Todos conocemos la situación como sujeto pasivo o activo. Salvo honrosas excepciones. Es decir, todos hemos salido de casa con el tiempo justo y la excusa ha sido el atasco. También nos ha tocado esperar a alguien que ha pillado un tráfico espantoso. No es por ser malpensada, son cosas que pasan. Yo tenía un profesor de inglés que siempre cogía un atasco tremendo, un accidente en la carretera, un coche había explotado, le habían parado en un control ¡Que no falte de nada! A eso se añadía su mala suerte para aparcar. Hasta que mi compi de clase y amigo, le dijo un día: "sal antes de casa" Es lo que tienen algunos ingenieros, que si les ponen en bandeja lo evidente, se callan, se callan, hasta que hablan. Entonces, ¡Zas! Sueltan una frase corta y contundente. Imbatible.
Hay verdaderos expertos que no tienen en cuenta el tiempo de transporte. En su cabeza, desde que empiezan a pensar en salir, ya están en ello. El hecho solo de pensar en la cita, reunión, le hacen incluir esos minutos en ella, de pensamiento ya está de camino. Incluyen todas las actividades previas al arribo a destino en el tiempo de trasladarse, incluidas las que ocurren antes de empezar a trasladarse. Claro, van apurando, apurando y al final les queda un nanosegundo en el que es menester acudir al tele transporte. Salen de casa a la hora que han quedado, "u" después. En su mente están a cinco minutos. A esos cinco quítale los tres que hay entre que coges las llaves, el abrigo, y llegas al coche o la moto. Te quedan dos. No hay semáforos rojos, pasos de cebra ni cruces. Ni en pandemia tardas 2 minutos en llegar a Plaza de Castilla si sales de Colón. Ni dos minutos hay, por mucho que lo diga Google Maps, entre Aravaca y Moncloa o de las Tablas al Marañón. No hay dos minutos entre Monte Carmelo y Mirasierra siquiera. No. 20, son veinte minutos, que te falta un cero. Dos minutos no es unidad de medida para una cita. Dos minutos en algo más de lo que tarda un café en calentarse en el microondas. Dos minutos es próximo a lo que tarda un huevo en pasar de crudo a pasado por agua (aproximadamente). Dos minutos es lo que se tarda en rezar un Credo (aprox.) Pero dos minutos no se tarda en ir de un sitio a otro. Ni en moto. Hay moteros puntuales. Pero dos minutos no tardaba ni Javier o Alberto con su Frontera en bajar a la plaza, ni Diego o Rafael con sus ¿Ducati? No. Y ya si bajaban en coche ¡acabáramos! Dos minutos no tardábamos de la Escuela a la Academia ni en la Vespa de Javier ni en la de Martínez. Ni en el Corsa de Nacho. La única medida cierta para el transporte es ir andando.
A algunos les pasa lo contrario, especialmente cuando se dirigen a una estación de tren, aeropuerto, etc. Llegan con una antelación tal que les daría tiempo a volver a casa en caso de incidente. Y aun así, llegar a tiempo a coger el avión. Cada uno es cada uno.
Los más avezados en el tema de llegar justos cuentan con la cortesía, es decir, esos cinco minutos de rigor que no se consideran impuntualidad, lo toman como llegar en hora. Y los especialistas, máster y doble titulación en mano, recurren a llamar por teléfono cuando se retrasan en exceso, entonces, mientras hablas con ellos están terminando su anterior reunión, cita, comida, caña o merienda. Y entretienen al contrario con un poco de charleta, amaina a la fiera. Confieso que es una buena técnica, en general eficaz. Al menos la bronca se disuelve por teléfono y la cita se puede resolver obviando reproches, que, total, no van a ninguna parte. También es socorrido el avisar de que se está llegando, aunque cuando lo has usado muchas veces, suena manida. Al pastor mentiroso se le veía el plumero. Hay quien indica la calle o plaza en la que teóricamente se encuentra, para tranquilizar la espera. En ocasiones nombran un lugar al que les queda un ratito por llegar. Desconfía el contrario. Desconfía de todo.
Se utilizan estrategias de todo tipo. Hay algunos que ni llegan, otros mandan a un hermano, a un amigo, a que les reemplace. Así se conoce gente. También los hay tan ocupados que han quedado a comer por ejemplo con dos personas a la vez. Es todo un arte marcharse sin tomar el postre y a la segunda cita decirle que vaya pidiendo. Poca broma.
Debe ser genético. Hay quien siente una necesidad de aprovechar esos minutos de viaje, como si fueran pérdida. Cuando en realidad el camino, es en sí una preparación para la cita. Sea del tipo que sea. Y nunca es igual el de ida que el de vuelta, por las reflexiones, por las tareas pendientes, por la alegría. Hay quien vive deprisa, saldrá movido en la foto.
Jaaa
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