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18/01/2022

PUES A MIS AMIGOS LES DEJAN IR

 

Los humanos somos seres contradictorios. Debe ser o estar en nuestra naturaleza. Como la fábula del escorpión, que se comió a la rana tras jurarle que no lo haría y después de que ésta cargara con él y le cruzara el río. La rana, estupefacta le pregunta por qué. Está en su naturaleza. En la nuestra está decir una cosa y la contraria. Sin mentir. Argumentar hasta el desaliento. Romper promesas. Desmentir el pasado. Asegurar con convencimiento que nunca harías algo y hacerlo. Renegar de citas propias. Defender extremos opuestos con igual ahínco. Somos contradictorios de verdad. La troska de Loewe es una mujer muy pero que muy a babor, abanderada de la izquierda pura y de gustos elevados. No es incompatible, contradictorio, quizá. O no. Ahí está el premio a las letras con sus visitadoras y sus teorías del amor y el matrimonio, practicante del divorcio exprés. Cada uno es cada uno y lleva su mochila llena de contradicciones y con su naturaleza, que pesa. 
Cambian las condiciones de contorno y lo mismo les ocurre a nuestros principios. Ya lo decía Groucho, estos son los míos, si no te gustan, tengo otros. Depende del ámbito en el que uno se mueva y del poder que se ostente, se puede hacer más o menos mella, y daño con este asunto. Por eso creo que la autocrítica es fundamental. Y no tomarnos demasiado en serio.
En la educación es "espinal" ser coherente. Por ejemplo, como padres, cuando viene el niño y te pide ir a dormir a casa de un amigo cuyo nombre oyes por primera vez y le pides algún dato más. Estás visionando a un delincuente en potencia, tirarán petardos por la ventana, pegarán chicles en la cabeza de sus vecinos de butaca en el cine. De ahí al correccional la línea es fina. Y de ahí a la cadena perpetua, cuestión de tiempo. Los datos que pides son unos mínimos, como dónde vive, de qué le conoce, si estarán sus padres, con los que te gustaría hablar, para agradecer la invitación, en fin, detalles. Puede camelarte falseándolos. Sin embargo el niño se revuelve y te contesta un "pues a todos mis amigos les dejan y no les hacen tantas preguntas". Ahí sale la respuesta comodín que todo padre que se precie conoce "a mí me da igual lo que hagan tus amigos, yo creo que las cosas hay que hacerlas así" Si tus amigos se tiran al barro ¿tu también te tiras?. O por ejemplo, el chaval viene con un cate en sociales y te suelta un "ha suspendido a toda la clase". El padre puede recurrir a un argumento parecido. "me da igual el resto de la clase, quiero saber qué te ha pasado a ti". En los temas de las notas confieso que yo sufro los exámenes de los hijos como propios. Así es que no necesito mucha excusa, bastante mal se pasa. El caso es que la  respuesta es válida si la mantienes. Para el crecimiento es fundamental la coherencia. Pero claro, de pronto el chaval te llega con un tema en el que te descoloca. Entonces, por ganar tiempo, se te escapa pedir alguna referencia. Aludes a algún amigo que conoces, o conoces a sus padres. En fin. Ya está el lío armado. "¿No decías que te daba igual lo que hicieran los demás?" Pues tiene razón. El caso es que los niños son niños pero no son idiotas, y aunque uno crea que no le escuchan, sí lo hacen, todo el rato. Son buhitos. Y especialmente cuando no se les está hablando a ellos en directo. Sus antenitas siempre están abiertas, su radar atento a todo lo que ocurre a su alrededor. Incluso cuando son unos rebeldes adolescentes que escuchan música aislados en su cuarto, los oídos tapados con los cascos. De alguna manera están pendientes. Sus alertas funcionan como el instinto, sin turnos, sin filtro. El colmo es, si en escena aparecen tus propios padres o amigos impertinentes “pues tu salías a su edad hasta mucho más tarde” o “ “tu nunca decías dónde ibas”. La vena del cuello se te hincha y le piensas a la cara “¿Quién te ha dado vela en este entierro?” Pero es demasiado tarde. Reniegas, argumentas. Estás perdido.
Así es que el tema de las contradicciones es serio en especial con los que dependen de nosotros. No te digo nada si eres presidente, de un gobierno, empresa, o comunidad de vecinos. Hay medios de sobra para recordar con pulcra exactitud las palabras de uno. Mejor no ser excesivamente vehementes. Cuanto más repite uno lo que no haría en el jamás de los jamases, más posibilidades tiene de hacerlo. Nunca se sabe el viento dónde nos va a llevar.

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