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12/01/2022

HERENCIA


Mis abuelos dejaron las cosas apañadas. Lo hablaron con sus hijos, seis. Todos estuvieron de acuerdo. Sin rechistar. En esa época ya eran adultos y cada hermano vivía en una ciudad de España. Una en Valencia, otro en Madrid, Valladolid, Zamora, Granada y la pequeña en Vigo. 

La mayor, entonces en la Albufera, un ejemplo de mujer buena, entregada a los demás. Callada porque según ella, no se le ocurre qué decir, pero llena de paz, que regala con una sonrisa. Gracias a su luz ha hecho más fáciles algunos trances. Siempre dispuesta, preparada. El que vivía en la capital, ¿Qué puedo decir de él? Con su voz y su presencia lo llenaba todo. Utilizaba su oficio para explicar la vida. Se enganchaba a detalles y los desmenuzaba y los repetía hasta hacerlos cómicos. Creía en la repetición para provocar la risa. Con interés y curiosidad por entender, por aprender; austero, generoso, caballero, curioso, paciente, bueno. Siempre con la ilusión de que sus hijas no necesitaran llamar al timbre, porque su casa siempre sería la de ellas; a mediodía con la mesa puesta completa, esperando que fueran. El segundo, altruista, atento, brillante, bueno, con su carácter y mando, sí; instalado en un pueblo cerca de Valladolid, investigando sensibilidades, con un fino oído para captar los detalles de cualquier melodía. El siguiente, en Zamora, divertido, profesor, bueno, padre sin serlo; que todo lo guardaba. Desde Vigo, profesora, con su vida y sus alumnos, con su historia y sus historias, emprendedora, llorona, buena. El pequeño, que volvió a casa, de alguna forma, en Granada, dispuesto siempre, con tiempo para los, artista, enfocado a los edificios, modesto, bueno.

Tenían que ir al notario a firmar. Allá que fueron. Preguntaron el día, se presentaron como clavos y con alegría los seis en Segovia. El notario pasó el documento a cada uno de los hermanos y ellos estamparon su firma. Cuando el papel volvió al elegante caballero que encabezaba la reunión, lo miró, levantó la cabeza, sonrió y dijo "La verdad es que se podían haber ahorrado ustedes el viaje, tienen los seis la misma firma". Sonrieron orgullosos. Eso es herencia. 

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