era de un plástico verde tan resultón en cierta época oscura de nuestro pasado. Ahora le llaman vinilo. Estaba puesto regular, de manera que ibas pisando por el pasillo y de pronto había una bolsa. Nunca se hablaba de eso. Bastante tenía la abuela. Pero en el baño había baldosín, como debe ser. Frío siempre. En casa de mi otra abuela el retrete tenía una funda de pelo que a mí me parecía de película, pero reconozco que en la estepa castellana, tenía su sentido.

Sin contar con ese recurso del calefactor, está el que entra el primero y llena la bañera de agua hirviendo, literal. Sale escopetado a preparar el café tras abrir el grifo y cerrar la puerta herméticamente. ¡Ah! Ahí te quiero ver: remoloneando en las sábanas calentitas, haciéndote el sordo ante la alarma que ha despertado a todos los vecinos pero que a ti te deja indiferente, incapaz de abrir los ojos. Como si las pestañas estuvieran enredadas. No quieres que sea de día. Pero oyes que alguien ha sido el primero. ¡Bien! Hueles el café recién hecho, el chisporroteo de la cafetera italiana se junta con el sonido de la tostadora, mmm: están friendo bacon, el exprimidor de naranjas. ¡Pero si no es domingo! Y por encima de todos los sonidos, el del grifo del baño. Se está llenando la bañera. Corres a meterte en la niebla de ese cuarto de baño calentito con el espejo empañado. Ya puedes echarte encima lo que haga falta. Un equivalente es que alguien se haya duchado. No es lo mismo. 

15/01/2022

EL AGUA FRÍA

Hay bulos que se van destapando con el paso de los años o con cambios de Gobierno. Sí, el consabido "bébete el zumo que se le va la vitamina", por lo visto es mentira. Vale. Porque lo haya dicho Chicote, para mí tiene más crédito mi madre, mis abuelas, y María, cuya paciencia puse a prueba muchas veces alimentándome de segundos platos. Decidí por rebeldía que no me gustaba el puré. Me inquietaba no saber qué llevaba dentro. Con razón, un día descubrí por qué tenía esa sospechosa espuma la leche, y es que le añadían un huevo para que me alimentara mejor. En fin. Hoy la llamaríamos cuidadora a María, que nos cuidaba como si fuéramos sus hijas. Bueno, no será verdad que se va la vitamina. La  verdad es que no sé donde van a ir las vitaminas. Pero lo que sí que ocurre es que sabe peor el zumo si pasa un rato y no está bien tapado, y si pasa mucho rato y no en frío, esta malísimo, con o sin vitamina. Cuando el zumo está recién hecho es cuando está más rico. 

Hay muchos bulos o no tan bulos que aceptamos. En la escuela había unas cajas en los pilares  del aula de exámenes y la gente decía que dentro había cámaras para controlarnos. Mira que he hecho exámenes, jamás he visto las cajas abiertas. Ni idea de qué habrá dentro. 

El agua de abril hace que te crezca el pelo. ¿Y eso? Los niños recién nacidos deben dormir boca abajo para reducir la muerte súbita. Yo he tenido seis hijos y con cada uno me dijeron una cosa, de lado, boca arriba, boca abajo, con almohadita, sin ella, y si hubiera tenido más, otras maneras hubiera aprendido. Este miedo a hacer las cosas mal lo abarca todo, de pronto el aceite de oliva virgen es el mejor y se pasa a llamar en el gremio gourmet AOVE. En fin. Los frutos secos, denostados antaño se vuelven imprescindibles para el cerebro. En fin. Hay que andar 10.000 pasos, 20.000, el padel es bueno, el tenis mejor, no, que son asimétricos. 

Si ves un rayo verde cuando anochece se cumplen tus deseos. Pues no será porque no haya yo visto atardeceres  sin éxito. Esa película hizo mucho daño. 

No oigo  nadie abrir la boca para contar lo que pasa en una peluquería después de que le laven a uno el pelo, le den un masaje, en ese momento placentero en el que se le cierran a uno los ojos y si dura medio nanosegundo más, se duerme, con riesgo de ronquidos inminentes y vergüenza asegurada. Es ahí cuando la solícita peluquera rompe tu tránsito hacia el abrazo de Morfeo y dice "¿te pongo un poquito de agua fresquita al final?" ¿Por? ¿Ahora? ¿Con que objeto? Y tu dices que sí. Por educación, porque estás medio hipnotizado, careces de voluntad. ¿Pero por qué? Con lo bien que iba todo. ¿Para qué puñetas te ponen agua fría? Estimula el crecimiento del pelo. Y una porra. Si lo que quieren es despertarte, que te lo digan, pero que no te corten la respiración con ese chorro gélido que notas recorrer tu cocorota y de verdad piensas que te va a dejar marca, surco. Además en las peluquerías no sé qué pasa, pero cuando hay varios lavabos juntos, deben estár en serie las tuberías del agua. Porque unas peluqueras se avisan a otras de cuando abren y cierran el grifo. Y si no se avisan te abrasan, o te hielas. Y ellas igual, aunque lleven guantes. 

¿Quién inventó lo de echar agua fría cuando terminan de lavarte la cabeza? ¿Para estimular los capilares? Y el crecimiento? ¿Pero que me cuentas? Con agua fría te duchas si no hay agua caliente. Si es que te duchas. Igual te das un agüilla y listo. Porque te expones a un humor de perros durante todo el día. Hablamos de agua fría fría, no fresquita. Las peluqueras lo llaman agua fresquita. En realidad baja directa del Polo Norte. Según la tradición popular algunos monjes se duchaban con agua fría. Ellos no cuentan. Están más cerca de ser Santos que humanos. No vale. Seguro que se activa la circulación, se elimina la lumbalgia y a lo mejor las varices. Igual nos ponemos más guapos. No sé si compensa con la pulmonía y el mal rato. 



14/01/2022

HE PILLADO UN ATASCO

Todos conocemos la situación como sujeto pasivo o activo. Salvo honrosas excepciones. Es decir, todos hemos salido de casa con el tiempo justo y la excusa ha sido el atasco. También nos ha tocado esperar a alguien que ha pillado un tráfico espantoso. No es por ser malpensada, son cosas que pasan. Yo tenía un profesor de inglés que siempre cogía un atasco tremendo, un accidente en la carretera, un coche había explotado, le habían parado en un control ¡Que no falte de nada! A eso se añadía su mala suerte para aparcar. Hasta que mi compi de clase y amigo, le dijo un día: "sal antes de casa" Es lo que tienen algunos ingenieros, que si les ponen en bandeja lo evidente, se callan, se callan, hasta que hablan. Entonces, ¡Zas! Sueltan una frase corta y contundente. Imbatible.
Hay verdaderos expertos que no tienen en cuenta el tiempo de transporte. En su cabeza, desde que empiezan a pensar en salir, ya están en ello. El hecho solo de pensar en la cita, reunión, le hacen incluir esos minutos en ella, de pensamiento ya está de camino. Incluyen todas las actividades previas al arribo a destino en el tiempo de trasladarse, incluidas las que ocurren antes de empezar a trasladarse. Claro, van apurando, apurando y al final les queda un nanosegundo en el que es menester acudir al tele transporte. Salen de casa a la hora que han quedado, "u" después. En su mente están a cinco minutos. A esos cinco quítale los tres que hay entre que coges las llaves, el abrigo, y llegas al coche o la moto. Te quedan dos. No hay semáforos rojos, pasos de cebra ni cruces. Ni en pandemia tardas 2 minutos en llegar a Plaza de Castilla si sales de Colón. Ni dos minutos hay, por mucho que lo diga Google Maps, entre Aravaca y Moncloa o de las Tablas al Marañón. No hay dos minutos entre Monte Carmelo y Mirasierra siquiera. No. 20, son veinte minutos, que te falta un cero. Dos minutos no es unidad de medida para una cita. Dos minutos en algo más de lo que tarda un café en calentarse en el microondas. Dos minutos es próximo a lo que tarda un huevo en pasar de crudo a pasado por agua (aproximadamente). Dos minutos es lo que se tarda en rezar un Credo (aprox.) Pero dos minutos no se tarda en ir de un sitio a otro. Ni en moto. Hay moteros puntuales. Pero dos minutos no tardaba ni Javier o Alberto con su Frontera en bajar a la plaza, ni Diego o Rafael con sus ¿Ducati? No. Y ya si bajaban en coche ¡acabáramos! Dos minutos no tardábamos de la Escuela a la Academia ni en la Vespa de Javier ni en la de Martínez. Ni en el Corsa de Nacho. La única medida cierta para el transporte es ir andando. 
A algunos les pasa lo contrario, especialmente cuando se dirigen a una estación de tren, aeropuerto, etc. Llegan con una antelación tal que les daría tiempo a volver a casa en caso de incidente. Y aun así, llegar a tiempo a coger el avión. Cada uno es cada uno. 
Los más avezados en el tema de llegar justos cuentan con la cortesía, es decir, esos cinco minutos de rigor que no se consideran impuntualidad, lo toman como llegar en hora. Y los especialistas, máster y doble titulación en mano, recurren a llamar por teléfono cuando se retrasan en exceso, entonces, mientras hablas con ellos están terminando su anterior reunión, cita, comida, caña o merienda. Y entretienen al contrario con un poco de charleta, amaina a la fiera. Confieso que es una buena técnica, en general eficaz. Al menos la bronca se disuelve por teléfono y la cita se puede resolver obviando reproches, que, total, no van a ninguna parte. También es socorrido el avisar de que se está llegando, aunque cuando lo has usado muchas veces, suena manida. Al pastor mentiroso se le veía el plumero. Hay quien indica la calle o plaza en la que teóricamente se encuentra, para tranquilizar la espera. En ocasiones nombran un lugar al que les queda un ratito por llegar. Desconfía el contrario. Desconfía de todo.
Se utilizan estrategias de todo tipo. Hay algunos que ni llegan, otros mandan a un hermano, a un amigo, a que les reemplace. Así se conoce gente. También los hay tan ocupados que han quedado a comer por ejemplo con dos personas a la vez. Es todo un arte marcharse sin tomar el postre y a la segunda cita decirle que vaya pidiendo. Poca broma.
Debe ser genético. Hay quien siente una necesidad de aprovechar esos minutos de viaje, como si fueran pérdida. Cuando en realidad el camino, es en sí una preparación para la cita. Sea del tipo que sea. Y nunca es igual el de ida que el de vuelta, por las reflexiones, por las tareas pendientes, por la alegría. Hay quien vive deprisa, saldrá movido en la foto.


13/01/2022

ES POR GUSTO

Me encanta esa llamada a cualquier hora, cuando es por gusto. ¡Hola! Es por gusto. Te llamo porque sí. No hay recados ni mensajes. Es un toque descolocado. Es por gusto. Para charlar, un minuto, aunque haga cinco que os habéis visto, achuchado, querido. O lleváis 20 horas de avión  separados. Es por gusto. Es el amor de tus amores. Es un amigo, es padre, es madre, es tu hermana, tu abuela. Es por gusto. Es el amor de tu vida. Es por gusto. No tienes nada nuevo que contar, es por gusto. Queda todo por decir. Es por gusto. 

Para hablar se inventó el lenguaje. Para comunicarnos. El lenguaje que nos une, que nos facilita entendernos. El lenguaje que nos separa. El silencio que nos mata. Las palabras, que acotan  sentimientos que carecen de fronteras. Las palabras que diferencian emociones, que identifican lo que te quiero si es que se puede; lo bien que me caes, lo majo que me pareces desde que me encontraste, al otro lado del mar, del monte claro. ¿O fue al otro lado del espejo donde nos vimos por primera vez? Las palabras que dan forma y la quitan a lo que no tiene nombre. Las palabras. 

Las palabras que llenan el silencio. Las palabras que asignan a cosas y personas un nombre. Que las diferencia. Que las hace únicas, porque lo son. Las palabras que esquivan, que equivocan. Adjetivos que dan tono, tamaño, forma, y mucho más, a los nombres; nombres que son objetos, amigos, razones. Y así podríamos seguir desgranando funciones del lenguaje y las palabras, que estructuran el discurso. Y nos acercan. Y nos alejan. Y el silencio. Y hablar, y la ausencia. Y es que te llamo por gusto.

Mira lo que pasó allá, cuando se construyó la torre. En Babel cada uno iba a lo suyo. El egoísmo siempre hace daño. Es bueno compartir, es bueno ser generoso. Y escuchar. No podremos volver al Paraíso, pero al menos podríamos facilitarnos la vida. Hablando. Hablando. Quiero charlar por gusto.

 Me has llamado por gusto y me has dado la alegría.

12/01/2022

HERENCIA


Mis abuelos dejaron las cosas apañadas. Lo hablaron con sus hijos, seis. Todos estuvieron de acuerdo. Sin rechistar. En esa época ya eran adultos y cada hermano vivía en una ciudad de España. Una en Valencia, otro en Madrid, Valladolid, Zamora, Granada y la pequeña en Vigo. 

La mayor, entonces en la Albufera, un ejemplo de mujer buena, entregada a los demás. Callada porque según ella, no se le ocurre qué decir, pero llena de paz, que regala con una sonrisa. Gracias a su luz ha hecho más fáciles algunos trances. Siempre dispuesta, preparada. El que vivía en la capital, ¿Qué puedo decir de él? Con su voz y su presencia lo llenaba todo. Utilizaba su oficio para explicar la vida. Se enganchaba a detalles y los desmenuzaba y los repetía hasta hacerlos cómicos. Creía en la repetición para provocar la risa. Con interés y curiosidad por entender, por aprender; austero, generoso, caballero, curioso, paciente, bueno. Siempre con la ilusión de que sus hijas no necesitaran llamar al timbre, porque su casa siempre sería la de ellas; a mediodía con la mesa puesta completa, esperando que fueran. El segundo, altruista, atento, brillante, bueno, con su carácter y mando, sí; instalado en un pueblo cerca de Valladolid, investigando sensibilidades, con un fino oído para captar los detalles de cualquier melodía. El siguiente, en Zamora, divertido, profesor, bueno, padre sin serlo; que todo lo guardaba. Desde Vigo, profesora, con su vida y sus alumnos, con su historia y sus historias, emprendedora, llorona, buena. El pequeño, que volvió a casa, de alguna forma, en Granada, dispuesto siempre, con tiempo para los, artista, enfocado a los edificios, modesto, bueno.

Tenían que ir al notario a firmar. Allá que fueron. Preguntaron el día, se presentaron como clavos y con alegría los seis en Segovia. El notario pasó el documento a cada uno de los hermanos y ellos estamparon su firma. Cuando el papel volvió al elegante caballero que encabezaba la reunión, lo miró, levantó la cabeza, sonrió y dijo "La verdad es que se podían haber ahorrado ustedes el viaje, tienen los seis la misma firma". Sonrieron orgullosos. Eso es herencia. 

11/01/2022

EL TRANSPORTE PÚBLICO EN ITALIA

El que se crea que en Italia van a pedir pasaporte covid en el transporte público es que lo ha usado poco. No digo yo que no conozca la bella Italia. La conocerá. Será un erudito capaz de identificar sus calles y palacios. Sabrá de ese síndrome que le dio al tal Stendhal, dicen que por estrés. Exceso de belleza toda junta. Eso decía mi padre, que cuando salías del Puente Viejo, después de haber visto el Palacio de la Señoría, la Galería de los Oficios, Santa María Novela, Santa María de las Flores, el Baptisterio, la plaza de los Inocentes, la plaza, la fuente y la Iglesia del Santo Espíritu, la Santísima Trinidad, con su puente y todo; después de empaparte de belleza, sales del callejón que da al palacio Pitti, y ni lo ves. No puedes con más. Y al jardín ya ni llegas. Te da lo mismo.
Italia es un maravilloso país que funciona porque son unos fenómenos los italianos. Se aceptan como son. Tienen himno. Se sienten orgullosos de su bandera, por muy novel que sea la patria como tal, que hace cuatro días estaban separados. ¿Y? Toleran su caos, su falta de reglas. Es un país mágico a pesar de muchos de sus gobernantes. Como si el pueblo italiano viviera de espaldas a esos seres absurdos que se creen que les gobiernan y les manejan. A un italiano no le gobierna nadie. 

Por eso, cuando dicen que van a obligar a usar un pasaporte COVID para usar el transporte público, el italiano se troncha de risa por dentro. Cuando le preguntan, junta los deditos cerca de la cintura y alaban la idea. ¡Claro! Que levante la mano el que haya pagado alguna vez en un autobús italiano. No por falta de ganas, no. Si es que no hay manera de enterarse de dónde se compran los billetes. "Bo", te contestan los florentinos cuando preguntas. "Bo", te dicen en Bolonia, levantando un poco la barbilla. Tras pedir consejo tres o cuatro veces, ir al estanco, donde si no tienes no sé qué tarjeta no te lo pueden dar, tras recorrerte media ciudad, has llegado a la Academia andando porque no has descubierto la manera de comprar un billete. La siguiente vez te subes al autobús e intentas pagar, ante el asombro del conductor, que bastante tiene con manejar el enorme volante. No sabes de qué pueblo será, pero el poco italiano que has aprendido en tus cintas "escóltate, repítete", no te sirve en esa ocasión. Haces un viaje de angustia, pensando que te van a pillar, que va a llegar el revisor y no vas a saber explicarle que no entiendes como puñetas se compra un billete, que tú eres buena, que no sabes hacerlo. Te ves esposada, en un pueblo en las montañas, en una comisaría rodeada de carabinieri que se han olvidado de ti. Que se ríen mientras fuman y apoyan las botas en la mesa. De pronto te ven y te dicen algún piropo, los italianos, a galantes lo les gana nadie. No acabas en comisaría, porque después de tres frenazos y cuatro volantazos, unos cuantos gritos del conductor, que ha sacado la cabeza por la ventana y no es que esté enfadado, es que han cortado la calle y se está enterando porque ha visto a un amigo que le cuenta. Arranca sin mirar a la calzada, despidiéndose de su paisano. Los semáforos son orientativos, los respeta o no según le conviene. Traquetea por las calles adoquinadas a una velocidad de infarto. Se unen y se agolpan frecuencias hasta el punto que sabes que si no entra el cacharro en resonancia, serás tú quien se rompe. Han pasado cinco minutos y has jurado que no vuelves a subir en autobús. A partir de ahí vas andando a todas partes. Ni en Roma merece la pena, si tienes que salir antes, sales, y si no, ya pedirás un motorino o una bicicleta. Lo más seguro en Italia es caminar.

Los italianos tienen su código y su forma de entender las cosas. Por eso, es muy adecuado el pasaporte COVID, especialmente cuando se explica que habrá controles aleatorios. Entonces ya se comprende. El italiano asiente, va a hacer lo de siempre, lo que le dé la gana. Y cuando aparezca el del control aleatorio, ya verás tú el lío que se monta en el autobús, No me gustaría estar en su piel. La algarabía que se puede formar a su alrededor es digna de una película. Lo estoy visualizando. Entra el controlador por una puerta, empiezan a salir por la otra los que no tienen pasaporte. Los padres abren los ventanucos para intentar salvar a los niños por lo menos, se atascan en el intento. Si entra un controlador por cada puerta cunde un pánico instantáneo, especialmente en los inexpertos extranjeros que se quieren desaparecer. Pero los nativos se ponen manos a la obra. Los que no han conseguido hacerse bicho bola o lagartija y salir escurridizos por una rendija. Los que tienen ganas de alboroto y ser testigos de algo que contar, que ya decorarán después. Un señor increpa al del uniforme que con qué derecho, otro le reconoce, y ya está el lío montado. Se para el autobús, todos rodean al carabinieri. Empiezan a abrirse ventanas, bajan los vecinos, uno con una silla, por si dura mucho. Otro coge el botiquín, nunca se sabe. El corrillo para el tráfico, se oyen los cláxones en el extrarradio. Al cabo de diez minutos todos han olvidado al carabinieri, incluso él mismo. Se disuelve la manifestación espontánea y cada uno vuelve a lo suyo, tras haber echado un estupendo rato de charla. El idioma italiano, la gesticulación, el carácter, son únicos para situaciones de este estilo. La traducción hace que se pierda la esencia.

10/01/2022

MAÑANITA DE NIEBLA

Mañana de niebla, tarde de paseo. Eso me recuerda a Segovia. Al Salón, al parque más especial que conozco. Que es un paseo. ¿Por qué se llama El Salón? Por su elegancia. ¡Que viva Segovia elegante!. En el Salón hacía un frío que pelaba. Debe seguir haciéndolo. Ríete tu del Cierzo. Es curioso. Que en Segovia el parque esté en un sitio al que se accede por escaleras, está detrás de la calle Real, como escondido. El Salón vive ajeno al turismo y a las fotografías rápidas de recuerdos. El Salón es un sitio donde quedar para encontrar tranquilidad. Ser de Segovia es no ser muy de parques. Normal. El Salón sirve para el paseo. Los bancos son incómodos, te sientas para coger fuerzas. No para estar un rato. Por muy abrigado que vayas. Que los guantes y el gorro se entienden el Segovia. Ahora que Internet lo sabe todo resulta que me entero de que el Salón es apócope. Tiene una historia preciosa de lugar de reunión y actividades varias de los segovianos. 

Mañana de niebla, tarde de paseo. También pienso en las mañanitas que cantaba el rey David, hoy por ser tu tan bonita, te las cantamos a ti. Despierta, mi bien despierta, mira que ya amaneció, ya los pajaritos cantan, la luna ya...

Estaba pensando en realidad en los amigos de paseo, de piscina. No hay confesionario en el que la desinhibición sea mayor que una tumbona en la playa o en el césped de la piscina. "Te voy a contar lo que me pasó, a ver si lo entiendo". O en la subida a la Maliciosa, cuando recuperas el aliento, ese es el momento de la verdad, no hay tiempo para chorradas. Hay que ir al grano. Ni el mismísimo Froid lograría llegar a las profundidades que se alcanzan en esa relación que se establece tomando el sol y bañándose o dando un paseo por la Sierra. 

Mañanita de niebla ¿Que te quieres hipnotizar para quitarte un mal rollo que se te ha enganchado? Date un buen paseo. Túmbate al sol con un amigo. Y empieza a soltar. Dale cuerda al reloj, que te queda rato. Como nuevo, después del ejercicio, del sol y el desembuche. Una confesión en toda regla. Y es que los amigos, es verdad, es la familia que uno elige. 

09/01/2022

VETE A PEDIRLE SAL A MARIA VICTORIA

 

He leído en la web uno de esos post que nadie sabe quién ha dicho "Una madre le dice a su hijo: "vete pedirle sal a la vecina", el niño va, y al volver ve que en la cocina el tarro de sal está lleno, le pregunta a la madre por qué. Y ella contesta que esa vecina siempre le pide cosas, porque está necesitada, y ella de vez en cuando le pide algo económico para que sepa que ella también puede ayudar y no sienta vergüenza de pedir" La historia era más o menos así.

La verdad en que en mi casa, muchas veces, abrías la nevera para sacar los huevos después de que tu madre hubiera frito un mogollón de patatas y había un huevo solitario. Entonces venía la frasecita, "vete a pedirle huevos a Mª Victoria, que mañana se los llevo". En principio no era muy bienvenida la orden. Pero siempre había un hermano más dispuesto que otro, y además, sin huevos no había tortilla. Así es que ibas a pedir los huevos o lo que hiciera falta. Al día siguiente tocaba repetir a devolver el favor y escuchar el consabido "no hacía falta".

En estos momentos esas situaciones no se producen, porque si no hay lo que sea en casa, te bajas al súper y lo compras. Raro es que no tengas uno abierto 24/7 a menos de diez minutos de distancia. En caso de vaguería extrema o problema de salud, se recurre a Amazon o a Globo o a cual sea el repartidor que te interese. Cosas más complicadas he visto pedir en el último momento. Unas galletitas para el foie, hielo, pan, una botella de vino. Esos detalles de palmada en la frente. Has preparado con esmero una cena para amigos y en el último momento te falta el jengibre. Sí, el jengibre, "esa planta de la familia de las zingiberáceas, cuyo tallo subterráneo es un rizoma horizontal muy apreciado por su aroma y sabor picante", antaño solo conocido por el pastel del mismo nombre que hacía la madre de Julián, Dick y Ana y que devoraban en medio de cualquiera de los misterios en los que se veían envueltos. En los años 70 las magníficas propiedades del jengibre se desconocían completamente. En mi caso imaginaba maravillosas tartas hechas con tal ingrediente; hasta que un día fui a comer a un restaurante japonés y descubrí unas láminas rosas que se utilizaban para matar un sabor y probar otra cosa. Como en una boda te ponen un sorbete de limón para conseguir igual efecto. Prefiero el sorbete. Eso sí, después he descubierto un poco más el jengibre y tiene su gracia.

Si vuelvo al hilo del asunto del vecindario, la relación con los vecinos era obligada, no solo por la cortesía y buena educación, sino por pequeños detalles que hacían la vida más fácil. En mi casa, de hecho, los viernes mis padres veían “la Clave” y como solo teníamos una tele, nos subíamos a ver el “un dos tres” a casa de Mª Victoria. Ellos no veían a Balbín, el señor de la pipa. Nosotras no teníamos edad. Supongo que de esa forma dejábamos espacio a mis padres y nosotras hacíamos una cosa especial. Con el paso de los años nos aficionamos a compartir la famosa Clave. Así es que los vecinos existían, lo mismo para ver la tele que para un cumpleaños o un paquete de café. Esto abarca a vecindarios de todo tipo. En las colonias de chalets también ocurren incidentes, y no siempre a horas ortodoxas, así es que más de una vez se recurría a ir a buscar lo que fuera o a quien fuera, aunque hubiera que darse un paseo. 

Si bien es cierto que cerca de casa había comercio: un mercado estupendo y una tienda que abría los domingos, “Gerardo”, que de cara, carísima, pero tenían paté Bolado, mejor que cualquiera de Mallorca, con perdón, la mejor tienda de todas era “El Manolín”. No sé si se llamaba así, creo que se llamaba Manolo el dueño. Todo el barrio le conocía por “El Manolín”. El Manolín fue el primer sustituto del vecino, el visionario de los 24 horas, un fenómeno. En el Manolín había de todo, y si un día llegabas y pedías, por ejemplo, una cajetilla de Chéster sin filtro, por pereza de ir al estanco, o porque había cerrado; era posible que no tuviera, pero no había una segunda vez que acudieras con igual petición y no hubiera hecho acopio de un par de cajetillas. Tomate frito Hida, el ínclito Bolado, un vino o cerveza curioso, cualquier capricho, el Manolín iba recopilando gustos y costumbres de la gente de la colonia y los vecinos y se convirtió en el salvador de las excentricidades y manías de un barrio entero. A eso añadía el servicio a domicilio. Dejaba la tienda abierta y corría de un lado a otro repartiendo necesidades a personas mayores que no podían bajar a comprar. Llegabas a la tienda, y si no estaba, esperabas. También podías coger lo que necesitaras y, o bien dejar el dinero o llevárselo otro día. Así era el Manolín. Un hombre anónimo que sabía todos nuestros secretos. Hasta que tiraron su casita, hicieron un edificio enorme y nunca más se supo de ese hombre que siempre iba con prisa, solícito y amable. No te lo regalaba, eso no. Era tipo la Boutique del “GRUMETE”, apodo de mi querida cuñi, en Nava, en la plaza de la fuente de los Angelitos. El pan era de oro fino, pero siempre a disposición.

En fin. Hoy en día los vecinos son seres anónimos que uno se encuentra en el portal, pero a no ser que tengas perro, o niños pequeños, es difícil entablar conversación. Ni siquiera del manido tiempo, en estos tiempos de ascensores diminutos unipersonales. Eso sí, si haces una fiesta, ya verás cómo conoces al vecino. Yo a la próxima les invito, a ver qué tal.


08/01/2022

FELIZ AÑO

 

¿Hasta cuándo hay que seguir diciendo feliz año? ¿Hasta cuando se puede seguir diciendo? Sin que a uno se le considere un trastornado, quiero decir. Porque Feliz Año, en sentido estricto, siempre es apropiado. Desear a otro que le vaya bien, no tiene nada malo, al revés. A lo mejor, todo lo contrario. Eso sí, un poco desubicado puede quedar. 

Otro bonito saludo es el "que tengas un buen día", salvo cambio horario o de paralelo; a partir, digo yo, de las doce de la mañana, y ya me parece mucho, no es una frase comodín, que ya se te ha pasado mediodía. "Sé feliz" se puede decir siempre, sin ser una orden, es un bonito deseo. Aunque si se lo dices a todo el mundo suena un poco hueco. Es lindo discriminar en el saludo, personalizar, ponerle tu gotita, digo yo. Lo bueno de estas dos maneras de saludar es que las puedes usar tantas veces como quieras. Feliz año, solo una en doce meses.

Todos conocemos a alguien que te suelta un feliz año fuera de lugar. Que se agradece, sí; porque siempre es bonito que le deseen a uno felicidad. Al principio te quedas sorprendido, pero con una sonrisa. En agosto, un suponer,  por mucho que no hayas visto a alguien durante esos meses, ocho sumados; si te lo encuentras paseando por la arena caliente de Cádiz, por ejemplo, los pies mojados cada tanto por las olas que se acercan, con el sol coloreando el mar a última hora, a punto de darle el mazazo rojo previo al anochecer. Puedes darle un feliz año de saludo en vez de un ¡hombre, cuanto tiempo! Suena raro. Pero pero por poder, puedes, técnicamente es correcto y además es bonito. Eso sí, llega un pelín tarde. Parece un poco traído con dificultad. 

Pues eso, FELIZ AÑO. Mi abuelo siempre decía "Ve con Dios", cuando estaba en Zújar, en su salsa. Eso sí que se puede decir siempre.